Bianca
Domingo, 18 noviembre, 9:15 p.m.
Me encierro en mi habitación enojada con Lay.
¿Quién se cree para controlar mi vida?
Creo pensar que lo hace porque quiere irse, debe de estar harto de mí y toda esta situación y no lo culpo, hasta yo estoy cansada. Y estoy siendo egoísta porque el necesita resolver su situación y no lo estoy ayudando.
Me cubro el rostro aplacando mi llanto cuando escucho la puerta abrirse y cerrarse, para segundos después sentirlo arrodillarse frente a mí.
Toma mis muñecas apartando mis manos de la cara, me mira a los ojos transmitiéndome seguridad.
—Perdón, nunca quise decirte qué hacer —me limpia las lágrimas y se sienta a mi lado.
—Perdóname a mí, sé que necesitas irte y yo no te estoy ayudando, pero no quiero que te vayas y eso me hace ser egoísta —gimoteo, limpiándome con la manga de la sudadera.
—Te dije que no tienes que resolver un problema que no te compete Bianca, esto lo resuelvo yo y te juro que no quiero irme. Necesito saber de mi vida por eso debo hacerlo, es horrible no saber nada —asiento entendiendo.
Puedo entender lo estresante que sería no recordar nada de tu vida, aunque no me haya pasado.
Me separo de su abrazo.
—No llores más, no hay razón para hacerlo ¿ya? —asiento—bien, tus padres acaban de llegar, que no te vean así.
Suspiro y me limpio las mejillas.
—No me has respondido.
—¿Qué cosa? —su confusión se hace notable.
—¿Irás al baile conmigo?
Finge sorpresa y hace una expresión de diva que me causa risa.
—Pero quiero mi ramillete, sino no voy—frunzo el ceño a la vez que me rio—claro que iré contigo.
Lunes, 19 de noviembre, 12:15 a.m.
A penas tenemos tiempo para respirar con los trabajos que nos han puesto, no fue sino hasta la hora del almuerzo que pudimos respirar. Todos parecemos zombis caminando a la cafetería.
Nos sentamos en la mesa de siempre, los mismos de siempre y engullimos cual pájaros la comida frente a nosotros.
Últimamente Lay se está comiendo la comida de la cafetería la cual decía que era un asco.
Lo codeo haciéndole señas y el ríe robándome comida de mi plato.
—Me gusta esto —Eduardo sonríe señalándonos.
Me sonrojo.
—No es lo que piensas loco.
—¿Cómo que loco? Solo a mí me puedes decir loca, él no.
—Y nos salió posesiva la muchacha —le saco el dedo a mi amigo.
—Bianca —los tres giramos hacia la voz encontrándonos a Eddy.
—¿Mi prima te dio permiso de venir aquí?
—Bianca ¿quieres ir al baile conmigo? —frunzo el ceño.
Miro a Lay que se mantiene callado fingiendo ignorar la situación, sin embargo, puedo ver como aprieta el puño.
—No, ahí viene la mandamás —susurra Edu viendo a su prima llegar.
—Eddy, ¿vamos al baile juntos? —este se gira sorprendido.
Suelto un bufido y vuelvo a comer, aunque no puedo evitar callarme.
—Hacen linda pareja, ¿no creen? —los miro—que sean felices, adiós.
—Bianca…
—Ella ya tiene pareja para el baile —agrega Eduardo callándolo.
—¿Quién?
—Eso no debe importarte —le dice Lay.
—Es Lay —confiesa nuestro amigo, divirtiéndose con la situación.
Nos mira alternamente con una expresión indescifrable de la cual puedo hacerme una idea y Lisa lo toma del brazo.
—Vamos — lo jala y él se deja llevar.
Solo de ver que no puede pensar claro cuando Lisa está cerca, ¿Cómo puedo confiar en que me querrá si se queda sin palabras cada vez que ella habla?
Terminamos de comer y volvemos a clases. Pasamos otro par de horas forzando a nuestras neuronas a trabajar duro hasta el último minuto.
En cuanto suena el timbre me despido de Lay y me voy junto a Eduardo a trabajar en el periódico.
—Bianca, sabes que tengo una página de chismes y noticias paralelo del periódico ¿no? —asiento—¿puedo subir una noticia, acerca de ti?
Me muerdo el labio.
—¿Sobre qué?
—Sería algo como “Eddy el futbolista que no sabe tomar una decisión, perdiendo a una gran chica por la líder de porristas que ni lo voltea a ver”
—Muy largo ese título.
—Bueno, sería algo así ¿me dejas?
—Ya todos lo saben ¿no? —sonríe escribiendo en su blog.
Me encargo de terminar mi trabajo para pasar por el trabajo de mi padre, hoy quiere que vayamos a cenar juntos y no niego una invitación a comer.
Para cuando terminamos muero de hambre, conduzco hasta el hospital y saludo a la recepcionista que me deja pasar sin decir nada.
Si, tal como los compañeros de trabajo de mi madre son como mi familia, los compañeros de mi padre también lo son.
A medida que me acerco a la oficina voy saludando a los doctores y enfermeros que veo. Incluso me preguntan por Blanca.
—Hey, ¿Por qué llegas hasta ahora?
—Tranquilo viejo, estábamos hablando —le contesta un compañero y amigo, ambos se miran mal para luego sonreír y despedirse—salúdame a Blanca —asiento con una sonrisa.
Espero a que mi padre tome sus cosas y salimos.
—¿Quieres conducir?
—No, estoy agotado —se sube al asiento de copiloto y conduzco hasta nuestro restaurante favorito que casualmente está frente a la heladería.
En cuanto aparco mi padre se baja corriendo en busca de comida, yo no puedo evitar echar una mirada hacia allá encontrándola hasta la puerta en una fila.
Me siento extraña de pensar como todas esas chicas solo van a coquetear con mi cupido.
No sé cómo me nota desde la distancia, pero lo hace y me saluda, le respondo antes de entrar al restaurante donde mi papá ya había pedido por mí. Por suerte me conoce tan bien que sabe lo que quiero.
—Después de aquí ¿vamos por un helado?
—¿Qué? —entro en un estado de alarma ansiosa—no, no tengo ganas.
—Pero yo si —sonríe y noto un atisbo de maldad en ella—me acompañas y de paso saludas a tu amigo —eleva una ceja.