Daemonium

Capítulo 20: Dudas

Me duele el pecho, una ansiedad que desconozco se apodera de mi cuerpo y mente, por más que intento concentrarme no logro hacerlo, repaso lo sucedido anoche una y otra vez intentando entender.

Quisiera ignorarla, fingir que su distancia no me afecta, pero ella no es como las demás que podía deshacerme de su presencia al día siguiente sin ningún remordimiento, a ella la necesito. Lo admito. Necesito de mi humana para seguir funcionando, porque sin ella nada me parece tener sentido, nada funciona. 

Nunca alguien había tenido tanto poder sobre mí, nunca había sentido esta necesidad de estar junto a alguien como lo siento por ella, nunca imagine ser yo quién estuviera a la merced de su especie, yendo contra todos mis instintos y mis hermanos por una humana que seguro en este momento está evitándome, de no ser así estaría aquí como lo tenía planeado, no estaría quié sabe dónde volviéndome loco de la angustia. 

Giro el rostro hacia la puerta sintiendo una presencia afuera, Stephan me mira por la ventanilla impaciente.

—Sigan con la lectura, en un momento estoy con ustedes—les indicó a los alumnos saliendo del salón de clases. Cierro la puerta asegurándome que ninguno adentro puede oírnos.

—¿Qué haces...?

—Llego Adam—mi pecho se acelera preso del pánico. Si Adam esta aquí significa que...—Esta esperando en el refugio junto a Eve, tiene algo que decirnos, posiblemente la manera de subirlo.

Suspiro.

Es un espejismo. El hijo del diablo sigue en el infierno.

—En un minuto salgo.

—Archer—me detiene sosteniendo mi brazo con fuerza, lo miro con dureza para que me suelte.—Eres el guardián de Evelyn, tu sabrías si nuestra líder cambió sus ideales ¿verdad?

Mantengo mi expresión seria, encarándolo de frente.

—¿Qué te hace pensar que sus ideales cambiaron?

¿La habrán visto anoche con el ángel?

—Yo...—desvía la mirada.—Pam toco unos puntos razonables, Eve se comporta extraña, no esta en el refugio, y muy raramente la vemos. 

Dudas, nuestro peor enemigo en este momento, si comienzan a dudar comienzan a investigar, algo que no puedo permitir por nuestra seguridad.

—Como dije antes, esta cumpliendo ordenes de Adam, nosotros tenemos la tarea de obedecer sus ordenes para ayudar a subir a nuestros hermanos, ella puede hacer lo que se le venga en gana mientras cumpla con nuestro objetivo—la defiendo.

—No ha cumplido nada, fuimos nosotros quienes encontramos la daga, no ella. 

¿Cómo?

—¿A ver si entiendo? ¿Me estas diciendo que hicieron su trabajo?—cuestiono con una ceja alzada.

—Yo...—no sabe que responder. Avanzo un paso que lo hace retroceder.

—Es gracias a ella que estamos aquí en primer lugar.

—Lo sabem....

—No he terminado—lo calló.—Es por ella que los ángeles no nos han atacado, es ella quién traerá a nuestros hermanos, ella en quién nuestro líder confía y esta al mando aunque no nos guste. Ustedes pudieron encontrar la daga, pero no pelear contra nuestros enemigos. 

—¿Quieres decir que los ángeles...?

—¿Saben de nosotros? Si. Evelyn ha estado luchando contra ellos desde que tu querida novia nos delató, se fue del refugio para que no los encontrarán a ustedes y arruinar el plan—miento descaradamente esperando que me crea.

Parpadea varias veces acomodando sus ideas. Utilizo el arma que lanza como doble filo, regesandole el favor.

—Si hay alguien en quien debes desconfiar es en tu quejumbrosa novia, es ella la que te ha estado mintiendo todo este tiempo.

—No hables de ella—torna los ojos con clara advertencia, una que me paso por el arco del triunfo.

—¡Deja ya la estupidez Stephan! Sabes muy bien que ella solo está jugando contigo.

—Cállate.

—Solo tu no te has querido dar cuenta de que tiene un amante, que no te quiere más que para cumplir con sus caprichos de demonio fastidiosa, que no eres más que su juguete del rato...

Su puño impacta mi rostro rompiéndome la nariz. ¡Hijo de su putisima madre! Sangre escurre por mi rostro como una puta cascada. 

—¡Profesor!—el grito de una voz chillona resuena por el pasillo. La ignoro limpiando mi nariz ensangrentada con el dorso de mi mano. 

—No vuelvas a hablar de mi mujer.

—Tu no vuelves a tocarme o quebrare cada parte de tu inservible cuerpo, ¿me entendiste?—amenazo con mi sangre hirviendo, avanzo otro paso pegando las puntas de mis pies con las de él.—Podremos estar en la Tierra, pero sigo siendo tu superior hasta que Adam este aquí, sigues mis ordenes pedazo de idiota y te ordeno que te largues de mi vista. 

Abre la boca, enarco la ceja en espera de escuchar su siguiente estupidez, la cierra de nuevo retrocediendo, así me gusta, desaparece por las puertas hecho un mar de emociones.

—¿Maestro esta bien?—aparece por arte de magia Paula.—¡Esta sangrando! 




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