—¿Por qué solo se comunica con ella? ¿No se les hace raro que no aparezca cuando estamos todos reunidos? —se queja la reina de la casa avanzando por las calles buscando el objeto en cuestión.
—Es su novia, diablilla, es normal que solo quiera verla a ella— le dice Stephan a su lado usando su apodo cariñoso.
—Y es nuestra líder, "Todo lo que ella diga se hará, sin cuestionar"—Travon imita la voz de nuestro jefe del infierno.
—No entiendo porque Adam le tiene confianza. ¿Qué tiene ella que las demás no tengamos?
—¿Celosa?—pregunto poniendo a su novio molesto.
Todos hemos visto las veces que espera a que Adam este solo en su oficina para entrar, y no precisamente a hablar, ambos salen con labial corrido y una enorme sonrisa en sus bocas, de Stephan no me sorprende que no haya dicho nada, se hace el ciego más veces de las que puedo contar, pero la demonio mayor... de ella si me sorprende, de saberlo Pamela no estaría aquí con nosotros, de eso estoy más que seguro.
Mis ojos recorren el lugar buscando el lugar en dónde puede estar escondido la daga.
—Quisiera ella—sonríe con petulancia—Lo que me refiero es que no necesitamos de Evelyn para lograr esto, yo puedo hacer mucho mejor el trabajo.
Si, claro, no me cae bien la demonio mayor, pero es mucho mejor que la reina de las quejas, sin duda.
—Si el jefe te escuchara en este momento...—advierte Travon.
Sus palabras se pierden en el viento cuando mis ojos encuentran la tienda de ropa a lo lejos, el aire abandona mis pulmones viendo la escena que se desarrolla dentro, la humana de mis sueños modela frente un espejo un vestido negro, marcando su exquisita cintura, destellos dorados decoran la parte inferior del vestido como si estuviera envuelta por pequeñas estrellas brillantes doradas, la tela cae al piso como una cascada, tiene una abertura mostrando una de sus largas piernas, unos finos tirantes cuelgan de sus hombros, y el escote revela más piel del que me gustaría.
Mierda.
Se ve hermosa.
—El jefe no está, así que puedo decir lo que me venga en gana.
—Él jefe no, pero su novia sí, en cualquier momento puede regresarte al infierno si se le da la gana, así que mejor no opines y ponte a buscar lo que necesitamos—digo alejándome de ellos.
Quiero partir el maldito mundo en este momento, no sé porque siento un ardor subir por mi estomago, aprieto las manos con fuerza alejándome.
No te importa.
No te importa.
No te...
—Lo siento, no lo...—sus bolsas golpean mi pecho al igual que su cuerpo, se separa apenada. —Esta vez no fue mi culpa, se lo aseguro, yo venía bien...
—No estoy tan convencido de ello Collins, ya van tres y contando.
—Lo siento, no volverá a pasar.
Yo quiero que vuelva a pasar.
—No le creo—estrecho los ojos.—¿De compras?
—Eh. Si, vine a conseguir un vestido.
Extiende una de las bolsas.
—Gracias, pero no creo que sea mi talla— sonríe negando con la cabeza.
—No es para usted, es para su hermana.
—¿Mi hermana?
—Me dijo que es su primera fiesta, y estoy segura que no tiene un vestido que ponerse—me entrega la bolsa con el vestido.—Creo que este le va a gustar.
—Lo mejor es que se lo entregues tu, después de todo es tu regalo.
Asiente acomodando la bolsa a su lado.
—¿Usted ya tiene su traje listo?—sus mejillas se sonrojan mientras las palabras salen de su boca.
—No.
—¿No?—frunce el ceño.
—No—repito encogiéndome de hombros. —Igual que mi hermana este es el primer baile de una escuela a la que atiendo.
—Si necesita ayuda para encontrar uno, puedo ayudarlo, mi mamá dice que tengo buen gusto para la ropa.
¿Quiere decir que yo no tengo buen gusto?
Por supuesto que no, mirá nada más lo que tienes puesto Archer, eres un rídiculo.
—Yo no...
—Que no le de pena, no lo voy a juzgar.
¿Pena?
—No me da pena—me defiendo con brusquedad.
—Entonces vamos— me sorprende sosteniendo mi mano, empujándome a la tienda de ropa.
Quisiera poner resistencia, pero no puedo, deje de pensar hace mucho tiempo, solo soy consiente de su mano en la mía, una energía diferente recorre mi cuerpo, aprieto su mano en la mía con esta extraña sensación en el pecho expandirse por todo mi cuerpo, no quiero dejarla ir.
—Buenos días—saluda a una joven de la tienda con entusiasmo.—Venimos a buscar un traje para la fiesta de bienvenida.
La mujer se gira a mí, la sorpresa invade su rostro, me repara de arriba a abajo sin vergüenza.