Querida Iris,
Tanto mis padres como yo aceptamos sus disculpas. Mis padres debatieron durante la cena y llegaron a la conclusión que es normal para jóvenes de nuestra edad rebelarse de vez en cuando. Yo no dije nada, puesto que no estaba en mi lugar dar una opinión al respecto. Sin embargo, ahora que le escribo esta carta debo admitir que me ha parecido muy divertida la cena. De las mejores a las que he asistido. Su tonada elevada y la forma en que brillaban sus ojos, me alegraron la noche.
Nuestra amistad apenas lleva semanas, pero debo admitir que jamás la he visto tan feliz como cuando su Madre captó que llevaba el cuarto vaso de vino.
Amelia