07 de mayo de 1990; Hace 11, 060 días.
La vida de Maddie había cambiado drásticamente, ahora le importaba un poco más su aspecto, que su peinado no estuviera desaliñado, que su ropa no se arrugara, una parte de ella, le avergonzaba las actitudes narcisistas que estaba tomando, sin embargo, su corazón bombeaba con demasiado desenfreno cuando Jonathan se encontraba cerca, cuando la saludaba en los pasillos la hacía sentirse en las nubes, como en una ensoñación y las veces que se quedaban platicando creaban una burbuja solo para ellos.
Parecía que todo mundo lo notaba, que entre Jonathan Coleman y Madeleine Bennett existía algo, aquello que muchos anhelaban sentir en algún momento de su vida, amor.
— Podrías decirle a Coleman que te dejará libre el sábado por la tarde... — Había pedido con un ligero reproche Tabata, no quería aceptarlo, sentía que ese chico de ojos bonitos y sonrisa perfecta estaba robando a su amiga.
— ¿O tenemos que pedir cita desde un mes antes? — Comentó con son de burla, Gwen, a pesar de ser bromista, ella también sentía que Maddie cada vez se alejaba más de ellos.
— Dejen a la señorita de Coleman, seguramente ya tiene planes con el señor. — Adam agregó acomodando un mechón de cabello a Tabata.
Maddie se quedó callada por unos segundos, era cierto que últimamente todos sus pensamientos eran dedicados a Jonathan, y sin evitarlo, había dejado a sus grandes amigos en segundo plano, no era su intención, verdaderamente, no lo era.
— Vayamos a la heladería...
— Tú pagarás. — Dijeron al unisón los tres amigos. Trayendo como consecuencia una amplia sonrisa de Madeleine.
— Es un hecho, y será un helado doble.
— Es lo mínimo, niñita.
— Tú no puedes quejarte demasiado, Adam. Maddie siempre te cuenta primero lo que pasa con el señor Coleman. — Tabata estaba celosa con respecto a ello, ¿Por qué tenía que ser Adam el primero? Que algo en su interior decía que era Amelia la primera, aunque tarde, en enterarse de todo. Además, ella siempre se encontraba esperando por la llamada de Maddie para que le contara.
— Únicamente yo, puedo gozar de esos privilegios. Igualmente, no se pierden de mucho, a ella le cuesta formular palabras, se vuelve más tonta. Así que el chisme termina siendo como un quiz para saber qué pasó sin que ella se quede en las nubes.
— Vale, vale, se supone que es tiempo de nosotros ¿No? De momento, dejemos de hablar sobre Jonathan y el estado de desconcentración de Maddie. — Las palabras de Gwen pusieron fin a los comentarios referentes de los chicos, llevando la conversación a los sabores que pedirían ese sábado.
El sábado llegó pronto, Maddie solo hablaba con Jonathan cuando se encontraban en la librería, lo cual habían sido solo dos días en la semana. La chica se terminaba de peinar cuando abrieron su puerta, entrando a su cuarto, aparecía Adam con una galleta en mano.
— ¿No sabes tocar? Pude estar vistiéndome. — Reprochó Maddie al mirarlo de reojo mientras seguía acomodando su lazo. Le gustaba peinarse de media coleta alta, además ese lazo blanco le gustaba porque la hacía sentir más femenina, acompañado de su fleco alto. Se colocó un poco de aerosol fijador.
— ¡Já! Si eres "Señorita Puntualidad", y seguramente no encontraría algo fenomenal. — Maddie se giró indignada hacia el chico que ya se encontraba en su cama.
— Eres un imbécil. — Se limitó a decir, para terminar de retocarse, colocando un poquito más de colorete y brillo en sus labios. — Listo. — Satisfecha, Maddie se levantó girando a Adam. Lo observó meticulosamente, el chico solo miraba al cielo de su habitación. — Rayos, Adam, habló MC Hammer, dice que le regreses su pantalón.
Adam se incorporó, a su gusto, él lucía genial, además todo mundo estaba usando esos pantalones holgados, había unos exagerados que parecían pañal y los de él, tenían mucho estilo. ¡Madeleine no entendería de moda y estilo!
— Perdón, yo estoy a la moda. Y por si no lo sabes, a mí me habló Madonna y dijo que se inspiró en tu estilo de señora para Vogue. — Y con un acto campante, el chico salió de la habitación, dejando a su amiga a mitad de la "discusión".
Madeleine solo pudo sentirse frustrada, ella no se vestía como señora, solo se veía recatada. Antes de salir de su habitación, Adam se asomó por el marco.
— Y para tu información, yo me siento como John Travolta.