[Capítulo 3]
{Daemon}
Estábamos en el área de combate que el gimnasio nos proporcionaba, el lugar era uno de los tantos que pertenecía a la cadena que poseía Evan Butler — amigo de mis padres —. La idea la incluyó tras un pedido de mi padre después de que destruí el de casa en uno de mis arranques más intensos, y al parecer, tras recrear uno improvisado en su gimnasio en Richmond, los demás clientes se interesaron mucho y decidió incluirlos en todos sus locales.
Cosa que me beneficiaba ya que donde fuera que me encontrara, podía a acceder a un ring en el momento que lo necesitara.
— ¡MIERDA! ¡CONTROLATE, HOMBRE! — se quejó Dasher cuando lo golpeé con fuerza y lo hice escupir el protector de su boca.
Me reí con ironía y esperé a que volviera a colocárselo.
Las personas normales buscaban la meditación, correr al aire libre o incluso una caminata por el bosque cuando la tensión de su día a día los agobiaba y necesitaban despejar su mente, yo no era normal y cuando la energía en mi cuerpo amenazaba con darme una sobre carga, necesitaba golpear algo, hacer ejercicios intensos y mucho sexo. Siempre que esa etapa llegaba optaba por las peleas y Dasher o Aiden eran los únicos contrincantes a mi altura en esos instantes, aunque en ese momento me estaba pasando un poco con mi primo solo para enseñarle que no se siguiera metiendo conmigo.
— Créeme que estoy muy controlado — dije con diversión. Dasher rodó sus ojos y adoptó posición de ataque.
— ¡Pues contrólate más, porque me estás cabreando! — siguió lloriqueando.
— ¡Nenaza! Agradece que no te parto el culo después de la broma que le has jugado a la rubia — inquirí.
Tenía el ceño fruncido, de verdad se estaba molestando por mis fuertes golpes, pero en ese momento sonrió muy orgulloso por su hazaña.
— Está buena ¿cierto? — sin pensarlo dos veces me abalancé sobre él y lo golpeé en el costado de su torso. Odié lo que dijo y más la forma en que lo hizo — ¡Mierda, Daemon! Te voy a golpear en serio si me sigues tocando los cojones — advirtió.
— No me hace ni puta gracia tu estúpida broma y de hecho, odio que jueguen a ser gais y hagan que los demás crean que no me gustan las mujeres — confesé.
Iba a golpearme, sin embargo, paró de pronto.
— Te interesa mucho esa rubia — afirmó. No respondí y me abalancé sobre él, pero me esquivó a la perfección — ¡Viejo! Si me lo hubieses dicho no habría hecho eso… ¡Joder, D! Hemos hablado muchas veces de la comunicación, somos casi hermanos y deberías tenerme más confianza — me reprochó —. Sabes que si hubiese sabido que ella te interesa para algo más que una noche, no le habría jugado esa broma — aseguró.
Lo ignoré e intenté golpearlo de nuevo, él se limitaba a esquivarme y no me estaba bastando solo cansarme al moverme de un lado a otro. Necesitaba lucha de verdad, quería sentir mis nudillos escociendo y con mucho dolor a causa de acertar mis golpes, me urgía que la sangre brotara de ellos para sentirme satisfecho.
— ¡Suficiente! — rugió Dasher al darse cuenta de mis intenciones — Es obvio que le gustas a esa chica, no es necesaria la frustración, Daemon. Ella caería ante ti muy fácil, solo es cuestión de que se lo propongas.
Me detuve con mis intenciones de golpearlo y me fue hacia donde había dejado mi agua saborizada, siempre la bebía así porque después de consumir Litio por tanto tiempo, ya había aprendido a reconocer su sabor en el agua normal, por muy mínima que fuese la cantidad que contenía y me daba asco.
— Hablaré con ella y le aclararé mi broma — dijo minutos después. Los dos jadeábamos por el ejercicio que habíamos hecho. Pero entonces negué a lo que dijo.
— No lo harás, que crea lo que quiera. Seré yo quien le aclare todo cuando se me dé la puta gana — advertí tajante, Dash negó con fastidio.
Dejé pasar unos días y con ellos mis emociones estaban a punto de ebullición, había logrado controlarme solo porque consumí mi medicamento en mínima cantidad, pero el sueño se había ido y el insomnio comenzaba a pasarme factura. Tuve que ir a casa de mis padres porque mi hermanita estaba cumpliendo sus dieciséis años y no deseaba que me viesen mal, pero fue todo un reto poder ocultarlo todo; estaba más molesto que de costumbre y en las ocasiones que me crucé con Inoha en la facultad o en casa cuando llegaba a limpiar con su amiga, siempre traté de evitarla, mas no me era fácil ignorar lo bien que se llevaba con Aiden y cómo este la hacía reír casi con nada.
Esa chica me estaba afectando sin siquiera probarla.
La observé varias veces sin que ella lo notara y me fijé cómo ponía su pequeña y rosada lengua sobre sus labios, cuando se concentraba en algo. En las manchas que no podía sacar de los espejos, por ejemplo, y cada vez que hizo tal cosa… me provocó la enorme necesidad de saber qué sabor tenía.
No me gustaban los besos, no los necesité nunca y menos cuando una chica usaba esas mierdas pegajosas en los labios que tanta vanidad les provocaba, pero con Inoha era diferente y por primera vez me urgía devorarle la boca a una mujer.
A ella sobre todo.