Solo Tú y Yo
Kieran
El mundo podía estar cambiando, pero mi universo entero siempre giraba alrededor de una sola persona.
Emily.
La encontré en los jardines del castillo, sentada bajo un árbol, con el cabello cayéndole en suaves ondas sobre los hombros. Sus ojos, siempre llenos de luz, brillaban con algo diferente esta vez. Paz.
—¿Qué haces aquí sola? —pregunté, cruzándome de brazos.
Ella alzó la vista y sonrió de lado.
—Disfrutando de un momento sin guerras, sin locos con ansias de venganza y sin que me digan que casi muero otra vez.
Solté un suspiro y me senté a su lado.
—Casi mueres porque eres una terca.
—Y tú porque me amas demasiado —respondió, con una ceja arqueada.
—Tienes razón. Y eso es lo peor de todo.
Emily soltó una carcajada y apoyó la cabeza en mi hombro.
—¿Sabes? Nunca imaginé que terminaríamos aquí. No después de todo lo que pasó.
—¿Dónde? ¿En un jardín tranquilo, sin tener que esquivar bolas de fuego o maldiciones mortales?
—Exacto.
Pasé un brazo por sus hombros, acercándola más a mí.
—Tal vez el destino se equivocó muchas veces con nosotros, pero al final, supo qué hacer.
Ella se quedó en silencio por un momento. Luego, levantó la cabeza y me miró fijamente.
—Kieran...
—¿Sí?
—No te enojes, pero…
Fruncí el ceño.
—Emily, si vas a decirme que quieres adoptar un dragón, o un búho,la respuesta es no.
Ella parpadeó.
—¿Cómo supiste que iba a decir eso?
—Porque te conozco demasiado bien.
Emily hizo un puchero, pero luego sonrió.
—Bien, entonces no hablaremos de eso… por ahora.
Rodé los ojos, pero no pude evitar reír.
—Eres increíble, ¿lo sabías?
—Sí, lo sé —respondió con descaro—. Y por eso me amas.
—Maldita sea, sí.
Y con una risa traviesa, Emily me besó.
En ese momento, no importaban los reinos, la magia o el futuro. Solo éramos ella y yo. Como siempre debió ser.
Siempre serás Tú
Kieran
Había visto muchas cosas en mi vida. Hechizos imposibles, tormentas creadas con un solo chasquido de dedos, guerras que parecían no tener fin… pero nada, absolutamente nada, se comparaba con la imagen de Emily, bailando descalza en medio de los jardines iluminados por la luz de la luna.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté, apoyándome contra un árbol, cruzado de brazos.
Emily giró sobre sí misma y se detuvo, con una sonrisa de pura travesura.
—Bailando, ¿no lo ves?
—Lo veo, sí. Lo que no entiendo es por qué.
Ella rodó los ojos y me tomó de la mano sin previo aviso, jalándome hacia el centro del jardín.
—Porque sí —respondió, como si fuera la respuesta más lógica del mundo—. Porque estamos vivos. Porque todo esto terminó. Porque quiero.
Me quedé mirándola por un momento, completamente atrapado en su energía.
—No sé bailar —mentí.
—Eres un príncipe, Kieran. Claro que sabes bailar.
—Pero no como tú.
Emily entrecerró los ojos con diversión.
—Solo sígueme el ritmo.
Y lo hice.
Giramos entre las sombras de los árboles, con la brisa nocturna rozando nuestra piel y la luz de la luna iluminando cada movimiento. No había música, pero su risa era la mejor melodía posible.
—¿Sabes? —murmuró ella, deteniéndose por un momento para mirarme a los ojos—. A veces, me cuesta creer que llegamos hasta aquí.
Tomé su rostro entre mis manos y acaricié su mejilla con el pulgar.
—Yo nunca tuve dudas —respondí con honestidad.
Emily suspiró y apoyó su frente contra la mía.
—Eso es porque eres terco.
—Y porque te amo.
—Eso también.
Sonreí y la besé, profundo y lento, saboreando cada segundo. Porque después de todo lo que pasamos, después de todo el caos, después de estar al borde de perderla tantas veces… ahora tenía todo el tiempo del mundo.
Cuando nos separamos, ella sonrió de esa manera que me volvía loco.
—Kieran…
—¿Sí?
—Quiero adoptar un búho o un dragón o mejor a un,un pajarraco.
Rodé los ojos con una mezcla de fastidio y cariño.
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Editado: 10.03.2025