Daelyn night: serie luminaristas

Dos reinos un solo destino

Dos reinos un solo destino

Final

Siempre nos contaron que la luz y la oscuridad no podían mezclarse. Que una debía prevalecer sobre la otra.

Pero estaban equivocados.

Frente a mí, los reinos de los Sombristas y los Luminaristas se extendían como reflejos opuestos de un mismo mundo.

El Reino Sombrista, envuelto en sombras etéreas, se erguía majestuoso con sus torres de obsidiana y sus calles cubiertas de neblina azulada. No era un lugar de terror, como muchos creían, sino un santuario de misterio y poder antiguo. Sus habitantes, vestidos en tonos oscuros, dominaban la noche con sus habilidades. Su magia fluía con la elegancia de un río subterráneo, invisible pero letal. Era un reino de sigilo, de conocimiento oculto y secretos que solo los dignos podían descubrir.

Al otro lado, el Reino Luminarista brillaba como un amanecer eterno. Sus castillos de mármol blanco resplandecían con la luz del sol, sus calles doradas vibraban con energía pura. Los habitantes, vestidos en tonos claros, irradiaban calidez y fuerza. Su magia era un estallido de poder, una tormenta de fuego y luz que podía sanar o destruir. Era un reino de gloria, de justicia, pero también de una estructura rígida que no siempre aceptaba lo diferente.

Durante siglos, ambos reinos se miraron con recelo, como si cada uno fuera la amenaza del otro.

Pero ahora, todo había cambiado.

Extendí mis manos y sentí la energía fluyendo a través de mí. La barrera que antes dividía ambos reinos ahora era un puente. No más muros de separación, no más restricciones.

La reina Luminarista y el rey luminarias junto al rey Sombrista avanzaron hacia mí, con respeto en sus miradas.

—Has logrado lo que nosotros no pudimos en siglos —dijo el rey, su voz profunda como un trueno lejano—. Un equilibrio verdadero.

La reina Luminarista asintió.

—El mundo ya no será el mismo.

Ethan tomó mi mano y sonrió.

—¿Y ahora qué?

Miré hacia ambos reinos, donde Sombristas y Luminaristas comenzaban a mezclarse por primera vez sin temor.

—Ahora —dije con determinación—, creamos algo nuevo.

Porque yo no pertenecía solo a un lado. Yo era la unión de ambos.

Y el equilibrio, al fin, había encontrado su lugar.




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