Daphne
Al llegar al campamento, había muchas personas, puesto que aún era pronto. Pero estas personas eran muggles, mestizos y otros más. Eso no me molestaba, pero si mi madre estuviera aquí, seguro querría acabar con todos, en especial con los de sangre sucia, como mi familia los llamaba.
Entré a una pequeña tienda que se veía sencilla desde fuera, pero me sorprendió que por dentro fuera tan grande, como si una casa entera estuviera oculta en su interior. Mientras nos acomodábamos, Viktor se acercó con una sonrisa de lado a lado, junto a William.
—Van a venir a verme jugar, ¿verdad? —dijo, marcando su acento búlgaro.
—Sí, pero antes de eso tengo que ir a ver a mi tío Malfoy y a mi primo —respondí, recordando la lechuza que Draco me había enviado el día anterior. Decía que quería verme, ya que el mismo ministro los había invitado y quería que fuera a saludarlo.
—Si quierres, te puedo acompañar —dijo William, esforzándose con el idioma. Reí, ya que apenas estaba aprendiendo a decir otras palabras que no fueran en búlgaro.
—No, solo los voy a saludar y regreso a apoyar a Viktor —dije, posando mi mirada en William y luego en Viktor.
—Está bien, pero no te pierdas. Es muy grande aquí —dijo Coraline, y tenía razón: era inmenso. Pero sabía que no me iba a perder.
Al salir, me tropecé con varias personas. No voy a mentir: odiaba eso, que me empujaran como si se fueran a perder de algo.
—Ridículos —susurré, ya harta.
Hasta que por fin vi unas cabelleras platinadas. Obviamente sabía quiénes eran. Subí con elegancia, aunque un poco apresurada, lo cual era gracioso. Al llegar, vi que estaban discutiendo con unas personas que no distinguía bien, así que me acerqué más.
—Draco —dije, marcando mi acento búlgaro, sabiendo que eso le molestaría.
—¡Daphne! —Apenas me vio, me abrazó como si no me hubiera visto en años. Sentí muchas miradas sobre mí, pero no les presté atención y me acerqué a mi tío.
—¿Qué pasa?
—Nada, querida. Aquí, hablando con gente sin importancia.
Draco empezó a decir que ellos habían sido invitados personalmente por el ministro, lo cual provocó un pequeño regaño por parte de mi tío: para él, seguían siendo personas sin importancia.
Ahí supe quiénes eran.
—Ah, claro. Los Wetsliy —dije.
Draco y mi tío se rieron.
—Es Weasley —dijo un pelirrojo, con otro igual a su lado.
Ahí entendí mi estúpido error. Pasar años en una escuela en Bulgaria me confundía con las palabras. Solo alcé una ceja en gesto burlón, a lo cual Draco también imitó.
—Querida, mejor hay que retirarnos de esta gente sin importancia —dijo mi tío.
Asentí junto a Draco. Al retirarnos, vi cómo mi tío detenía a alguien y le decía algo que no alcancé a oír.
—¿Quién era, tío? —me atreví a preguntar.
Draco me miró sonriendo.
—Ay, Daphne. Pareces que duermes debajo de una piedra —dijo, y lo miré confundida.
—Es Potter. Harry Potter —dijo mi tío, con cierto odio en sus palabras.
—Así que él es el famoso Potter —dije con burla. Decían que era el niño que sobrevivió.
—Sí. Un engreído y creído —dijo Draco. Y sentí algo... extraño.
—Pero olvidémonos de eso —dijo mi tío, sentándose—. Ven, Daphne. Tengo tantas cosas que contarte.
—Lo sé, pero prometí a Viktor que iría a apoyarlo —respondí.
Draco me miró confundido.
—Por favor, un rato. Deseo verte y ya quieres irte —me miró con ojos de cachorro, y no resistí.
—Ay, debes dejar de hacer eso, platinado.
—¿Por qué? Si siempre funciona.
Nos sentamos. Saludé al ministro y a otras personas, y me acomodé junto a Draco. El juego comenzó, y mis ojos se fueron hacia Viktor, que al verme me regaló una cálida sonrisa.
Fred Weasley
Me desperté ansioso junto a George. Hoy era el día del campeonato y eso siempre era motivo para emocionarse. Por fin salíamos de casa, lejos del bullicio de mamá y su lista infinita de tareas. Nos despedimos mientras ella nos decía que hoy era su día libre de hijos, lo cual nos dio más risa que culpa.
Salimos tarde, como siempre, gracias a Harry y Ron que parecían tener el sueño más profundo del universo. En el camino al bosque nos topamos con el señor Diggory y su hijo Cedric. Cedric… el perfecto Cedric. Todas las chicas babeaban por él, en especial Hermione y Ginny. Lo más gracioso era que Ginny estaba locamente enamorada de Harry, pero aún así no podía quitarle los ojos de encima a Diggory. Y sí, escucharla hablar de Harry todo el tiempo podía ser... agotador.
Subimos una montaña y vimos el traslador. Era la primera vez que veía uno. Al transportarnos, caí de bruces y George terminó encima mío. Nos echamos a reír como idiotas, bromeando entre nosotros mientras los adultos aterrizaban como si fueran plumas.
Al llegar al campamento, seguimos riendo, hasta que nos despedimos de los Diggory y nos dirigimos a nuestra tienda. No era gran cosa por fuera, pero por dentro tenía espacio suficiente. Nos tiramos a la mesa con las piernas estiradas.
—Fred y George, ¡bajen los pies de la mesa! —gritó papa.
Obedecimos… solo para volver a subirlos segundos después. Típico.
Pero todo cambió al salir y toparnos con los Malfoy.
No soportábamos a esa familia. Arrogantes, fríos, y con un aire de superioridad que provocaba náuseas. Pensaban que solo los sangre pura valían algo. Qué estupidez.
Y entonces... la vi.
Ella no era como los demás. Ni siquiera como los Malfoy.
Tenía el cabello rizado, tan rizado que parecía una tormenta domada, y unos ojos verdes, intensos, que me atravesaron como una flecha. Me quedé congelado. Fue como si el tiempo se hubiese detenido, como si el mundo se hubiese silenciado solo para que pudiera verla. Nunca había sentido algo así. Jamás.
Mi corazón se aceleró tanto que pensé que todos podían escucharlo. Me sudaban las manos, y ni siquiera sabía por qué. Solo la miraba, embobado.
#550 en Fanfic
#1807 en Fantasía
fantasia accion aventura y romance, fantasia drama y amor, amor traición culpa
Editado: 12.04.2025