[Capítulo 4]
{Inoha}
Vi al hombre frente a mí quitarse la capucha negra de su sudadera y solté todo el aire cuando reconocí que se trataba de Daemon, llevé mis manos al pecho y traté de tranquilizar a mi loco corazón que seguía desbocado por aquel tremendo susto que acababa de llevarme. No obstante, la preocupación volvió a mí al ver sus manos.
— ¡Dios mío! ¿Qué te ha pasado? — pregunté acercándome a él.
— No sabía que estabas aquí — repuso con tono fuerte —. Y no es nada, estaba entrenando y se me pasó la mano.
Ignoré su tono petulante y lo tomé de las muñecas, sus nudillos me pusieron con los nervios de punta al verlos tan lastimados y había un corte en cada palma de su mano, no era profundo, pero ver tanta sangre alarmaba mucho.
— ¿Dónde tienes el botiquín? — cuestioné y señaló una pequeña puerta con su barbilla.
Corrí hasta ahí y vi que era un pequeño armario, saqué el contenedor de medicamentos marcado con una cruz roja y me lo llevé conmigo hasta donde estaba Daemon; se había quitado la sudadera quedándose con una camisa sin mangas que me desconcentraba en demasía y estaba sentado en el borde de la cama. Halé la silla del escritorio y me coloqué frente a él, me observaba con atención y me intimidaba que lo hiciera de esa manera.
— ¿Qué acaso entrenabas con cuchillas? — traté de bromear.
— Con Katana — dijo lacónico y mis ojos se abrieron con sorpresa.
— Ahora resulta que eres ninja — solté queriendo distraerlo para cuando coloqué un algodón empapado de alcohol en la herida de su mano izquierda. No hizo ni un solo gesto de dolor y con la apariencia que aquellas cortaduras me daban, era seguro que yo hubiera soltado un tremendo alarido.
— Soy mejor que uno — respondió entre divertido y queriendo mantener su seriedad.
— ¡Sí! Por eso terminaste con estas heridas — me burlé, vi esa media sonrisa en su rostro y casi me derrito —. Eres arrogante — añadí por su forma de mofarse.
Me di cuenta que el miedo que sentí antes por estar sola en esa habitación había desaparecido, pero un poco de tensión se mantuvo al inquirir que estábamos en su cuarto y aquellos dibujos eran de él. No quería pensar nada malo y no lo haría, aunque me intrigaba mucho la razón para que hiciera imágenes un tanto grotescas.
— Gracias — susurró cuando terminé de vendarlo.
Al estar sin hacer nada comencé a ponerme incómoda, él parecía no darle importancia a lo sucedido la noche anterior y yo no sabía cómo actuar, después de que casi le permití que me follara empotrada en aquel pilar.
— De nada. Creo que ya debo de irme, Alana ha de estar soltando improperios porque la he dejado sola con el trabajo.
— Has limpiado tú mi habitación — su tono seguía siendo tajante y creí que hasta molesto cuando miró alrededor con el ceño fruncido.
— ¿Eh? Sí, pero no me he llevado nada, puedes revisarme si quieres — solté un tanto molesta por su insinuación.
Ya que sí, sentí que estaba dudando de mí y sus cosas y no me sentó bien.
— Sí que lo haré — la indignación fue amarga cuando se acercó a mí.
¿En serio me creía capaz de robarle algo?
Casi le suelto un par de maldiciones cuando comenzó a palparme, pero la ira se convirtió en vergüenza en cuanto comenzó a dar toquecitos suaves en mi torso y bajó con mucha delicadeza a mis caderas. Sus ojos parecían divertidos con la situación y sentí que me puse roja al entender sus intenciones.
— Eres un pervertido, solo quieres tocarme — repuse.
— No, solo estoy viendo que no te lleves nada — aseguró. Me tenía muy confundida y no sabía si molestarme o seguirle el juego —, pero sí lo haces.
— ¿¡Qué!? — chillé, era humillante que me tratara de ladrona.
Sonrió de lado y pegó sus labios a los míos, me quedé estática un segundo y al otro ya le estaba respondiendo. Así de idiota era. No obstante, volver a sentir su boca me hacía imposible la tarea de hacerme la difícil o enfadada con él; gemí suave cuando mordió mi labio con más fuerza de la necesaria y puse mis manos alrededor de su cuello para asirme mejor a su cuerpo. Daemon era demasiado alto o en realidad yo era muy pequeña, lo cierto es que nuestras diferencias de estatura era mucha, aunque eso era lo que más me gustaba.
Casi le colgaba como un llavero, pero la sensación era exquisita; dejé que su lengua acariciara la mía y de un momento a otro aquel acto juguetón se volvió intenso, sus manos estaban por todas partes, en unas donde todavía era muy pronto para que llegara, pero la nube de idiotez que cubría mi cabeza estaba consumiendo todas mis neuronas y no me importó que unas semanas atrás, lo confundí con su hermano, que casi creí que me odiaba y solo una noche antes lo dejé comerme la boca tal cual lo estaba haciendo en ese instante.
— Daemon — susurré cuando sentí que después de estar roja por la pasión, me estaba poniendo morada por la falta de aire.
— Ves que sí llevabas algo mío — repuso con voz ronca y divertida. Pegó su frente a la mía y pude ver que sus ojos estaban más oscuros.