Curvas Intrépidas

Prólogo

Sira prestaba atención a todo el bullicio de personas que se movían de un lado a otro cargando neumáticos, acomodando piezas, mirando sus computadoras con unos audífonos parecidos a los de ella.

Todos vestían iguales con una camiseta y pantalones negros, algunos con camisetas blancas y solo dos de ellos llevaban un gran traje blanco y gris mientras se colocaban un casco en la cabeza.

Sira le había preguntado varias veces a su padre porque ellos dos se vestían diferentes al resto y él le había respondido una y otra vez que era porque ellos necesitaban un traje especial para manejar el auto de la empresa. Ella sabía lo que era correr, su padre le había regalado un gran auto naranja y blanco y siempre que ella asistía a las carreras, su padre la buscaba en un pequeño cuartito, que tenía un gran televisor, luego de que terminara la carrera para llevarla a manejar por la calle de los boxes.

A Sira le fascinaba. Le encantaba la sensación del viento pegándole en la cara y sus trencitas volando detrás de ella, pero su auto no iba tan rápido, solo disfrutaba de esas sensaciones cuando su padre la llevaba en su auto con la ventana baja.

-Sira, ya es momento de que te pongas los audífonos, cariño-le avisó su madre, Sira vió como los dos chicos especiales subían a sus autos.

-Sí, mami-obedeció estirando la mano para alcanzar los audífonos que le habían obsequiado exactamente igual a los que usaban todo el equipo.

-Escúchame, quiero que vayas y te quedes en la mesita que el equipo te ha preparado, solo te quedarás esta vez, ¿Lo comprendes Sira? No puedes estar en los boxes-sabía que su mamá hablaba en serio, por lo tanto, se limitó a asentir efusivamente- De acuerdo, ponte los audífonos y ve a sentarte-dijo tocándole la punta de la nariz.

Sira la obedeció y camino hasta una pequeña mesa en la esquina de la habitación que apuntaba al televisor. En todos los años que sus padres llevaban viajando junto a ella por su trabajo jamás la habían dejado entrar con ellos allí, pero esta era una ocasión especial.

No sólo se habían quedado sin niñera para ella, ya que la mujer que la cuidaba durante las carreras había sido descubierta robando unas camisetas de su madre, sino que también había sido su cumpleaños. Sira sabía que su madre podía conseguir una niñera solo chasqueando los dedos, pero había pedido como regalo de cumpleaños que la dejasen estar con ellos durante el trabajo.

Tardaron tanto en responder que Sira pensó que se negarían, pero resultó ser que estaban pidiendo permiso al director del grupo.

Eso había sido tres días atrás y ahora estaba lista para ver una carrera desde la visión de sus padres, podía ver cómo los mecánicos cambiaban las ruedas del auto y como pasaban todos los autos delante de ella, solo que no podía oírlos. Según sus padres, era muy pequeña para un ruido tan fuerte.

Pero estando allí, viendo como su madre hablaba con uno de los chicos especiales y como su padre revisaba el auto una última vez antes de mandarlo afuera, se sintió como en casa.

Y cuando el chico con el que había hablado su madre pasó la línea de meta y declararon que había recibido el Gran Premio de Japón, sintió que no había otro lugar en el que quisiera estar.




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