Daemon (orgullo Blanco 2)

La verdadera familia

[Capítulo 16]

 

 

Hubo un momento en la vida en el que Elijah Pride no creyó que llegaría a formar su propia familia, esos eran estándares a los que no aspiraba llegar, hasta que su vida se cruzó con la de Isabella White, una castaña de ojos miel que casi lo obligó a creer en lo imposible.

El camino para estar juntos no fue fácil y atravesaron por situaciones que casi nadie logra superar, pero descubrieron cuán extraordinario era lo que podían lograr con su amor, uno plagado de frialdad, oscuridad y fuego abrazador.

Sus hijos fueron parte de lo extraordinario y el matrimonio un hecho que los unió junto a su amor, como hierro fundido; aprendieron que cuando se amaba se era capaz de todo y se lograba hasta lo imposible, aunque siempre hubo algo a lo que se negaron y que prometieron jamás hacer, sin embargo, la vida era una caprichosa y les estaba demostrando que se haría lo que ella quisiera y eso, implicaba hacerlos romper la promesa de nunca involucrar a sus hijos en las organizaciones y doble vida que llevaban.

Y ahí estaban, viviendo el temor más grande ya que, no solo debían protegerse ellos mismos sino también tratar de proteger el tesoro más grande que su amor esculpido a punta de fuego… les dio.

Aiden caminaba a su lado, ansioso por lo que se avecinaba y todavía sintiendo las emociones tristes y la frustración por haber presenciado lo que su madre tuvo que vivir; sin duda alguna eso lo devastó, pero también hizo crecer en su corazón el orgullo que sentía por su progenitora.

— Esta vez olvida todas las reglas, eres bueno rompiéndolas — le dijo su padre dándole una glock, adicional a la que ya tenía.

Sonrió divertido al escuchar aquello, su relación había mejorado después de hechos pasados que casi los separaron, pero eso no significaba que su padre olvidara o le tomara el pelo cada vez que podía. Elijah miró a su hijo, decidido a hacer aquello, a enfrentarse por primera vez a una batalla de verdad y aunque tenía miedo, también sintió orgullo. Aquellos chicos siempre serían sus niños, pequeños que le enseñaron junto a su mujer, lo que era amar de verdad.

— No esperes a pelear cuerpo a cuerpo, dispara en cuanto tengas oportunidad y mantente lo más alejado que puedas de esos tipos, pero si llega a ser inevitable el acercamiento… no dudes clavar esto en los puntos vitales — Isabella le entregó un Ninjato a su pequeño curioso.

Quiso morderse la lengua por pedirle tal cosa, cuando nunca quiso ni que se mancharan las manos con su propia sangre algunas veces que sufrieron algún accidente en los entrenamientos, pero su marido siempre les dejó claro algo: era mejor ser cazador y jamás una presa y ese era un buen momento para demostrar qué tanto aprendieron sobre eso.

Los disparos comenzaron a escucharse y el alboroto que se escuchaba afuera les hizo saber que sus viejos enemigos ya estaban en territorio Grigori, Isabella besó la mejilla del que todavía creía su niño y con la mirada le suplicó que se cuidara. Las emociones vividas esa noche la mantenía con una tensión que necesitaba sacar, le urgía olvidar las palabras hirientes que escuchó de Daemon y las miradas de terror que percibió de Aiden. Entendía a la perfección que era una reacción natural por parte de ellos al no saber toda la verdad, aunque igual dolía.

Olvidar lo más doloroso de su pasado siempre fue su meta, sin embargo, tenía claro que fueron esos hechos lo que la fortalecieron y seguido se obligaba a verlos como una enseñanza. Aquel monstruo como su hijo la denominó, la mantuvo viva y luchando por lo que quería, esa era razón suficiente para no avergonzarse de haberlo sido.

Elijah tomó posición delante de ellos, era el escudo de la familia y su misión más importante era proteger a su mujer cada vez que estaban en una situación de peligro, aunque esa noche deseó multiplicarse para poder cuidar a sus dos hijos ahí con él, a su pequeña que había dejado en casa y por supuesto que a su bonita castaña. La mujer que lo seguía volviendo loco en todos los sentidos, así pasaran los años.

Aiden estaba al lado de su madre y su pecho se hinchó de emoción, éxtasis, adrenalina y orgullo al ver a su padre con un arma en cada mano, como lo que en realidad era, el mismo que minutos atrás fue capaz de hacerlos cagarse en sus pantalones solo con hablar y al descubrir que su madre girando aquellas Katanas en sus manos, dejaba de ser el ángel de amor que siempre les demostraba, para convertirse en uno de muerte.

— ¿Listos? — preguntó Elijah.

Aiden solo asintió y su madre le sonrió.

— Siempre — respondió ella por ambos.

Afuera, Evan, Caleb, Marcus y otros compañeros ya los esperaban para hacer lo que más adrenalina les provocaba. Sin duda alguna, había cosas que jamás cambiarían y el pequeño curioso de la familia estaba a punto de descubrir una nueva adicción, casi igual a la favorita que él tenía, a parte del jugo de manzana.

Aiden siempre supo que había algo a parte del buen sexo, que le llenaría por completo; desde siempre sintió una atracción indescriptible por la acción, el peligro y las peleas, y en cuanto descubrió el mundo ocultó de sus padres supo que era eso lo que lo llamaba como imán al metal. Se propuso entrar a las organizaciones con la intención de vengar a su amiga, aunque su madre le aclaró que esa era una decisión equivocada y no lo quería envenado con aquel sentimiento tan amargo, esa noche supo la razón más grande de que su madre dijera tal cosa, pero igual… él lucharía por entrar a La Orden del Silencio que era la que más emoción y pasión le provocaba, y desde ahí le haría justicia a su amiga Yuliya Sellers y el bebé que hizo pasar como suyo.




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