La oscuridad a mi alrededor es tan densa que, por momentos, siento como si mi alma quisiera desprenderse de mi cuerpo. Hay dos cosas de las que estoy absolutamente seguro. La primera es que el poder que poseo es tan grande como las maravillas de CYDENT, mi tierra querida, un rincón remoto del futuro donde la naturaleza se despliega en formas excéntricas y los seres que habitamos somos superiores a todo lo que el pasado pudo soñar. Es un mundo único, inigualable.
La segunda certeza es más cruel: no tengo derecho a amar a quien deseo. Cada minuto que vivo podría ser el último. Siento cómo la vida se me escapa, instante a instante, mientras la belleza del mundo se desvanece a mi alrededor. Vivo atrapado en esta agonía, sabiendo que estoy al borde del abismo. Cada respiro es una lucha contra el tiempo, cada latido una cuenta regresiva hacia el fin. Sin embargo, en ella, especialmente en su dulce mirada, encuentro consuelo, un alivio prohibido que, aunque me tortura, me ofrece un destello de paz.
Ahora, en esta oscuridad sin fin, solo una verdad permanece: el momento que siempre temí ha llegado.