Daemonium

Capítulo 5: Advertencia

—¿Qué diablos significa esto?—Eve fija sus orbes en la humana en mis brazos. 

—Yo... Yo...—como le explico a un demonio que mi primer impulso fue ayudar a esta humana, que dice eso de mí, que tan grave será el castigo que me pondrá por esto. 

Intercambio miradas entre Evelyn y Maia aún inconsciente en mis brazos. No puedo explicarlo, ni siquiera yo entiendo lo que estoy haciendo, sólo sé que tengo esta inquietud por saber que está mal con ella, saber que no fui yo el causante de esto. 

—Esta inconsciente—respondo torpemente. 

—Puedo ver eso. ¿Por qué estás cargándola? ¿Qué le hiciste?—pregunta examinándola con la mirada. 

—Nada. Estaba bien, luego cayó al suelo. No ests respondiendo.—una idea horrible cruza mi mente.—¿Está muerta?

Un mal sabor llega a mi boca cuando esas palabras abandonan mis labios. No debí entrar en su cabeza, debí saber que mi poder era demasiado para ella. 

Eve se acerca buscando signos de vida, luce más alterada de lo normal. 

—Sigue respirando—su expresión se relaja.—Debes llevarla a la enfermería. 

—¿Dónde?

—La enfermería sordo, ahí la pueden ayudar. 

—¿Dónde demonios queda eso?—frunzo el ceño. 

—Por ahí—apunta con el dedo una puerta al otro lado del pasillo. Avanzo un paso ansioso por auxiliarla, Eve se interpone en mi camino deteniéndome, la miro de mala gana.—Escúchame muy bien Archer, espero por tu propio bien que no hayas provocado esto tú, bajo ningún motivo o razón podemos utilizar nuestros poderes. Me entendiste. 

Sus ojos reflejan una advertencia que promete algo mucho más que una simple reprimenda. 

—Te entendí.

Si tan solo supiera que ya los he usado sería un demonio muerto, y la verdad es que no tengo intenciones de morir hoy así que salgo de aquí sin decir nada más.

Espero que ella me siga, para mi sorpresa hace todo lo contrario, se aleja como si tuviera miedo de que nos vieran juntos. Ignoro su extraño comportamiento dirigiéndome a la puerta café con un letrero colgando afuera, una mujer se mueve hasta nosotros en cuanto nos ve cruzar la puerta. 

—¿Qué pasó?—no tarda en inspeccionar a Maia con la mirada mientras yo la dejo sobre una camilla con cuidado. 

—Cayó al suelo inconsciente—me limito a responder apartando su cabello corto de su rostro. 

La mujer se mueve con gran sigilo por el pequeño espacio, tomando varias herramientas que la ayudan a revisar el estado de la paciente. No lo entiendo. Ella estaba bien, nerviosa, luego algo apenada, pero bien. Aunque...

—Antes de caer empezó a decir que tenía mucho calor—recuerdo lo sonrojada que estaba su rostro, eso no era normal. 

—Maia. Maia. ¿Puedes oírme?—le habla la enfermera pasando un algodón con olor extraño por su nariz. 

Los parpados parecen reaccionar moviéndose, lentamente abre sus ojos recobrando la razón. 

—¿Qué pasó?—pregunta aún somnolienta.

—¿Sabes dónde estás?

—Yo—sostiene su cabeza concentrándose.—Estaba en el salón con el maestro Harrison, luego... no lo recuerdo. 

—Esta bien. Sufriste un desmayó cariño—la mujer le pasa un bote con un líquido rojo en él.—Toma esto. 

—¿Qué es eso?—Maia hace una mueca de asco viendo el recipiente con el extraño líquido.  

—Suero. Te hará sentir mejor.

Aún con un poco de recelo la veo beber de la botella, la campana  del edificio suena dando fin al almuerzo. 

—Si gusta puede regresar a su trabajo—la enferma se gira hacía mí, los ojos de la castaña se abren de sorpresa al percatarse de mi presencia, se queda congelada en su lugar, con el recipiente pegado a sus labios. —Estoy segura que los muchachos no tardarán en llegar al salón...

Aleja el bote para verme, sus ojos conectan con los míos unos segundos antes de que ella aparte la mirada a sus pies, sus mejillas vuelven a tomar ese color rojizo. 

¿Va a desmayarse de nuevo?

—¿Segura se encuentra bien?—le pregunto esperando que se desplome en cualquier momento. 

—Perfectamente—alza la mano mostrándome su pulgar arriba, negada a mirarme. ¿Porqué me esta evadiendo? ¿Sabrá que entre a su mente?

—No se preocupe, maestro, yo me encargo de ella—sonríe con ternura, acariciando mi brazo.—Fue muy gentil de su parte traerla. 

Me crispo al escucharla. ¿Gentil? No. Yo solo estaba... 

Aparto su mano de mi brazo sin ninguna gentileza, yo solo estaba protegiéndome, si esta humana moría por mi culpa nunca iba a librarme de la reprimenda de Evelyn, tendríamos que cambiar todo el plan, las represalias serían enormes... Mis ojos regresan a esa humana sentada en la camilla bebiendo del asqueroso líquido. Parece estar muy concentrada en su tarea de recuperarse, porque se lo termina todo. Tira el recipiente en una canasta pequeña, se levanta de la camilla de un salto, luce cómo si nada le hubiera pasado. 

—¿Qué haces? Debes quedarte quieta...—la mujer se separa de mí para atender a Maia. 




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