Tonta, estúpida,
así me llamo cuando el deseo me alcanza,
cuando el corazón se me vuelve un incendio manso
que no sé apagar.
Te miro desde lejos,
como quien observa un milagro imposible,
y me culpo por esa torpeza antigua
de anhelar lo que no me pertenece.
No es tu cuerpo lo que me falta,
es tu alma respirando junto a la mía,
es esa calma que no tuve,
esa ternura que arruiné con mis sombras.
Quisiera tocarte sin manos,
robarte un pensamiento,
ser refugio donde antes fui tormenta.
Y me repito tonta, estúpida,
porque aún espero que el tiempo
me devuelva lo que arranqué con mis propias manos.
Porque sigo creyendo, contra toda lógica,
que algún día me mirarás sin rencor,
y entenderás que amarte
fue mi manera más torpe
de pedir perdón.