La presentación fue un éxito rotundo. Al final de la tarde me comunicaron que mi proyecto había sido elegido para ser desarrollado,
―Esta noche festejamos ―le digo a Marco apenas contesta mi llamada.
―Espero que sea porque eligieron tu proyecto o porque decidiste salir del closet.
―No eres gracioso, pero hoy me da igual ¡eligieron mi proyecto! Solo necesita un par de cambios técnicos, pero lo eligieron, seré reconocido como arquitecto por muchas más personas. Estoy muy nervioso.
―Felicidades. Sabía que tu proyecto era muy bueno, así que te lo mereces. Nos vemos en la fuente al salir.
―Gracias, en serio, por apoyarme y eso. Hasta entonces ―le digo y cuelgo la llamada. La verdad es que necesitaba contarle a alguien más sobre cómo me sentía y solo lo tengo a él.
A mi familia no le encanta mi profesión. La atención de mis padres está ligada a mi Hermano mayor, él siempre ha sido el de los grandes frutos, todo lo que yo hiciera después del “Reconocido abogado penalista Aarón Black”, que tiene despacho internacional propio y que jamás ha perdido un caso, no es más que un logro tardado.
Al finalizar la jornada laboral bajo a encontrarme con Marco donde acordamos, y para variar, no ha llegado. Espero junto al edificio acristalado de 23 pisos, y luego de unos minutos, me invade esa sensación que da cuando alguien te ve fijamente. No se cómo explicarla, pero sé que todos la han sentido alguna vez, por eso sé que no estoy loco, por eso y porque al levantar la vista, encuentro los mismos ojos que me impactaron esta mañana y a su dueña caminando en mi dirección.
―¿Sabías que muchos dicen que en este edificio trabajan los mejores profesionales del área de la construcción? ―le escucho decir mientras señala con la barbilla mi lugar de trabajo―. Realmente es absurdo, pues me parece el más feo de esta calle.
―Eso me han dicho, pero la gente suele hablar mucho ―respondo en cuanto se acerca―¿Trabajas por aquí?
―Yo intento establecer una conversación casual, y tú ya quieres seducirme. Todos los tipos lindos son iguales. No sé ni que vine a hacer aquí ―dice de corrido y se gira para devolverse por donde vino. Me toma unos segundos asimilar que al parecer la hice enojar y voy tras ella.
―¡Espera! ―le grito mientras voy unos pasos más atrás. Se detiene y suelta una risotada.
―Lo siento, Adam ―dice entre risas―. Debo confesar que me desconcertó un poco que tardaras tanto en venir a buscarme, se supone que el chico va tras la chica que le dice lindo sin pensarlo mucho, pero tú te tomaste tu tiempo.
Intento procesar la información, ¿Solo me estaba jugando una broma? Ante mi silencio se aclara la garganta.
―Ok. Nota mental: No le gustan las bromas. Suerte para el próximo encuentro ―dice más para sí misma que para mí, sin embargo me relajo al confirmar que efectivamente solo bromeaba.
―Si me gustan las bromas, pero esta fue un poco extraña ―digo―. Me quedé pensando en que había hecho mal, porque creo que para alejar a alguien de esa manera, mínimo, se debe hacer una cosa mal.
―Podemos discutir esa teoría en otro lugar ―sugiere, y es en ese instante que recuerdo que ni siquiera sé su nombre. Justo cuando se lo voy a preguntar la veo extender su mano hacia mí.
―Llámame Izzy. Ahora ya no soy una desconocida. Digo, por si tus papis no te dejan salir con extraños.
Su presentación me hace reír, estrecho su mano, y cuando me dispongo a hacer lo propio recuerdo que ella me llamo por mi nombre hace unos minutos.
―Está en el carnet que llevas colgando del cuello ―explica, y ante mi ceño fruncido aclara―: Tu nombre, B. Adam. Está en el carnet que aun llevas guindando.
Esa forma en la que parece que lee mi mente me asusta y me fascina de igual manera. Asiento y empiezo a caminar a su lado hasta que mi celular suena, es Marco. Se me olvidó por completo que estaba esperando precisamente por él.
―Debo contestar ―le informo y me alejo un par de pasos.
―Se suponía que estarías en la fuente ¿no? ―gruñe mi amigo en cuanto contesto la llamada.
―Estoy cerca. Me distraje con una amiga pero ya vamos para alla ―le digo y se que con haber pronunciado “amiga” ya alivie su disgusto. Cuelgo la llamada y me acerco a Izzy.
―Olvidé que había quedado en salir con un amigo hoy ―le explico― era el quien llamaba.
―Entiendo. Bueno fue un placer pasar el rato. Dejaremos nuestra discusión para otro día. Igual era solo una excusa para conocerte más, así que no pasa nada.
―¿Y por qué te despides? Vamos. Él está esperando donde me encontraste ―digo. Ella sonríe y toma mi mano; y no la suelta, hecho que no pasa desapercibido ante Marco cuando nos ve llegar, y quien tampoco esta solo.