—No lo entenderías—murmura Pam negando con la cabeza.
—Por supuesto que te entiendo, diablilla, pero es peligroso, hay ángeles aquí, no es como en el infierno que es más fácil manipularlos.
—Es a.bu.rri.do, Stephan, tu no eres el que se la pasa lavando asquerosos platos todo el maldito día.
—Valdrá la pena, cuando nuestros hermanos suban, todo esto habrá valido la pena.
No sé en que problema se habrá metido la reina ahora, pero es seguro que no saldrá ilesa del regaño que le propinará Evelyn. Ella es la primera en entrar al refugio con la frente en alto, sin miedo a confrontarla, Eve sale de la cocina para vernos, la reina se cruza de brazos esperando que sea ella la que hable primero.
—Habla—ordena Eve firme y claro, mantiene las manos a sus costados, sus hombros lucen relajados, aunque su mirada es penetrante, segura, todo lo contrario a Pamela.
Stephan se para a lado de su novia, intercambia miradas entre ella y la jefa en turno, preparado por si las cosas se ponen calientes entre ambas, y por calientes me refiero a que Evelyn barra el piso con su novia.
—Vamos, Eve. Fue divertido.
—Nos pusiste en riesgo. Sentí tu energía a kilómetros del restaurante—esta molesta, y que luzca tan calmada no es una buena señal.
—Relájate, quieres. No paso nada.
—¿Qué parte de no llamar la atención no entendiste? Tuviste suerte, eso es todo—avanza un paso hacía Pam, mirándola por advertencia.—Que no se vuelva a repetir.
—No entiendo porque te molestas tanto—la reina de las quejas se mueve restándole importancia a la situación.
Oh no, gran error.
Alarmas rojas se encienden por todas partes, retrocedo unos pasos reconociendo esa expresión en el rostro de la demonio mayor.
—¿Estás cuestionándome?—la reta con la mirada a que siga hablando.
—¡Rayos Eve! Como esperas que no hagamos nada, para eso estamos aquí.
Niego con la cabeza, no fue un placer conocerte Pam, te vemos en el infierno.
—Te equivocas—aquí vamos.—Estamos aquí por otra razón. Una vez que esa razón se cumpla podrás hacer lo que se te venga en gana. Hasta entonces, no quiero volver a ver que haces algo que ponga en riesgo a los humanos, no cuando los ángeles están cerca de nosotros. Si yo pude sentir tú poder, no hay duda de que ellos también lo hicieran, y si es así créeme que no moveré un dedo para salvarte de ellos.
Eve se aleja dada por terminada la conversación, pero la muy idiota de Pam abre la boca de nuevo empeorando su situación.
—Una pregunta, Eve. ¿Porqué ya no estás aquí?—me tenso de inmediato, no me gusta hacía dónde va esta conversación.—Digo, ¿qué no somos un "equipo"?
—Lo que hago no te incumbe.
—Claro que lo hace. Después de todo estamos en esto juntos. ¿No? Esas fueron tus palabras antes de subir.
—Pam—su noviecito advierte a su lado, advertencia que se pasa por el arco del triunfo.
—¿Qué? No tiene nada de malo preguntar que ha estado haciendo todo este tiempo mientras todos nosotros nos hacemos pasar por estos inútiles humanos...—dejo de escuchar su palabrería, enfocándome en los puños cerrados de Evelyn, controlando lo mejor que puede su enojo, si esta idiota sigue hablando va a explotar, les dirá a todos que encontró la daga, no podré robarla sin arder en el fuego primero.
—¿En verdad quieres saber lo que he estado haciendo?
No.
—Bien he...
—A estado hablando con Adam—la corto de inmediato. No permitiré que hable de más, nos podrá en peligro a ambos.—Ha hecho algunos encargos que él le pidió mientras buscamos la daga.
—¿Y que encargos son esos?—toma todo mi autocontrol no poner los ojos en blanco.
—Es confidencial. Ustedes solo deben preparar a los humanos y buscar la daga. Ordenes de Adam—repito ganándome una mala mirada por parte de ella, no puede no seguir las ordenes de su querido amante, eso sí quiere seguir con sus citas a escondidas.
—La próxima vez, no espera, no habrá próxima vez. Si la hay me asegurare yo misma de regresarte al mismo infierno del que viniste—sentencia Eve, Pam evita su mirada sintiéndose inferior a la gran demonio.
—Hablamos después—me dice la jefa antes de abandonarnos.
—Esta me las paga—alcanzo a escuchar a la reina de las quejas murmurar.
°||°||°||°
Maldita. Mil veces maldita.
El ángel si sintió su poder, pero por supuesto no es ella la que está escapando de él en este momento. No necesito verlo para saber que está siguiendome, al igual que ellos yo también puedo sentirlo detrás de mí, siguiendo mis pasos. Maldita la hora que decidí salir a correr.
Me escabullo entre calles mezclándome entre los humanos, fingiendo que soy uno más de ellos sin llamar la atención, si el ángel me ve ansioso sabrá de inmediato que soy yo a quien busca.
Me adentro hasta el área del centro comercial, una decisión que nunca debí tomar, mis ojos caen por inercia en la cafetería del lugar, mi humana descanza en una mesa junto a la infeliz lombriz que se hace pasar por humano. Están cerca, demasiado cerca.
Mi sangre hierve cuando es ella la que se acerca para dejar un beso en su asquerosa boca. Quiero romper todo, hacer que el tenga el peor de los espejismos que pueda imaginar, que nunca más se atreva a tocarla, aprieto los puños con la energía del ángel llegandome hasta el cuello. Estoy atado de manos, no puedo hacer nada si no quiero que me encuentre y me mate.
Maia parece sentir mi mirada, se aparta del idiota buscándome por el lugar, nuestras miradas se cruzan, en sus ojos veo sorpresa mezclada con vergüenza. El idiota le susurra algo poniendo sus mejillas de ese color que me fascinan. Avanzo un paso dispuesto a todo, mi piel se eriza presintiendo el peligro. El ángel está aquí.
La miro por última vez antes de alejarme a la fuerza de este lugar, obligo a mis pies a moverse, trato de borrar esa maldita pesadilla hecha realidad de mi mente, pero por más que lo intento sigue repitiéndose en mi cabeza como si estuviera atrapado en mi propio infierno, al igual que todas esas almas que se quedan varadas con nosotros, me quedo en este bucle que no hace más que martirizarme.