[Capítulo 12]
{Daemon}
No respondió a ninguna de mis llamadas.
Salí con mis padres de Virginia Beach casi a media noche y durante todo el camino insistí e insistí, pero Inoha declinó todas mis llamadas. Opté por enviarle un mensaje de texto, no era lo que quería, no deseaba disculparme así, sin embargo, fue la única opción que tuve ante su negativa.
Lo leyó, vi que lo hizo y tras eso me bloqueó.
Era lo que merecía un mierda como tú.
Mis voces interiores se estaban aprovechando de mi situación más que nunca, les encantaba hacerme sentir como la peor basura y lo estaban logrando; me recosté en el asiento trasero y me tomé la cabeza, padre manejaba y madre iba a su lado.
— Toma — madre me ofrecía los audífonos, me conocía demasiado y sabía lo que necesitaba con solo verme.
Musité un gracias y los tomé, los conecté a mi móvil y puse la música a todo volumen. Era la única manera de callar a mis demonios, de sufrir solo por lo que sentía y no añadirle lo que ellas me hacían sentir.
«Sunflower» resonaba en mis oídos, mientras la escuchaba miré a mi padre coger la mano de mamá; el contraste de la piel tatuada de papá y la cremosa y limpia de mamá era perfecto. En esos momentos me pregunté si ellos fueron así de correctos siempre, porque lo que nos demostraban de su matrimonio era lo mejor, algo que te hacía desear conocer el amor y experimentarlo. No los habíamos visto pelear nunca, si acaso, discutían por algo en lo que no concordaban; padre era de los que dejaba que su mujer se saliera con la suya simplemente porque era lo que lo satisfacía y, la única vez que lo vi imponérsele fue cuando decidió contarnos acerca de las organizaciones que manejaban o cuando tenían que tomar una decisión sobre nosotros, de mí, sobre todo.
De lo contrario, él se desvivía por hacer feliz a madre y ella a él.
— Quiero besar el suelo por el que caminas y que tú seas capaz de matar por mí — susurré, recordando a Aiden describiendo a nuestros padres de esa manera.
Cerré los ojos deseando poder dormir un rato, rogando para que mi mente se quedara en blanco, suplicando por lo imposible. Me dolía demasiado Inoha, pero no podía quejarme de su actitud, deseaba recuperarla, aunque sabía que lo más sano e inteligente era alejarme de ella y dejarla ser feliz con alguien que sí se la mereciera. Sin embargo, con ella también me sentía egoísta, porque quería ser yo quien la hiciera feliz y borrar de su cabeza lo que le hice pasar.
Desperté cuando sentí que el coche se detuvo y me encontré con la fachada frontal de nuestra casa, había estado soñando con mariposas, me vi de pequeño peleando con una niña y después llorando porque ella no había entendido que yo no quise ofenderla con algo que le dije, sino que alagarla. Me parecía haber visto las mariposas con las que soñé en alguna parte, pero no pude recordar dónde.
Bajé del coche sintiendo una debilidad tremenda y un hambre voraz, ya había comido, pero en ese momento necesitaba más; así que lo primero que hice fue irme a la cocina y al parecer, la señora que se encargaba de la comida ya había sido avisada, puesto que me encontré con muchos alimentos todavía calientes. Cuando estuve satisfecho me fui para mi habitación, no quise pasar a la de Abby para no despertarla; ya estaba metido en la cama cuando madre llegó y puso en mi mesa de noche un pequeño recipiente con alrededor de diez píldoras y lo miré extrañado, eran demasiadas.
— Fabio aumentó tu dosis, solo será para estabilizarte — informó y asentí — tienes ahí estabilizadores, antipsicóticos, antidepresivos y vitaminas — hice mala cara al saber las reacciones que tendría después de ese coctel, no iba a intoxicarme, de eso estaba seguro; cada medicamento me era recetado con los miligramos exactos de componentes para no dañarme más de lo que ya estaba y se aseguraban de que pudiese mezclarlos con otros tipos cuando era necesario, pero los efectos secundarios eran una putada —. Lo siento, amor, pero es por tu bien.
No iba a irse hasta que me viera tragarlas, así que lo hice bajo tu atenta mirada.
Mi silencio no le molestaba puesto que ya estaba acostumbrada a que fuese así, así que al terminar mi postre besó mi frente para luego marcharse, antes de lograrlo la tomé de la mano y detuve su paso.
— Una vez más, perdóname por hacerte pasar por esto, por ser una carga y un mal agradecido — negó al escucharme —. Ma, sé que estás asustada por lo que me está pasando con Inoha, que sospechas de que ella no es una buena persona y actúas de la única manera que sabes.
— Ya, cariño. Discúlpame tú por ser así y te prometo que en cuanto estés mejor te hablaré de mis razones para ser como soy — se sentó a mi lado y acarició mi rostro —. Te juro que no quiero someterte a mis reglas y que, así como tú no escogiste mi mundo, yo tampoco. A mí me obligaron a ser parte de él y de la peor manera.
— Yo sé que mi condición te obliga a callar muchas cosas, pero nunca nos has hablado de tu pasado — miró a otro lado cuando dije aquello —, yo quiero saber por qué tienes ese tatuaje en tu vientre, porque sé que él esconde una cicatriz — confesé por primera vez — también te confieso que no creo que esa marca en tu pecho sea porque te quemaste con un casquillo cuando estabas en tus entrenamientos de tiro.