Bianca
Lunes, 4 de septiembre 6:30 a.m.
Hoy amaneció lloviendo y da ganas de quedarse durmiendo, pero mi madre nuevamente aporrea la puerta obligándome a levantarme del pecho de mi cupido.
Mientras me visto con un jean oscuro, botas impermeables, suéter manga larga en color blanco y un abrigo amarillo; Lay me muestra como es cambiar de vestimenta frente a mis ojos. Nada de lo que piensan su ropa comienza a cambiar y yo estoy impactada.
Simplemente buscó un conjunto en internet y lo copio.
—¿Puedo tocar? —asiente con diversión y toco el abrigo que parece caro y se siente caro—increíble, ¿puedes hacerlo con mi ropa?
—Me limitaron los poderes, no puedo hacer casi nada, salvo desaparecer y aparecer cuando quiera.
Que fiasco de cupido.
Nos subimos a mi auto y nos ponemos en marcha después de despedirme de mi padre con resaca.
Mi sonrisa se va ensanchando a medida que nos acercamos. Hoy será el primer día después de nuestra conversación ¿Cómo actuará?
¿Cómo actuaré yo?
—Odio la lluvia.
—¿Por qué? Es lo mejor del mundo, quedarse dormido acurrucado con el frío.
—Pero estamos yendo a la escuela —suspiro—lo odio porque no puedo volar, mis alas se mojan y pesan, además que atraen rayos, es horrible.
Aparcamos en los estacionamientos más alejados del colegio por llegar tarde y no agarrar los techados.
Tomo el paraguas grande y salimos del auto cubriéndonos con él, tengo que abrazar a Lay por la cintura para caminar rápido, ya que se le olvida que mido la mitad de él y no tengo las piernas largas.
Al fin llegamos a un área techada y nos sacudimos como perros mojados el agua de la ropa expuesta. Riéndonos, nos acercamos a nuestros casilleros y dejamos el paraguas en la parte de arriba.
—Hola gente.
—Hola Eduardo —saludo mientras abro mi casillero, el me abraza.
—Mi cielo, dime Edu, aquí hay confianza —rio asintiendo—oye Lay, ¿Dónde compraste esa chaqueta? Está increíble.
—Mi madre la compró, yo no sé —cierra su casillero apoyándose de él.
—Bueno a lo que venía, tengo entradas para Straberry Punk, este sábado.
—No.
—Si.
—¿Quiénes son? —ambos volteamos a verlo con horror.
—¿No sabes quienes son Straberry Punk? —preguntamos a la vez, luego recuerdo que él no es humano.
—No.
—Son una banda australiana, de música pop rock muy conocidos, me encanta su música y el cantante principal, aunque a veces se comporte como un patán engreído, es muy sexy.
—Con más razón tienes que venir con nosotros, sino sabes quién es —se encoje de hombros.
—Claro —Eduardo se recuesta del casillero feliz de que aceptemos—Edu...
—Eduardo para ti, solo ella me dice Edu —Lay rueda los ojos.
—Quiero que me hables de esos pósteres que están allá, ¿Tú los hiciste? —se le ilumina el rostro, ambos se van dejándome extrañada.
Comprendo la razón por la que Lay se llevó a Edu cuando veo a Eddy y su grupo entrar en escena. Intento hacer de la vista gorda porque no sé cómo saludarlo y mucho menos ahora que está con su grupo y Lisa.
Pero es algo que no puedo evitar y no tuve que hacer gran cosa ya que él se acerca rodeándome por la cintura con un brazo, me giro sorprendida recibiendo su radiante y hermosa sonrisa.
—Hola Bianca —me saluda con un beso en la mejilla dejando a medio pasillo en silencio.
—Ho-hola Eddy —miro de reojo a todos incluso a Lisa que nos ve con una seriedad peligrosa.
Se acerca a mi oído aumentando los murmullos a nuestro alrededor, su grupo incluyendo a Erick no salen de la impresión, aunque a este último se le nota la molestia en la cara.
—No tienes porqué evitarme en la escuela.
—Es por eso —le señalo alrededor con la cabeza.
Se endereza mirando a todos con seriedad.
—Nada se les ha perdido, fuera —las personas empiezan a dispersarse excepto su grupo y el mío—¿Te parece si salimos este viernes?
—Claro —sonrío perdiéndome en sus ojos claros.
¿Como puede ser tan perfecto?
Salgo de mi trance para ver a los demás, en especial a Lay que se acerca a Lisa, pero ella se aparta caminando hacia nosotros.
—Hola Bianca —se detiene al lado de Eddy, no dejo pasar la mirada que él le lanza y me deja con un mal sabor de boca.
—Hola Lisa.
—Siendo mi mejor amigo, no me contó nada de lo que hay entre ustedes —lo mira de reojo, casi matándolo con la mirada.
—¿Por qué debe contarte? —lo que pensé lo dijo Eduardo deteniéndose a mi lado—No te metas.
—Tú no te metas Eduardo…
Su primo me rodea por los hombros.