Cupido Rebelde

Capítulo 26

Lay

Sábado, 17 de noviembre, 6:00 p.m.

Lo he arruinado por completo, nunca debí haberle dicho lo que sentía a Bianca, la culpé cuando lo hizo con Eddy y yo hice lo mismo con ella.

Ahora la he confundido y cada día siento la necesidad de enviarlo todo a la mierda y disfrutar del momento con ella, aunque sea corto; llevarla entre mis brazos a un lugar lejano y besarla hasta no poder más, pero estoy diciendo cosas que son imposibles.

He venido a la ciudad con Eduardo para comprar los trajes para el baile, bueno a acompañarlo, porque yo no lo necesito, mientras que Bianca vino para ir de compras con su hermana. Como estaba aburrido acepté la invitación.

—En serio, siempre lo supe, sabía que tu sentías algo por Bianca —ríe—debería comprar la lotería ¿verdad? Siempre acierto cuando pienso en algo.

—Ya, al parecer todos lo sabían menos yo mismo.

—Bueno y ¿qué esperas? actúa rápido, aprovecha el error del estúpido de Eddy.

—No voy a forzar nada, ya hice demasiado al decirle que me gusta.

Niega con decepción.

—Vales la pena mil veces que Eddy que no sabe ni lo que quiere con su vida, salvo a Lisa en ella —suspira—si supiera que ella nunca lo verá como más que un amigo, no estaría de idiota.

—¿Lisa no siente nada, ni un poco, algo por Eddy? —pregunto mientras entramos a una tienda de caballeros.

—Nada, ella está enamorada de otra persona.

—¿Quién?

—Hola chicos —Erick saluda con emoción desde el otro lado de la tienda, atrás viene Eddy y otro chico.

—Erick, coincidimos hoy —asiente emocionado.

—Casi media escuela está hoy en el centro comercial, hace un rato nos encontramos a Bianca y su sexy hermana —ruedo los ojos mirando hacia otro lado.

Eddy y yo compartimos miradas que significan mucho y por eso optamos por mantenerlos en silencio.

Nos alejamos en cuanto se vuelve tensa la situación.

—¿Conozco al chico? —vuelvo a indagar, pero me corta.

—No intentes averiguarlo Lay, por más que deteste a mi prima, esto es algo de lo que no me compete sino a ella y sí, conoces a la persona que le gusta, conocemos a esa persona.

No sé quién puede ser, ella habla con media escuela, para no decir la escuela completa y nunca la he visto interesada en alguien, salvo en mi cuando la conocí.

Eduardo compra un traje azul marino e intentó convencerme de que comprara algo, pero no me alcanzaría para la corbata siquiera.

Me pagan una miseria en esa heladería por más que haya aumentado por mi la clientela.

Salimos del centro comercial, para tomar el autobús cuando siento que alguien me llama, no literalmente, sino que siento que debo ir a algún lado. Me disculpo con Eduardo y me dejo llevar por la sensación.

Termino siguiendo a una señora que lleva unas bolsas al parecer pesadas. No sé por qué, pero siento que la conozco, cruza la calle y me detengo mirando el lugar, siento que todo es conocido sin saber por qué.

En ese momento pierdo de vista a la señora que seguía y me quiero golpear por estúpido, tal vez ella me lleve a mi vida olvidada. Tal vez sea mi mamá.

Que idiota.

Le escribo a Bianca para saber dónde está y me envía la dirección de la residencia. Al llegar me espera sentada en la entrada, tan tierna como siempre, vestida con ese abrigo tres tallas más grandes que ella que la hace ver de una manera tan bonita y solo me dan ganas de abrazarla.

Otros siempre la ven de manera sexy y una belleza peculiar y no se los discuto, pero yo la encuentro además adorable y me gusta esa parte de ella. Sin importar lo que sea siempre será la chica torpe que conocí y la que me ha enamorado con su forma de ser.

Alza la mano en cuanto me ve y troto hasta ella.

—¿Puedes creer que mi hermana me pidió que me quedara y ahora se fue con su nuevo novio? —sonríe.

—Y eso te hace feliz.

—Me hace feliz porque es el doctor que odiaba, y ahora es mi cuñado, quiere que vayamos a almorzar mañana —da unos saltos de emoción—¿Quieres subir?

—Claro.

—¿Cómo te fue? ¿viste algún traje que vayas a copiar? —niego.

—Buscaré en internet —ríe.

Ignorar el hecho de lo que pasó ayer es un modo de escudo para ella y aunque quiera con todas mis fuerzas abrazarla y disfrutar de su cercanía, es lo mejor para ambos, porque últimamente se me está haciendo difícil.

—Algo extraño me pasó esta tarde —comento una vez que estamos dentro de la diminuta habitación.

Se sienta en la cama y me invita a hacer lo mismo, hay otra cama del otro lado y en el medio dos escritorios. Me siento a su lado y le cuento lo que pasó con la señora y me regaña por haberla perdido de vista.

—Vamos a tener que volver y seguir el mismo recorrido a ver si encontramos a la señora nuevamente.

—Puede que funcione, pero que probabilidad hay de que la volvamos a ver, hay miles de personas que vemos una vez y no volvemos a verlos nunca más.




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