Evito mirarla durante toda la clase, no existe para mí, entre más rápido lo crea más fácil podré continuar con mi trabajo. Cada uno de los humanos pasa al frente para entregarme su ensayo, me levanto de la silla cuando su turno llega, le doy la espalda anotando el nombre del siguiente libro que tendrán que leer.
El tiempo se me hace eterno, las manecillas del reloj en la pared se burlan de mi, juro han pasado quince minutos, cuando levanto el rostro las manecillas apenas están moviéndose.
El timbre al fin suena terminando con esta agonía por hoy. Por primera vez, soy más rápido que los humanos, siendo el primero en abandonar el salón. Mis ojos recaen en el demonio al otro lado del pasillo, no creí que viniera, no la vi esta mañana por ninguna parte. Me acerco a ella con precaución, luciendo lo más normal posible.
—¿Qué sucede?—algo en su mirada me dice que no solo vino a pasar el día con los humanos, algo sucede en esa cabeza suya.
—Tenemos que hablar, pero no aquí—estamos rodeados, lo que sea que tiene que decirme debe tratarse de la daga.
—Ven—regreso al salón, es el lugar más privado en el que puedo pensar en este momento.
Permito que ella sea la primera en entrar, cierro la puerta dándonos un poco de privacidad, espero a que diga algo, muerde su labio indecisa, lo que sea que vino a decirme ahora esta teniendo segundos pensamientos.
—No puedo ayudarte si no me dices lo que está pasando—la motivo a hablar.
Deja salir un suspiro derrotada, bajando la guardia.
—Encontré la daga.
Espero que la emoción o alivio me invada, sin embargo siento todo lo contrario, el malestar que he tratado de ignorar se fortalece, incrustándose dentro de mí con uñas y dientes, negado a dejarme. Debería estar feliz, celebrando que estamos cerca de cumplir nuestra misión, en cambio no paro de maquinar ideas para evitar que la daga caiga en manos de la demonio mayor. Tengo que conseguirla antes que ella.
—Pero no es fácil de conseguir—como me lo suponía.
—¿Dónde esta?
—El ángel la tiene.
Mierda.
Pelear contra él sería ponerme yo mismo la soga al cuello, no puedo hacerlo solo, no soy tan estúpido para entregarme en bandeja de plata. La solución a mis problemas me mira en espera de mi respuesta. Necesito convencerla de ayudarme, mientras ella se entretiene con el ángel yo me encargo de desaparecer con la daga. Pan comido.
—Eve, tengo que decirte algo.
—¿Qué?
—Creo que...
La puerta se abre de golpe, mis palabras se quedan atoradas en mi garganta al verla en el marco de la puerta.
—¡Eve estás aquí!—Maia grita corriendo hasta Evelyn.—¿Estás bien? ¿Por qué no visite a clase?—la rodea en sus brazos abrazándola.
—Me sentía un poco mal—Eve me mira de reojo, claramente mintiendo.—Por eso vine a pedirle a mi hermano que si podía recoger mis cosas.
Muero por tocarla, por sentirla de nuevo, todo lo que me esforcé por fingir que no existía se fue a la mierda en un segundo. Busco sus ojos, en vano, porque me evita a toda costa. Mírame mujer.
—Señor Harrison—saluda sin mirarme, notablemente molesta. Abro la boca para hablar, su voz me calla de nuevo.—¿Hay algo en lo que pueda ayudarte?—le ofrece a la demonio mayor.
—Solo necesito descansar—el timbre resuena dando fin al descanso.—Bueno creo que te veré en casa, Archie.
¿Archie?
Guacala que asco. Solo a ella se le ocurre llamarme así, es el peor seudónimo en la historia del... la sonrisa en el rostro de mi humana provoca que una corriente de energía corra por mi cuerpo, extrañaba sus sonrisas, más de lo que me gustaría admitir.
Sin darme cuenta Evelyn ya está saliendo por la puerta, dejándonos solos en la habitación. Me quedo en mi lugar, sin saber que hacer, ya no puedo ignorarla, no cuando la tengo sola frente a mí.
Maia se da la vuelta caminando hasta la puerta. La detengo antes de que llegue.
—¿A que ha venido Collins?—me ignora sosteniendo la perilla de la puerta.—Maia.
—¿Ahora si existo para usted?—recrimina sin mirarme.
—¿A que ha venido?—repito, no sé que otra cosa decir que no me hunda más en mi miseria.
—¿A saber que hice mal para que me esté ignorando de esta forma? Por más que lo pienso no entiendo que hice para que me trate así, tan indiferente—me encara molesta.
—Nada—me limito a contestar, estrecha los ojos dudosa.
—¿Entonces porque finge que no existo?—trago grueso, no puedo decirle la verdad, me va a rechazar, lo dijo esa noche, soy un monstruo para ella.—¿Le volvió a comer la lengua el ratón?
—Es mejor que no volvamos a hablar.
—¿Porqué?
—Por su bien.
—¿Porqué?—insiste de nuevo con más firmeza.
—Sus compañeros van a entrar en cualquier momento.
—¿Por qué me quiere apartar?
—Porque me esta haciendo daño estar cerca se ti—exploto acorralado. Sus ojos se nublan en lágrimas impresionada, un nudo se forma en mi garganta, no quise decirlo así.
—No sabia que le estaba haciendo daño, lo lamento—se gira para salir.
—Maia no...
—No volveré a hablarle, no se preocupe—sale abandonando el salón de clases, mis pies se mueven siguiendola, pero los humanos entrando me impiden cruzar la puerta.
Esto es lo mejor.
Esto es lo mejor
Repiro y repito, ¿pero si es lo mejor porque siento que perdí algo importante?