Cupido Rebelde

Capítulo 37

Bianca

Domingo, 20 de enero 11:10 a.m.

Se fue

Caigo sentada en la banca de la ventana llorando. Aunque fue corto, fue hermoso y duele demasiado saber que nuestro amor termina de esta manera.

Mis llantos alertan a mis padres que entran sorprendidos.

—Bianca ¿Qué pasa?

No quiero preocuparlos y les cuento sobre Nicolas mientras intento calmarme. Quiero olvidar todo ya para que no duela más.

—Bianca tranquila, él va a despertar, hay que tener fe.

—Fe y esperanza, mi vida —me acaricia mi madre—trata de calmarte y ser positiva.

Como quisiera decirles lo que sucede en realidad, necesito alguien que me apoye y no tengo a nadie.

Me dejan sola y eso hace que llore más, me acuesto acariciando el collar que me ha regalado.

Durante mucho tiempo creí que el amor mientras más tiempo pasaba era verdadero y más fuerte. Pero ahora creo que el amor estando con la persona indicada puede ser tan fuerte y verdadero desde el día uno hasta al final.

Quisiera no tener que olvidarlo, desearía tanto no hacerlo.

Se me ocurre una idea por lo que me levanto de la cama casi corriendo hasta mi escritorio, saco una libreta y comienzo a escribir, espero que esto funcione.

Escribo todo lo que sucedió entre Lay y yo desde que nos conocimos, que es, que vino a hacer y cómo nos enamoramos.

Terminó siendo casi un libro de todo lo que escribí. Casi a las once de la noche terminé y caí rendida hasta la mañana siguiente.

Espero recordarlo con esto.

Martes, 22 de enero 7:40 a.m.

Ayer falté a clases solo para ir a ver a Nicolas, esperando a que me dieran noticias de él, pero su madre me dijo que todo sigue igual. Lo extraño es que aún recuerdo a Lay.

¿Tal vez hicieron algo con él que no podrá volver a la vida?

—¡Bianca! —me sorprendo—Dios, te estoy hablando—se acerca Eduardo—pareces un zombi caminando por la escuela ¿Qué sucede?

—Nada, esto desanimada —sonríe negando y rodeándome con su brazo.

—Oye, solo se fue una semana, no es como que no vaya a regresar —abro los ojos pasmada en su dirección.

Lo recuerda.

—¿Hablas de Lay?

—¿De quién más? —me empuja la frente con su dedo—estás tan enamorada que no puedes estar una semana separada de él, además estoy molesto contigo, no viniste a clases ayer y tuve que hacer el doble de trabajo.

—Lo siento.

Ahora estoy más preocupada que antes, tal vez lo convirtieron en un alma en pena.

¡Ay no!

Todo es mi culpa, nunca debimos haber salido.

¡Que hice!

Todo el día me perdí en mis pensamientos, culpándome una y otra vez mientras acariciaba el collar.

No tengo modo de contactar con él, lo intenté enviando un mensaje al celular que le di, pero no hay cobertura hasta el más allá.

—Bianca —Eddy trota hasta llegar a mi—¿Qué pasa? Has estado rara todo el día.

—No me siento bien, eso es todo —asiente comprendiendo.

—¿Por qué Lay no vino?

—Se fue, a visitar a la abuela enferma y no sé si regresará… está teniendo problemas.

—Lo siento por preguntar… ¿Quieres ir por un helado? —a la única heladería del pueblo, donde Lay trabajaba—rayos, perdón —habré puesto mala cara—que idiota… olvídalo solo quería alegrarte un poco, mejor te dejo, si necesitas algo me dices.

—Gracias por preocuparte, pero no vas a entenderme —digo sinceramente—mejor me voy y suerte en el partido de esta noche.

Me subo a mi auto y conduzco al trabajo de mi papá, estar sola en casa me sienta mal, aunque tampoco es mejor estar en un hospital.

Mi padre me hace pasar la tarde en el área infantil, contándole cuentos a los niños hospitalizados y jugando con ellos.

Me alegró mucho distraerme con los niños, sin embargo, la idea de volver a casa me perturba, todo me recuerda a él.

Vivía conmigo en esa habitación, tenemos historia, historia que debería haber olvidado.

Volvemos a casa y me quedo todo el tiempo que pueda en la sala, converso con mis padres un rato y los ayudo a limpiar. Todo para no tener que ir a mi habitación y sumirme en la tristeza.

Pero ya es muy tarde y debo afrontar la realidad.

Me despido de mis padres y subo las escaleras con pesadez.

Enciendo la luz cerrando los ojos con fuerza, lo extraño tanto que me lo imagino sentado en la banca de la ventana.

—Hola Bianca —su sonrisa.

—Estoy enloqueciendo —dejo la mochila a un lado y me dirijo al baño.

—Bianca te estoy hablando —salgo confundida, pestañeo un par de veces y niego—soy yo boba —me quedo pasmada en el lugar.

Lay se acerca lentamente hasta tomar mi mano y no lo pienso, me lanzo a sus brazos llorando por la mezcla de sentimientos que se me acumulan en el pecho.

El de igual manera, me abraza con fuerza, acariciando mi espalda con suavidad y nos quedamos mucho tiempo así.

—¿Qué haces aquí? ¿Hice algo? No te olvidé, estoy feliz de verte —me separo mirándolo confundida.

—Sentémonos por favor —me baja con suavidad y me lleva hasta la banca.

—Te acusaron ¿verdad? Todo es mi culpa…

—No lo es, siéntate y escúchame por favor —cierro la boca sorprendida de su tono.

—¿Estás enojado? —suspira—lo sabía, estás enojado conmigo, pero no me lo quieres decir.

—No es contigo, es la situación que te voy a explicar si cierras la boca unos minutos Bianca, ¿Qué comiste hoy? —sonríe jalando un riso.

—No sé, no coordino mi boca con mi cerebro, aún estoy procesando tu presencia aquí —toco toda su cara cerciorándome que sea cierto.

—Me dejaron volver.

—¿Por qué?

Se queda callado y eso me pone en alerta. Siento que no me va a gustar.

Toma mi mano con calma, intentando retrasar lo que tiene por decirme y eso no ayuda a que mi mente deje de imaginar cosas malas.

—No pueden ayudarme hasta que no termine mi trabajo y ese es hacer que tengas novio, específicamente Eddy ya que sale en la base de datos de la agencia y no lo puede terminar nadie más que yo porque soy el cupido a cargo —se queda callado estudiando mi reacción.




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