Cupido Rebelde

Epílogo

Nicolas

Un año después

Esto es una locura, descubrir que una chica a la cual nunca has visto, pero que te resulta familiar te visitó mientras estabas inconsciente. No sé si es el destino, si Dios me lo mandó o algún ángel.

Me reúno con Augusto en la cafetería de la universidad, necesito a mi amigo para desahogarme. Se siente tan extraño que él esté por graduarse y yo sigo atrapado en mi segundo año de universidad. Tuve que volver a empezar porque perdí casi todo el año.

—Esa cara de estreñido ¿Qué te perturba? ¿la mierda atorada?

—Imbécil —se ríe—es Bianca.

—¿Qué pasa con ella? ¿se hartó de tu indecisión?

—No, es más me estoy enloqueciendo con la idea de que me deje algún día —sonríe ampliamente.

—Te has enamorado a lo imbécil —asiento—está bien, esa mujer te ha querido desde que estabas en coma, yo no la dejaría ir.

—Es que tengo miedo amigo.

—¿De qué? A ver —apoya los codos sobre la mesa.

Nunca me había sentido así por una chica por eso es que me asusta.

—No entiendo cómo, pero esa chica me tiene loco, desde que la vi en el hospital, sentí un apego, una familiaridad y un deseo de tenerla conmigo ¿es normal?

—Es normal, te flechó, te enamoraste en cuanto la viste.

—Pero ¿cómo? Nunca me había pasado —restriego mi rostro—¿Qué hago?

—Dile lo que sientes.

—No puedo, la embarré.

—¿Qué hiciste? —lo miro.

—Le dije que fuéramos amigos porque no quería una relación…

—Y todo lo del beso en el hospital ¿Qué fue?

—Solo jugaba, tenía dos años dormido quería algo de acción —quiero cachetearme—desde ese día somos amigos y no he podido sentirme peor por estar perdiendo el tiempo sin salir con ella.

—Bueno díselo, mira ahí viene —Bianca entra a la cafetería con ojeras y un par de libros en la mano, parece que no ha dormido en días y eso pasa cuando un parcial se acerca, pero aun así se ve tierna y bonita—Bianca —la llama.

Ella alza la mano y en cuento me ve sonríe.

Se pide un café grande y se acerca a nosotros dejándose caer en la silla a mi lado.

—Estoy muerta y no lo sabía.

—¿De qué hablas?

Saca del folder un examen donde está la F en grande.

—Me quiero morir, creí que había estudiado, no sé en qué pensaba, en Nicolas tal vez.

Y sus indirectas que para nada lo son.

—Y yo ¿Por qué? —me fulmina con la mirada.

No es secreto que ella esté enamorada de mí, me lo dijo a la semana de vernos y por eso le dije que necesitaba recuperarme, me asusté.

Augusto se levanta sabiendo que necesitamos privacidad. Me hace señas que entiendo perfectamente y se marcha no sin antes despedirse de Bianca.

La observo beberse el café de un sorbo y recogerse el cabello que brilla con una intensidad única.

Siempre que me pierdo en su mirada, me siento en casa, refugiado, seguro y feliz, tanto que me aterra. Ni siquiera la conocía bien cuando empecé a sentir todo esto y desde que la vi muy amable con un compañero de clases se me encendieron las alarmas, los celos y el temor se me acumularon en el pecho sin saber cuál predominaba.

La quiero, lo sé, pero no sé cómo abordarla, como decírselo.

—Ya ¿qué pasa? —me saca de mi ensoñación—si estoy fea despeinada y ojerosa, ni me lo digas, ya lo sé.

—No es eso —ladea la cabeza.

—Entonces…

—¿Quieres caminar un rato?

—Quiero dormir, mejor —se levanta tomando sus cosas—vamos igual iba a casa.

Salimos de la cafetería caminando por el campus. Le quito la mochila para ayudarla, pesan demasiado. ¿Cómo puede cargar esto a diario?

—Me dirás ¿qué te pasa? O tengo que intentar leerte la mente. —me toca la sien—déjame adivinar, te quieres tatuar mi cara —sonrío negando—pero no sabes cómo pedírmelo sin que me asuste.

—Adivinaste.

—Déjate de bromas —miro mis pies sonriendo.

—Me la paso bien contigo —le digo sinceramente—me gusta, tanto que me asusta —se detiene mirándome—me gustas Bianca y quisiera que aceptarás una invitación a cenar conmigo.

—Al fin lo admites —se toma el resto del café con tranquilidad.

Me ha dejado pasmado al tomárselo tan tranquilamente, ¿Qué? ¿acaso era obvio?

—Salgamos.

—¿Lo sabias? —asiente con su clásica sonrisa que me llena de vida.

—No eres muy discreto que digamos y ya nos hemos besado más veces de la que hemos salido —ríe—solo te estaba dando tiempo a que lo aceptaras.

—Bianca, ¿Por qué? ¿Por qué esperaste tanto por mí?

Admiro y respeto a esta mujer frente a mí.

—Si te esperé sin saber si despertarías, imagínate ahora.

Tengo que sentarme, me siento mareado.

—¿Te sientes mal? Te ves pálido —se sienta a mi lado preocupada.

—¿Desde cuándo se me notó que te gustaba? —me sonríe incomoda.

—Sino sabes tú… desde la tarde que pasé con tu madre y tú donde apareció tu hermana y te defendí… me miraste durante todo el día hasta que me incomodó, pero días después siempre que hacía algo tenías esa mirada y me decías tierna y loca, pero de una manera linda.

Aunque en realidad me empezó a gustar desde que la vi por primera vez.

—Y aun así me esperaste.

—Te dije que me gustabas y mientras tu no me dijeras que no, yo puedo esperarte si me da la gana, además se sobreentendía con tus “besos de amigos” —se burla—que estabas sintiendo algo por mí.

Que estúpido.

—Muy estúpido sí —rayos pensé en voz alta—Entonces… ¿Qué día saldremos? —me sonríe.

—Por eso me gustas, porque estás loca.

—Lo sé —sonríe tomando mi mano a la vez que bosteza.

—Necesitas dormir, urgentemente —asiente—vamos te acompaño a tu residencia.

No camina, sino que me mira mordiéndose el labio.

—¿Qué pasa ahora?

—¿Me darías un beso de amigos? —ruedo los ojos con una sonrisa ladina.

—No, vamos a hacer las cosas bien.

—Ay por Dios, la semana pasada me besaste y ahora me lo niegas —dice molesta, rio al verla caminar enojada.




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