En el mundo, habitan diferentes tipos de personas. Buenos, malos, gordos, flacos, gente bella y otros, no tanto. Hay una diversidad inmensa, que varía dependiendo de cada persona. Sin embargo, hay dos tipos de personas en las cuales me enfocaré principalmente. Personas completamente distintas a las que denominaré; cupidos y flechados. Empecemos por estos últimos. Mis adorados flechados. Los consentidos de Dios. Seres humanos que poseen una suerte inaudita. Personas que no tienen que sufrir para conseguir lo que desean. No digo que tengan las cosas demasiado fáciles, pero sé, por experiencia propia, que personas como ellos, siempre llevarán las de ganar en cualquier ámbito. Escuela, trabajo, vida social y, sobre todo, el amor.
La vida les concedió el don de la fortuna. Pero, no todo es bueno en ellos. Está bien, tal vez hablo por celos, pero mis celos son justificados.
Esos chicos pueden tener todo lo que desean. Pueden ser bellos físicamente y ser todo lo perfectos que deseen, pero, dentro de esa perfección, se oculta su mayor desventaja; su maldita soberbia. Su vanidad y su egocentrismo. Todo eso sumado al hecho de que la mayoría de los flechados que he conocido, ni siquiera son capaces de salir de sus problemas por si solos.
El segundo grupo es, como ya dije, muy diferente a este. Son los llamados cupidos. Personas que no fueron tan bendecidas como los flechados. Carecemos, (y digo carecemos, porque fielmente me considero un cupido), de cualquier clase de belleza física, o habilidad atlética. En la escuela, muchas veces nos llaman nerds, raros, frikis y otras tantas cosas. Tenemos suerte si es que podemos pasar inadvertidos y hacernos invisibles. Sí, lo sé, suena a cliché, pero es real. No es esa maldita fachada que muchos flechados usan para hacerse ver "interesantes" no, esto es real, lo sé, yo lo viví.
Nosotros los cupidos, no tenemos la suerte que ustedes, los flechados poseen, ¡SÉPANLO! Nosotros tenemos que esforzarnos el doble, para conseguir las metas que nos trazamos y, aun así, muchas de las veces, no importa cuánto nos esforcemos, no logramos nuestro cometido. No quisiera decir que todo eso nos hace menos que los flechados, no, para nada. Es cierto, carecemos de algunas de esas cualidades, pero, tenemos virtudes que la mayoría de los flechados no tienen.
Numero uno; somos fieles.
Numero dos; sabemos escuchar.
Número tres; sabemos esforzarnos mucho.
Y personalmente, la virtud número cuatro, esa que logré desarrollar con el paso de los años; somos expertos en actuación. Verdaderos maestros ocultando nuestros sentimientos y emociones.
Es cierto, esta no es una historia de amor, es más bien, una especie de tragicomedia. ¿Qué esperaban? Es la vida de un cupido, así que no, no habrá romance, bueno, tal vez, si las cosas cambiaran, o tal vez, si tu mente decide jugar contigo, tal vez y solo tal vez, encuentres algo de romance en esta historia.