El juicio en combate
El aire dentro de la cúpula de obsidiana vibra con energía contenida. Emily y yo estamos en un lado, con la espalda recta y los nervios hechos un nudo. Al otro lado, Amber y Vanessa nos miran con sonrisas burlonas. Ambas destilan poder oscuro, sombras que se arremolinan alrededor de sus cuerpos como una segunda piel.
El juez alza la mano.
—Que comience el juicio.
No hay cuenta regresiva. No hay aviso.
Solo explosión.
Amber y Vanessa atacan primero, con la sincronización de dos depredadoras. La luz y la sombra chocan en un destello cegador cuando ambas lanzan su magia contra nosotras.
—¡Emily!
Mi grito apenas se escucha entre el estruendo.
Vanessa extiende una mano y la oscuridad se despliega como tentáculos enredándose en el aire, serpenteando hacia nosotras. Emily responde con un destello dorado, creando una barrera de luz que bloquea la ofensiva. Pero Vanessa no se detiene. Con un movimiento de muñeca, las sombras giran en espiral, envolviendo la barrera y debilitándola poco a poco.
Amber, mientras tanto, va por mí.
La luz oscura de sus manos es distinta a la mía. Es fría, afilada. Un rayo de energía sombría se dispara directo a mi pecho. Apenas logro girar en el último momento, sintiendo cómo la ráfaga quema el aire a centímetros de mi piel.
Amber sonríe con diversión.
—¿Dónde está tu fuego violeta, Daelyn? —su voz es pura burla—. ¿O acaso no sabes controlarlo?
No le respondo.
En su lugar, levanto las manos y dejo que la energía fluya.
El fuego violeta no arde como el fuego normal. No sigue las reglas de la luz ni de la sombra. Es algo más. Algo que Amber y Vanessa no comprenden.
Y eso me da ventaja.
Extiendo las palmas y dejo que la magia se desborde. Llamas vibrantes brotan de mis dedos y se extienden como un torbellino, girando a mi alrededor como un vendaval ardiente.
Amber frunce el ceño. Su energía sombría se contrae, como si sintiera la presencia de algo que no puede manipular.
Bien.
Me lanzo hacia ella con la velocidad de un rayo, mi fuego violeta ardiendo en espirales. Amber reacciona con rapidez, cubriendo su cuerpo con un manto de sombras que absorbe la luz.
Pero mi fuego no es solo luz.
Es algo más profundo.
Cuando mi ataque la alcanza, la sombra de su escudo se ondula, distorsionándose como si algo la estuviera desgarrando desde dentro.
Amber maldice y retrocede, sus ojos llenos de sorpresa.
—Interesante… —susurra.
Vanessa, mientras tanto, ha logrado abrir una brecha en la defensa de Emily. La barrera de luz dorada se resquebraja como vidrio cuando las sombras se filtran por las grietas, envolviendo el cuerpo de mi amiga.
Emily chilla cuando la oscuridad la atrapa, apretando su pecho como una garra invisible.
—¡No puedes ganar, pequeña Luminarista! —Vanessa ríe, triunfante—. La sombra siempre devora la luz.
Pero Emily no es cualquier Luminarista.
Con un grito feroz, libera una onda de magia dorada. No una barrera, sino algo más puro, más visceral.
Luz en su forma más pura.
Vanessa se ve obligada a soltarla cuando el resplandor la ciega momentáneamente. Emily cae de rodillas, jadeando, pero su expresión es desafiante.
—Tal vez la sombra devore la luz —dice con voz temblorosa—. Pero la luz siempre vuelve a brillar.
Me uno a ella, colocando una mano sobre su hombro mientras nos enfrentamos a nuestras enemigas.
Amber y Vanessa nos miran con frustración. No esperaban esto. No esperaban que siguiéramos de pie.
La batalla aún no ha terminado.
Pero ahora sé algo con certeza.
No importa cuán poderosas sean las Sombristas. No importa cuánto intenten rompernos.
Emily y yo no vamos a caer.
Cuando el agua y la luz despiertan
Kieran
No quiero ver esto.
No quiero ver a Emily así.
Pero no tengo opción.
La arena está destruida, llena de grietas, cenizas y charcos de agua que reflejan la luz del combate. Emily está en el centro de todo, con la respiración agitada, la piel pálida y los ojos ardiendo con un resplandor dorado que nunca había visto antes. Sus manos tiemblan, pero no por miedo. No por debilidad.
Por el poder.
Un poder que parece a punto de desbordarse.
—Déjame ir. —Mi voz es un gruñido, mis músculos tensos mientras intento moverme, pero la mano de mi padre en mi hombro me lo impide.
—No puedes intervenir, Kieran —dice con firmeza.
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Editado: 10.03.2025