Daemonium

Capítulo 8: No debería importarme

Llego temprano a la escuela esperando a Evelyn en la entrada. Aparece en el estacionamiento cargando la pesada mochila con dificultad, se nota que no ha dormida bien en días.  

—Te vez fatal—le anuncio cuando se reúne conmigo.

—Gracias. Tu no te quedas atrás—me ataca como ya es costumbre. 

Lo sé, anoche regrese al refugio peor, dormir no fue una opción, por lo que me prepare para enfrentar este día, y las posibles represalias de mis actos.

—Tengo que decirles algo a todos, nos vemos en el refugio esta noche.

Espero a que me de más información, por su expresión sé que no va a ser así. Dudo que se trate del ángel, anoche estaba decidida a no decir nada sobre él, ni siquiera me quiso mencionar su nombre. 

—Les diré a los demás—contesto preocupado. Se aleja para entrar a las instalaciones, la detengo antes de que lo haga. No sé si es mejor admitir lo que hice o jugar con la poca suerte que tengo y esperar que nunca se entere.—¿Eve?

—¿Qué pasa?

Abro la boca para hablar, pero algo me detiene. ¿Cómo le explico mis acciones? Ni yo sé porque use mis poderes, fue un arranque de... de... ni siquiera se de que fue. Sin una buena justificación el castigo será mayor. 

—Nada—niego con la cabeza soltandola.

Para mi suerte se da la vuelta sin decir nada. Respiro hondo antes de entrar a las instalaciones minutos después que ella. Susurros alegres llenan los pasillos, varias estudiantes sostienen flores con pétalos rojos, otras miran a los hombres conteniendo una sonrisa.

Mi cuerpo reacciona al escalofrío que me recorre el cuerpo. ¿Pero que rayos pasa? ¿Porqué de pronto todos estan tan felices? Están actuando más raro que de costumbre. Busco a la humana entre los montones de cuerpos, preguntándome si ella está igual que los demás de su especie. No la veo por ninguna parte.

Detente. 

¿Para que la buscas?

Solo empeorará tu estado si la ves.

Niego retomando mi camino al salón sin mirar a nadie. La campana suena en cuanto entro por las puertas. Contra todo instinto, mi mirada viaja hasta su escritorio, un pinchazo de decepción se instala al no verla, aunque sabía que seria así, no tengo clases con ella el día de hoy. 

La primer campana suena por todo el colegio, todos comienzan a entrar al salón ocupando sus lugares. Procedo a recitar el trabajo que les toca hacer el día de hoy. Me dejo caer en la silla sin ánimos cuando termino, estoy por continuar con mi trabajo cuando la puerta se abre, un muchacho cargando un enorme cartel entra al salón.

Un jadeo de sorpresa se escucha de entre los humanos sentados en los escritorios, volteo hacia los alumnos esperando que alguno me explique que hace el ridículo con un cartel enorme parado en mi salón, todos miran al muchacho emocionados, sobre todo la chica en medio del salón, cubre su boca con la manos fingiendo estar sorprendida. 

—¿Qué es lo que quieres?—pregunto ya que ninguno se atreve a hablar.

—¿Me daría permiso de entrar, profesor?

—No—ignoro su presencia acomodando mis cosas.

—¿Pero...? Por favor.

Ese por favor me asota como aire fresco a mis pulmones, llega para recordarme quien soy y lo que estoy haciendo aquí.

—Por favor maestro—vuelve a suplicar. Miro al muchacho que me observa con desesperación.

Estoy por negarle el permiso de nuevo cuando alguien parado atrás de él llama mi atención, el idiota de William. La duda se instala en mí, mucho más fuerte que el deseo de seguir escuchando las súplicas del humano, una parte de mí quiere saber lo que planea hacer.

Asiento dándole permiso de pasar, entra abriendo el cartel que dice "Sara, quieres ir al baile conmigo". Con que de eso se trata todo esto. El baile. El grupo entra detrás de él cantando para la chica aún sentada, ninguno de ellos canta bien, pero eso no parece importarle a la chica.  

La nota. El recuerdo golpea mi mente, él quería invitar a Maia. 

¿Y si ya le pidió que fuera con él? 

¿Y si le dijo que sí?

No, cálmate. Ella misma te dijo que le diría que no. 

No me doy cuenta cuando ellos ya no están, el silencio se asienta de nuevo en el salón. Regreso la vista a los papeles en mis manos, por más que trato no puedo concentrarme, mi imaginación no deja de torturarme pensando en escenarios de ellos dos. Maia feliz en los brazos de él, riendo, tocándolo, besándolo... 

Aprieto los puños controlando la necesidad de ir a verla, de confirmar lo que mi malvada mente se imagina, no me gusta lo que siento, nunca me había sentido así por alguien, no quiero que él este cerca de ella, no quiero que la toque. 

Salgo del salón apenas la campana suena, avanzo a pasos apresurados buscándola, la encuentro parada a un lado de su casillero conversando con Evelyn. Apenas doy un paso antes de que William llegue a ellas con una rosa en sus manos. Maia lo saluda con una sonrisa de oreja a oreja. Algo dentro de mi le molesta que ella luzca tan contenta de verlo. Me acerco lo suficiente para escucharlos, pero no tanto para que no puedan verme.  

—Ma...Maia Collins. Tu... conmigo... quieres...—bien, ni siquiera puede conectar la única neurona que conecta su baba.—¿Maia, quisieras ir al baile de bienvenida conmigo?

Ella luce sorprendida, su sonrisa desaparece, sus ojos buscan algo por el pasillo. Sin esperarlo nuestro ojos se encuentran, no me muevo de mi lugar en espera de su respuesta.  

Por favor di que no. Di que no. 

Intenta decirme algo con la mirada, algo que no puedo descifrar.

—¿Estás bien?—Evelyn le pregunta preocupada por su falta de respuesta.

—¿Maia?—él inoportuno le habla creyendo que ella se va a negar.

—Yo...—aparta la mirada para verlo a él. Sonríe de manera forzada.—Claro William, iré al baile contigo. 




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