Siento la mirada de Eve en mí durante todo el camino, creo que me he librado del interrogatorio, no ha dicho nada desde que salimos, para mi mala suerte la celebración se va por un tubo cuando la oigo preguntar.
—¿Dónde estabas ayer? No estabas en la casa cuando regrese de correr.
Mi cerebro trabaja como loco pensando muy bien cómo responder, no puedo decirle lo que hice anoche, me despellejará vivo, ni yo sé porque lo hice, solo sé que necesitaba verla otra vez, asegurarme de que no fue una alucinación.
—Fui a caminar—confieso sin querer verla a los ojos o probablemente podrá notar que hay algo más que no estoy diciendo.
Espero ilusamente que eso sea suficiente, pero claro que no lo es, se queda en silencio esperando una explicación más razonable.
—Necesitaba despejar la mente—pone su mano en mi brazo deteniéndome, esta mujer no se rinde tan fácil, no necesita decirlo, sé porque esta nerviosa y porque exige respuestas, yo estaría haciendo lo mismo si la situación fuera al revés.—No hice nada que nos delatara. Puedes estar tranquila.
Aparto su mano siguiendo mi camino. Por más que Eve no lo quiera no puedo ignorar lo que siento, todo esto a sido un cambio muy drástico para mí, no estoy acostumbrado a estos aires, necesito un poco de tiempo para procesarlo todo, necesitaba estar solo.
Entramos a las instalaciones, los humanos invaden el lugar caminando por todas partes, charlando entre ellos. Sin querer hacerlo, mis ojos la encuentran entre la multitud. Ahí esta de nuevo, el martilleo en mi pecho, las manos sudorosas, los nervios que afloran dentro de mí. Mi sueño andante se mueve con sigilo entre los demás estudiantes encontrando el camino hasta el salón. Mi salón. Por lo visto hoy le daré clases temprano.
—Te veo después—le digo la demonio a mi lado enfocado en llegar a mi salón.
Me despido de Eve sin verla, lo único que quiero es llegar a mi lugar. Los humanos parecen una estampida inmóviles en sus lugares, dificultando mi camino. Hudson emerge de la nada cómo un maldito fantasma deteniéndome.
—Señor Harrison. ¿Cómo se encuentra? ¿Cómo le va con las clases? Espero los alumnos no estén siendo muy duros con usted.
—Para nada, todos han sido muy amables—contesto sin interés de entablar una conversación con él.
—¿Su hermana? ¿Cómo está?
–Poniéndose al día con las clases, señor—respondo impaciente.
–Me alegra.
Abre la boca para hablar, pero yo lo calló.
–Si no le preocupa, tengo que preparar las cosas para la clase.
–Por supuesto, continúe.
Se aparta dejando el camino libre, pareciera que el universo se está divirtiendo conmigo cuando oigo una voz femenina gritar mi nombre. Alcanzo a ver a la fuente de aquella voz alzar la mano agitandola en el aire. La evito lo mejor que puedo, pero al igual que el otro humano, me intercepta en el pasillo.
—Buenos días—saluda con una gentil sonrisa. Inspiro aire hondo.
Tranquilo, no puedes llamar la atención, respira. Sigue fingiendo que estás en el mejor puto lugar del mundo.
—Buenos días...
—Paula, mi nombre es Paula.
—Un gusto—respondo secamente esperando que entienda la indirecta.
—Te he traído un café—extiende un vaso con un líquido oscuro en él, lo muevo para verlo mejor, frunzo el ceño extrañado por el olor a tierra.—No hay nada como un buen café por la mañana.
Asiento sin responder, espero que entienda el mensaje y se vaya, continúa hablando como si nada.
—Ayer no tuvimos tiempo para darle la bienvenida a la institución. Los maestros nos organizamos para hacerle una celebración a la hora de la comida.
—No es necesario...
—Lo hacemos para todos, es una tradición—agita la mano restándole importancia.
—Entiendo—contesto con indiferencia.—Ahora, tengo que irme.
—No te preocupes, todavía hay tiempo antes de que comiencen las clases.
—Tengo unas cosas que arreglar antes.
—¿Qué cosas? ¿Quizá yo pueda ayudarte?
Respiro, hondo, muy, muy, muy hondo.
—No creo...
—¡Estas loco!
Un grito resuena por el pasillo llamando la atención de todos, el silencio se hace inmediato, dirijo la mirada hacia donde escuche el grito, con tanta gente no logró ver nada, estoy por moverme hacia ellos, pero la humana frente a mí se mueve primero para ver lo que pasa dejándome solo al fin.
Sin perder la oportunidad, aprovecho que todos están embobados con la escena que se desarrolla más allá del pasillo, y nadie más puede detenerme para continuar mi camino.
Entro al aula directo a mi escritorio, saco mis cosas acomodándolas en la mesa ignorando los temblores que tengo por saber que ella está aquí. Levanto la mirada encontrandola inmersa en una conversación, sin notar mi presencia, conversa con alguien dándome la espalda a mí.
La campana suena dando inicio a la clase, gira en su asiento, conectando sus ojos color avellana con los míos. Rompe el contacto sacando sus libros, los alumnos que faltan no tardan en entrar llenando el salón, susurrando algo inteligible.