D U P L U S

T R E S

SABADO, 14 DE ABRIL

—¡Buenos Días! —murmura Izzy a mi lado—. Iba a preparar el desayuno pero no quise hacer ruido para no despertar a nadie.

Mi cabeza va a estallar. Ella sigue viéndome fijamente, como si esperara una respuesta. La forma en que lo hace, la siento familiar.

—Debiste hacerme caso anoche y comer bananos. —dice burlona—. Te sentirías mucho mejor. Prepararé café.

Se levanta de la cama y veo que lleva puesto uno de mis pijamas. Yo también traigo uno, no sé en qué momento me cambie, pero me alivia saber que no estuve desnudo por la casa. La escasa luz que entra por la ventana lastima mis ojos, aun así, hago un chequeo por mi habitación para saber qué tan avergonzado debo sentirme, es ventajosos tener solo el closet, un escritorio y las mesitas de noche además de la cama. No hay mucho que desordenar y eso me alivia. Decido salir de la habitación y encuentro en la sala a Marco y a Pamela dormidos en los muebles.

—Ya está listo el café, oscuro y con poca azúcar para ti —dice Izzy tendiéndome una taza en cuanto me acerco a la cocina—. No tienes nada que valga la pena rescatar para preparar desayuno, así que me iré pronto porque muero de hambre.

—No era necesario que te molestaras, pero agradezco que lo hicieras.

—No es molestia amigo mío, era una necesidad que debía saciar, y ya que es tu cocina, era lo mínimo.

Terminamos de beber el café conversando sobre la noche anterior, me tranquiliza saber que simplemente nos pasamos de tragos pero no hubo nada que lamentar. Al parecer yo era el único que aún sabia donde vivía, y las chicas decidieron quedarse al ver que no correrían peligro.

—Pues ya me voy Adam. La pasé muy bien anoche, espero verte de nuevo —se despide mientras recoge su bolso de mi escritorio.

Siento que quizá es un poco intenso de mi parte querer pasar más tiempo con ella, pero tengo necesidad de saber más, conocerla un poco más y justo cuando va a atravesar el umbral de mi habitación lo suelto…

—¿Puedo acompañarte a desayunar? —Ella voltea a verme y su expresión es un poco confusa— dijiste que te ibas porque no tenía nada para desayunar, entonces, podría acompañarte y así pasar el rato y no sé, conocernos un poco más. Claro, si no te molesta.

—Solo esperare cinco minutos.

Ya que no dice nada más, cierro la puerta en su cara y empiezo a buscar ropa limpia.

—No era necesario que cerraras. ¿Quién crees que cambio tus calzones anoche? —grita la castaña desde el otro lado de la puerta.

—Eso no cuenta. Si no estaba consiente no debiste mirar.

—No mirar podía ocasionar que tocara en lugares inapropiados.

—Pues me alegra que esta conversación no deba continuar —digo abriendo la puerta— ahora, si ya terminaste de avergonzarme, podríamos ir a desayunar.

—Solo para aclarar, te avergonzaste solito —refuta sonriente tomando mi mano para salir.

Coincidimos en que no valía la pena despertar a Marco y Pamela, así que salimos y solo dejamos una nota por si se preguntaban dónde estábamos. Terminamos eligiendo un café que está a un par de cuadras del apartamento. No había entrado allí antes, es bastante ecléctico, hay elementos de todo tipo decorando el techo y las paredes, que a su vez están llenos de citas escritas en distintas fuentes. Es muy acogedor, todas las mesas y asientos parecen diferentes. Hay fotografías enmarcadas en diferentes colores y tamaños, objetos antiguos, plantas y hasta una moto que parece haberse estrellado cerca de los baños.

—Creo que deberías pedir waffles. Aquí preparan los mejores —sugiere Izzy señalando el menú escrito en la pared de pizarra— mi favorito trae pollo, tocineta, champiñones y cheddar, pero hoy pediré crepas.

—Entonces seguiré tu sugerencia. Pero mientras esperamos pediré un té helado. Muero de sed.

Entre desayunar y conversar sobre trivialidades se nos pasó el tiempo volando. Y todo fue risas y charla amena hasta que note que todo era muy superficial. Y yo quería saber más.

—¿Y siempre has vivido en esta ciudad? ¿Dónde naciste? —se me ocurrió preguntar para empezar a saciar mi curiosidad por esta mujer.

—Adam seré muy directa porque no quiero que me malinterpretes —empezó diciendo. Y su expresión se tornó mucho más seria—. Comprendo que normalmente cuando alguien te agrada, quieres saber sobre sus gustos, sus necesidades, que ha ocurrido en su vida o que quisiera que suceda. Sin embargo, yo prefiero que lo que sepas de mí, lo vayas descubriendo en base a lo que experimentemos juntos. No a través de cuestionarios que pueden parecer una prueba de admisión.



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En el texto hay: misterio, confusion, romance

Editado: 19.09.2018

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