Espero a Evelyn en la puerta de la escuela, no habré hecho mucho, pero estoy agotado, fingir ser uno de ellos es agotador. Los alumnos salen sumergidos en sus propios mundos, uno que otro me repasa con la mirada antes de salir.
Espero que la demonio mayor no tardé, acepte darle su espacio, espero más me vale no estar abusando de ello, no quiero ni imaginar lo que Adam nos hará si le pasa algo a su preciosa novia.
Sin querer mis ojos conectan con aquella humana extraña de nuevo, el aire desaparece de mi sistema, mi cuerpo se congela.
No. Otra vez no.
Mis ojos no logran despejarse de ella, ríe con sus amigas, tiene una sonrisa hermosa, sus ojos se ilumina de una manera hipnotizante, el músculo que bombea sangre por todo mi cuerpo se agita sin razón alguna, creo que me rompí, esto no es normal. La causante de este malestar sale de las instalaciones directo al estacionamiento.
—Vamos Maia. ¿Enserio piensas eso?—tengo que agudizar mi oído para alcanzar a escuchar lo que su amiga le dice.
—Que puedo decir, me cae bien, es agradable—responde ella encogiéndose de hombros.
—Es extraña.
—Extrañamente única, honesta y es nueva, no veo porque no la podemos unir a nuestro grupo.
—Ya te lo dije, hay algo en ella que no me gusta—niega su amiga con la cabeza en reprobación.
Así que su nombre es Maia, lindo nombre, me gusta. Llegan a un coche, se quedan afuera de esté continuando su conversación. Algo dentro de mí me dice que vaya hasta ella, tengo curiosidad por conocerla, pero me temo que no puedo hacerlo.
De pronto, el músculo que tengo en el pecho se detiene cuando conecta sus ojos conmigo.
Mierda.
¿Ahora qué hago?
¿Me acerco?
No, mejor me quedo.
Mi cerebro se parte a la mitad decidiendo cual es la mejor opción. No tengo oportunidad de decidir, porque es ella quien despega la mirada de mí, sube al carro con sus amigas alejándose de la escuela.
Suspiro, dejando salir el aire que no sabía estaba conteniendo, niego con la cabeza, en que diablos estaba pensando. Evelyn al fin sale por la puerta, pasa a mi lado sin mirarme, con la indirecta clara, la sigo detrás en silencio.
Regresamos al refugio caminando por la calle desierta, quiero decirle algo, pero temo que se repita lo de ayer cuando la cuestione por que no hacer nada en cuanto llegamos a esta tierra.
—Si tienes algo que decirme solo hazlo—ordena sin mirarme.
Lo dudo unos segundos, me preparo mentalmente para la batalla.
—Te vi en la cafetería, se notaba que no querías estar ahí—podía ver su desagrado a kilómetros de distancia, muerdo mi labio sin saber si lo que estoy a punto de decir me costará más caro, el hecho que se quede con la mirada fija hacia delante me da motivación suficiente para hacerlo. —Si querías que nos mezcláramos con ellos, no estás haciendo un buen trabajo.
—Pasa tu tiempo con ellas y también querrás que te golpeen en la cara—suelta de repente, puedo ver el cansancio en su rostro, me preparo para el golpe cuando por fin voltea a verme, suspira hondo antes de volver a hablar.—La idea de regresar me resultaba más fácil que realmente hacerlo. Tantas cosas han cambiado desde la última vez que estuve aquí—se remueve en su lugar como si quisiera ahuyentar un mal pensamiento.—Son una especie extraña, la humanidad.
Me sorprendo un poco su respuesta tan... pacifica, ¿debe estar poniéndome a prueba? ¿Verdad? El demonio a mi lado sigue avanzando sin decir nada más, por más que intento concentrarme, ignorar todas estas preguntas que no dejan de taladrar mi mente, no puedo hacerlo, mi cerebro sigue yendo al mismo lugar una y otra vez, a esa humana.
—¿Todos son iguales?—la pregunta sale de mis labios antes de ser consciente.
Evelyn tiene más experiencia en esto que yo, es la primera vez que subo a la tierra, no sé mucho sobre los humanos y lo que sé es en base a todas aquellas almas que llegan al infierno.
—Si todos los humanos fueran iguales esto sería pan comido, ¿no lo crees?—tiene razón.—Si, lo humanos nacen, crecen y mueren, y desean mucho más de lo que pueden tener en el proceso, pero hay algo que los diferencia, cada uno tiene su propia y diferente ánima. Sin embargo, todos tienen algo en común, un punto débil.
Un punto débil, me pregunto cual será el de ella, el de Maia.
Por fin después de una larga caminata llegamos al refugio. Eve entra a la casa antes que yo, la sigo adentro encontrando a Travon descansando acostado en el sofá, tiene los ojos cerrados y los pies arriba en el mueble, parece ser que ese mueble se pego a su cuerpo. Si Eve casi me mata cuando la enfrente, ya me imagino como le ira a él.
—Pobre bastardo—murmuro pasando directamente a la cocina, no me interesa saber como se lo come vivo.
Abro el refrigerador buscando algo que calme mi hambre, puedo oír a Eve y Travon discutir en la sala, paso la mirada por todo el refrigerador, sin muchas opciones, opto por agarrar una manzana, le doy una gran mordida antes de salir de la cocina para ver como va el pequeño espectaculo, Eve tiene una mirada maliciosa, y Travon desapareció del lugar.
—Veo que resucito el cadaver—me burlo del miserable demonio al ver que no está en su nuevo lugar favorito, Eve no aparta la mirada de la puerta.—¿Puedo saber en qué estás pensando?
—Si vamos a vivir aquí, aunque sea por unos días, tenemos que arreglar este lugar. Luce como si en cualquier momento se fuera a desmoronar.
Observa la puerta rota, los pedazos de vidrio en el suelo, es cierto que esta casa se esta cayendo a pedazos, anoche pise un vidrio, para mi suerte pude sanar rápido, pero eso no evita el dolor cada vez que mis pies deciden encontrar una de esas malditas cosas rotas.
—¿Esperamos a los demás para hacerlo?
No contesta, se gira subiendo por las escaleras, eso quiere decir que no piensa mover ni un dedo por este lugar, alguien más lo va a hacer por nosotros, soy un idiota por pensar diferente, escucho el portazo de su puerta en cuanto llega a su cuarto.