No pude dormir en toda la noche, me pare afuera de su casa con la esperanza de verla, el amanecer llegó y ya no tenía escusa para seguir desaparecido. Llegue al refugio antes de que todos despertaran, tome una ducha que no ayudo a calmar mi estado de ánimo, apenas baje las escaleras todos salieron de sus cuevas.
Asomo la cabeza por la puerta, veo a Eve lejos esperando no sé que para entrar, imagino vino a hablar. Guardo asiento esperando por ella, algo en mi bolsillo me incomoda, saco el libro que he estado leyendo con un nudo en el estómago. Tantas cosas se mezclan en mi cabeza, estoy tan contrariado y confundido, si estoy haciendo bien porque me siento tan mal, porqué dudo de mis obligaciones.
Escucho la puerta cerrarse, para ser abierta a los pocos minutos, no necesito ver para saber que es Evelyn.
—Vaya argumento el de anoche—digo regresando al presente.
—Ni me lo recuerdes.
Me levanto de mi asiento parándome frente a ella, viene a hablar del ángel, sino no esperaría a que todos abandoran la casa. Espero a que hable, pero parece que se fue al espacio de nuevo.
—Evelyn—la llamo, sigue perdida en sus pensamientos. —Tierra llamando a Eve.
—¿Qué?
—¿Estás bien? Estas muy distraída últimamente.
Entorna los ojos, en clara advertencia.
—Estoy bien—responde para mi sorpresa, esperaba algún tipo de reclamo, que no este gritándome es una clara señal de que algo anda mal con ella. —Gracias.
¿Gracias?
¿Acaba de agradecerme?
¿Acaso los ángeles vendrán a matarme?
—Por... lo de anoche—termina de decir.
—Si no hubiera interferido les hubieras dicho todo—debato entre seguir hablando más o detenerme, me atrevo a abrir la boca de nuevo, no entiendo porque pero me siento más en confianza con ella.— Además, no merecías como te estaba hablando, no después de todo lo que has hecho, de todo por lo que has pasado.
Frunce el ceño extrañada. Bien, no debí hablar de más.
—¿Esta todo bien?—ahora es ella quién pregunta preocupada.
Hablar o callar, exponerme más de lo que ya he hecho o salvar mi trasero, confiar en que no me pateara hasta el infierno o actuar solo y esperar lo mejor.
—En el salón tenías algo que decirme—me motiva a hablar.—¿Qué sucede?
La balanza a decidido.
—Encontré esto el primer día que llegamos aquí—me muevo entregándole el libro que encontré escondido. Lo miro con detenimiento.
—¿Qué es esto?—abre el libro leyendo lo que contiene en sus muchas páginas.
—Habla de la primer guerra en el cielo. Lo he estado leyendo desde que lo encontré, menciona vagamente cómo comenzó la rebelión en el cielo, del día en que Lucifer fue desterrado junto con todos aquellos que se atrevieron a darla la espalda al creador, de cuando comenzó la guerra por el poder en la Tierra de los mortales.
Le cuento a pocos rasgos lo que he encontrado en ese libro.
—He estado pensando, mucho—suspiro hondo antes de volver a hablar.—¿Crees que estamos haciendo lo correcto?
Me mira inexpresiva, seguro pensando como regresarme al infierno.
—¿Por qué me lo preguntas?
Hablar es mostrarme vulnerable ante ella, cosa que ni en mis más locos sueños imagine hacer, por alguna razón me atrevo a seguir hablando, Eve parece muy dispuesta a no matarme por el momento.
—Se que toda mi vida he estado en el infierno y que ahí aprendemos a no querer a los humanos, que tenemos que torturarlos y hacer que se rindan a nuestra voluntad, pero... que tal si ya no quiero hacer eso.
—Tengo que admitir que esto me toma por sorpresa—mierda, me va a regresar, estoy seguro, soy demonio muerto.—Pero, no puedo negar que estos últimos días he estado sintiendo lo mismo que tú.—¿Qué? Estoy a salvo, esperen, ambos estamos en la misma página, esto si es nuevo.—Me alegra no se la única que se siente de esa manera.
Recuerdo a los demás que subieron con nosotros.
—Crees que los demás...—niega.
—No. Lo que hizo ayer Pam me confirma que no sienten lo mismo que nosotros, y francamente dudo que algún día lo hagan.
Tiene razón, no veo cambios en ellos, no como los veo con Eve.
—¿Puedo preguntar que te hizo cambiar de idea?—cuestiona curiosa.
—Los humanos—me limito a contestar.
Debo dar un paso a la vez, no puedo confesarle que todo esto lo hago por una humana en especifico, no sé lo que hará si lo hago, no tengo intenciones de arriesgarme, no ahora por lo menos.
—Ahora que todo esto a quedado claro. ¿Qué crees que debamos hacer? No podemos traer a Adam aquí. No si queremos salvar a los humanos, pero si no hacemos nada los demás empezaran a sospechar.
—Tengo que traer a Adam a la tierra, Archer, eso no ha cambiado.
¿Cómo que no ha cambiado?
—¿Pero...? ¿Por qué? Hacerlo solo dañara a los mortales—y a ella.—Que hay del sentimiento que sientes cada vez que los ayudas, no creas que no me he dado cuenta. Te he visto Evelyn, has cambiado desde que el ángel apareció.
—Yo... No...—balbucea. No puede refutar lo que es un hecho.—Tenemos que continuar con la farsa, aunque sea por unos días más hasta que se nos ocurra cómo detener esto.
Asiento de acuerdo con esa decisión, continuar hasta que se nos ocurra como detener al hijo del diablo.
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Por lo visto soy el primero en llegar a las instalaciones, aún es muy temprano para que haya alguien aquí, las ganas de verla me ganaron, de pedirle que no se aleje, de decirle que la necesito cerca, que los minutos que paso a su lado son los mejores minutos de mi vida.
Entro a la sala de maestros con una idea en mente, me muevo por la habitación buscando mi objetivo bajo una tapa, el olor llena mis fosas nasales, huele delicioso. Sostengo el delicioso alimento acomodándolo en una servilleta que encontré en las múltiples cabinas de este lugar.