Los asombrosos cambios de la naturaleza son inexplicables y a su vez excitantes; cuando el día se convierte en noche, y la noche en noche más oscura de lo normal, el frío en caliente que lastima, y el caliente en frío que acaricia, comienzas a cuestionarte.
—¡No digo yo!
—Shhhh. — En CYDENT no existe la tarde, o es de día o de noche; constantemente vienen visitantes de otros planetas. Para la gran mayoría le resultan interesantes los cambios, en especial del clima, bastante variado, me permito decir, una de las pocas cosas que no han cambiado.
El suave morado de las plantas brilla tanto que destila plateado; deslumbra junto al azul marino intenso del cielo en horas de la mañana, convirtiendo nuestra hábitat en la más exótica y fascinante del universo. Les aseguro que es lo más hermoso, pero no tan extraño de la nueva tierra. Al llegar la noche en eso de las 3:05 PM, todas las plantas se tornan naranja intenso con las puntas doradas; así mismo el cielo se convierte en negro con destellos azules... Brilla tanto que es casi imposible mirar sin unas gafas; como de costumbre, siempre hay un "casi" que se transforma en excepción. Los llamados Durphus son una de las siete especies de gigantes que existen en la tierra, caracterizados por ver cosas muy brillantes en la oscuridad sin ningún tipo de molestia y poseer un nivel de inteligencia superior.
—Pero si acabas de decir las 3:05PM, ¿no debería estar claro? ¿Y en horas de la mañana? ¿Oscuridad? ¿Por qué rayos mencionas los dupus esos de la oscuridad?
—Se me olvidaba que te quedaste estancado en el siglo XXI, y por si no escuchaste bien, ¡¡DURPHUS!!
—Al parecer también se te olvidó que yo podría ser tú, no me hagas llenarte de más dudas.
—Déjame continuar y ¡no interrumpas! Cada vez estás más molesto.
—Unjú
Con piel pálida, facciones delicadas, delgados pero esbeltos, ojos amarillos y cabellera dorada, es casi imposible mirarlos fijamente sin provocar jaqueca, por eso es recomendable echarse unas gotas en los ojos todos los días al despertar, porque en CYDENT cualquier cosa puede ser letal. Si no se tienen las gotas, utilizar gafas oscuras es la otra solución. Extraño pero indispensable, gigantes olvidadizos suelen sufrir las consecuencias diariamente, aunque hay que destacar que verlos es un doloroso placer; son hermosos.
Aquí es donde nacen dos de mis teorías; para todo caso que considere relevante existe una teoría; esa es la primera; la segunda es mejor evitar que sufrir; por tanto, cada vez que los veo volteo la cara, lo que enoja mucho a JamePhu. Es mi mejor amigo, ¡Sí! Mi mejor amigo es un Durphu, al igual que yo, pero mi condición me hace ser diferente a los de mi especie; es de suponer que yo no debería tener problemas con mirarlos, pero no es así. Casi siempre se me olvidan las gotas esas, y las gafas ni se diga; cada vez que me reúno con él siempre trae unas gafas para mí. Más adelante notarán cuán profunda es nuestra relación. Los Durphus, aunque suelen ser amigables con todos, son muy sensibles, tanto así que una palabra mal dicha puede acabar con su estado de ánimo, y contigo también; es ahí donde entra el peligro.
—¿Por qué?,
—Porque el brillo de sus ojos se multiplica por tres, tanto así que las gotas no hacen ningún efecto; ojos brillantes, más enojo, menos gotas para la vista, menos gafas, es igual a jaqueca por una semana. Matemáticamente, yo lo expresaría así (A+B-C-D) = Jx7.
—Mira, hijo de tu madre, ¿quién te preguntó la forma matemática? ¡Ubícate!
—Ya ok, simplemente me emocioné.
—Esas emociones tuyas sí que son raras,
—¿Puedes hacer silencio?
—Unjú.
No sé si se habrán dado cuenta, y si no lo notarán ahora, al final de sus nombres siempre irá Phu; en mi opinión es una especie de sufijo. No tan solo ellos llevan este caso, sino todos los nombres que derivan de cada especie, tomando en cuenta el nombre de cada una de estas. Es decir, siete especies de gigantes, siete sufijos diferentes. Aunque yo no lo llevo, por ser el jefe de la especie. —De repente, una brisa acompañada de un dolor inesperado me atraviesa, una sensación que nunca antes había experimentado—
—Laiot, en un sueño profundo yace un guardián de secretos, cuya llave es la chispa que el destino aguarda, no lo olvides. —Digo suavemente apareciendo en CYDENT, específicamente en la memoria de Laiot. —
—¿Soy yo o acabo de escuchar la voz de una chica? ¿Hay alguien más aquí además de mi subconsciente? —responde Laiot con voz ronca y frustrada—.
—Puede ser —respondo—.
—Creo que me estoy volviendo loco.
—Quizás sea mi culpa, —una extraña pero malévola sonrisa deslumbra en mi rostro, no visible ante los ojos de Laiot—.
—¡Rayos! Esto está verdaderamente fuera de control.
—Oye, linda, ¿cuál es tu nombre? —pregunta el disque subconsciente—.
—Ya se me hacía raro que no te aparecieras —responde Laiot.
—Estaba en un proceso, te explico; escucho pasivamente, escojo mis mejores argumentos y luego me reporto. Entonces, linda, ¿cuál es tu nombre?
—No necesitas saberlo aún, mi querido.
—¡Ardiente! ¡Me gusta!