Bianca
Sábado, 5 de enero 3:00 p.m.
Como los últimos dos sábados llevo viniendo al hospital con Lay para visitarla y hacerle compañía. Le di espacio a Lay, porque lo necesitaba, descubrir todo esto es abrumador, tanto que no le insistí en volver a casa conmigo, aunque su distancia hacia mí me duele, intento ponerme en su lugar.
Hoy quise traerle un pastel a la señora Cristina y me ha invitado a su casa que queda cerca del centro.
Tomamos un autobús porque le he prestado el auto a mi hermana.
—Aquí estuvimos antes —asiento reconociéndolo—tal vez la vi a ella.
—Que lindo lugar.
—Si, nos mudamos tres años antes de que naciera Nico, pero creo que voy a tener que vender la casa y buscar un lugar más pequeño porque la deuda del hospital está subiendo, tuve que vender el auto y algunas joyas.
—¿Por qué no alquila cuartos a chicas universitarias?
—No lo había pensado, tal vez lo haga porque el trabajo me pagan bien, pero no alcanza para pagar los gastos de la casa y del hospital —le extiendo el pastel y lo lleva a la cocina—ven.
La casa es acogedora y grande, un poco más pequeña que mi casa, sin embargo, es muy bonita. Tiene cuadros familiares en algunas paredes y mesas, en la cocina hay una gigante de Lay y su hermana de niños.
Me sirve un trozo y se sirve uno.
—Cuéntame Bianca, ¿tienes novio?
—No señora.
—Deja de llamarme señora, dime solo Cristina —asiento dándole un mordisco—¿Por qué no tienes novio? Veo que eres una chica interesante y linda.
—Bueno, estuve enamorada de un chico durante mucho tiempo y lo intentamos, pero no funcionó, ni siquiera llegamos a ser novios.
—Que lástima —niega agitando la mano—cambiemos de tema ¿Cómo pasaste año nuevo?
—Mi hermana fue al pueblo y la pasamos juntas, se había enojado porque no habíamos puesto el arbolito para navidad y nos obligó a ponerlo el día de mi cumpleaños, terminamos comiendo pastel frente al árbol y llenas de escarcha —ríe y me quedo viéndola, notando el parecido que tiene con Lay, lo miro a él que se mantiene de espalda con la mirada en la ventana.
—No es que sea chismosa ni nada, pero tu hermana y ese doctor ¿tienen algo? —ahora rio yo.
—Si, aunque quieren mantenerlo en secreto, no sé cuánto tiempo —asiente.
—Pero no son muy buenos ocultándolo que digamos —niego riendo.
—Se lo dije cuando los vi la semana pasada, se miran embobados.
—Es cierto —come un trozo y se saborea—muy bueno… ¿este año irás a la universidad?
—Si se-Cristina, pienso estudiar medicina.
—Como tu hermana.
—Y mi padre —abre los ojos admirada.
—Son familia de doctores, entonces.
—Algo así, mi madre es policía, jefa de la jefatura de Florencia, pensaba estudiar criminalística porque también me gusta, solo que ahora estoy convencida de estudiar medicina, tal vez más adelante mi incline por la medicina forense —arruga el rostro.
—Examinar cadáveres —asiento con una sonrisa—eres valiente.
—Eso dicen mis padres.
El timbre suena y se excusa para ir a ver quién es.
Observo a Lay que no se ha volteado en ningún momento, quiero levantarme y darle un abrazo, siento que lo necesita.
—¿Amiga? Nunca he escuchado de ella —escucho una voz de hombre aproximarse hacia acá.
Me giro observando a un joven pelinegro de ojos grandes azules y mandíbula marcada, hombros anchos y alto como Lay.
—Hola —me dice.
—Bianca él es Carlos, el mejor amigo de Nico —me levanto obligándolo a bajar un poco la cabeza.
Si, mi tamaño intimida.
Le extiendo la mano y la toma estrechándola con algo de fuerza.
—Disculpa mi atrevimiento, pero Nicolas nunca me habló de ti —sonríe.
—Lo sé, yo tampoco le hablé a mis conocidos de él.
—Se enteró visitando a su hermana al hospital, siéntate, te serviré pastel que hizo ella —se sienta emocionado.
—¿Qué haces aquí hoy?
—¿Que hace usted aquí hoy? Fui al hospital a saludarla y me dijeron que se había ido a casa.
—Si, como ella me había traído pastel quise comerlo en casa y estar más cómoda, lejos del olor a hospital
—Y ¿Cómo conociste a Nico? —se dirige a mí.
Vuelvo a relatarle la historia inventada y por suerte se la cree.
—Qué raro que no me habló de ti, le gustaba alardear de sus conquistas, tal vez eras especial.
—¿Desde hace cuánto eres amigo de Nicolas? —le pregunto.
—Desde los doce, ¿verdad señora Cristina? —esta asiente—soy como el hijo perdido de ella, pasaba más tiempo aquí que en mi casa.
Hablamos un rato más y su amigo me termina agradando, aunque yo a él no mucho, aun no me toma confianza. Desde que llegó, Lay no ha dejado de mirarlo.
—Sino es mucha molestia quisiera ver su habitación.
—Carlos llévala por favor —noto nostalgia en su mirada, este asiente levantándose.
Lo sigo hacia las escaleras con Lay atrás.
—Ella no ha podido entrar desde el accidente, una vez lo hizo y lloro todo el día.
—Que imprudente, no lo sabía.
—Está bien cómo ibas a saberlo…entonces, estás en tu último año de secundaria.
—Si.
—¿Eres menor aun? —frunzo el ceño.
—Eh, no, cumplí el treinta de diciembre los dieciocho.
—No me mires así, es que aun noto que es raro que Nico no me hablara de ti, tal vez es porque eras menor que él, como me contaba todo, habrá pensado que lo regañaría. Sabes que salir con chicas menores significa problemas.
—Es entendible —abre la puerta y me deja pasar.
Lay se detiene a su lado y lo mira fijamente.
—Quiero tocarlo —estira su mano hasta tocar su brazo, erizándolo.
—¿Qué pasa?
—Sentí una corriente extraña —mira a todos lados—mejor te espero abajo, tomate tu tiempo —sale sin esperar mi respuesta.
—Que miedoso. Sentí una conexión con él, eso habrá sentido, mi presencia.
—Es bueno ¿no? —recorro la habitación con cuidado.