Daiki No Kakusei

Capitulo 6 : El duelo del destino: Kaen vs Kahos

Capitulo 6 :El duelo del destino: Kaen vs Kahos

—Tienes el honor... de enfrentarte a Kaen. —su voz resonó grave, como un trueno contenido.

Kahos lo miró con sorpresa. Giró la cabeza primero a la derecha, luego a la izquierda, como asegurándose de mantener la mente fría. Finalmente habló:
—Solo fue suerte... —su tono era cortante y sin emoción—. Vete. No sé qué buscas aquí, pero si quieres vivir, te recomiendo que te largues.

Hizo una breve pausa y, con un matiz retador, añadió:
—¿O acaso quieres salvar a la niña?

Kaen respondió sin vacilar, con un desprecio helado:
—¿Salvarla? Un ser que no puede defenderse por sí mismo... no merece ser salvado. No merece vivir.

Kahos avanzó hasta quedar frente a Kaen, pero no se detuvo. Sus pasos resonaron con calma calculada mientras lo rodeaba, hasta colocarse junto a la niña, que lo miraba con los ojos abiertos de par en par, paralizada por el miedo. Para él, no era más que un nuevo juguete que podía romper cuando quisiera.

Sin apartar su mirada desafiante de Kaen, Kahos se inclinó ligeramente, y en un susurro que pronunció:

—Jigoku no Saisei...

En un instante, la carne y el hueso que le habían sido arrancados por el ataque previo comenzaron a regenerarse. La herida desapareció como si jamás hubiera existido. Kahos se incorporó y, con una leve sonrisa, declaró:
—Sabía que aquel golpe... solo fue suerte.

Kaen, imperturbable, retomó la frase que había dejado inconclusa:
—El ser que más desprecio... es aquel que no solo es débil, sino que además se divierte matando a quienes son obviamente inferiores.

Sus llamas se encendieron con furia, iluminando el lugar como si un sol ardiera a pocos metros.
—Y por eso... mereces ser exterminado por mis manos divinas.

Kahos giró la cabeza, fulminando con la mirada.
—¿Cómo me llamaste... maldita escoria? —gruñó con furia contenida.

Kaen, ignorando por completo la provocación, siguió hablando como si Kahos no existiera.
—Tai... —su voz resonó como un eco abrasador.

—¡Vas a morir por tu insolencia! —bramó Kahos, interrumpiéndolo.

Con una expresión helada, Kahos alzó ambas manos frente a su rostro y formó un triángulo con los pulgares y los dedos anulares. Una energía densa comenzó a palpitar en el aire.
—Ankoku Maisō... —su voz se volvió solemne—. ¡Sepultura Oscura!

El suelo bajo Kaen se ennegreció de inmediato, como si la vida misma se pudriera. Energía maldita emergió como tentáculos, envolviéndole las piernas y hundiéndolo hasta las rodillas. Un círculo de aura negra giró velozmente a su alrededor, liberando un frío antinatural.

—¡Muere! ¡Dagas malditas! —rugió Kahos.

De la oscuridad surgieron decenas de cuchillas negras, dentadas y afiladas, cada una impregnada con una maldición letal. En un parpadeo, se lanzaron contra Kaen, apuntando a cada articulación, cada punto vital, con la intención de atravesarlo sin piedad.

Pero Kaen no se detuvo.
—...Ken. —culminó la palabra con voz demoledora.

En ese instante, un destello solar estalló a su alrededor. El calor arrasó la energía maldita, quebrándola como vidrio. Kaen rompió las ataduras con un simple paso hacia adelante y, sin dudarlo, descargó un puño recto. Sus nudillos ardían con energía solar concentrada, y al impactar, una explosión de calor abrasador retumbó como un trueno, lanzando a Kahos muy lejo.

Kaen observó sus propios puños, aún humeantes por el golpe, y exhaló con calma.
—Creo... que me excedí un poco —murmuró, avanzando lentamente hacia el lugar donde había caído Kahos.

En ese momento, la niña, aún temblorosa, le habló con una voz tímida:
—G-gracias, señor... por salvarme.

Kaen se detuvo apenas un instante. Sin girarse hacia ella, respondió con frialdad:
—Salvarte... nunca fue mi propósito. Proteger a un ser débil como tú no es algo que me interese.

La niña, confundida pero con una sonrisa ingenua, pensó que aquel hombre, en el fondo, tenía buen corazón. Sin embargo, Kaen ladeó ligeramente la cabeza, dejando escapar una risa baja.
—¿Salvarte? Qué chiste... —susurró con un tono burlón—. Qué niña tan graciosa.

Una ligera sonrisa, apenas perceptible, se dibujó en su rostro. Luego, sin mirar atrás, continuó su camino, con la clara intención de acabar lo que había empezado... y matar a Kahos

Kiku movía sus espadas con una velocidad impresionante, cortando el aire a izquierda, derecha, frente y detrás de su cuerpo, bloqueando con destreza cada ataque que Reik lanzaba.
Molesto, Reik le gritó:
—¿Por qué no te mueres de una vez, maldita mortal?

Kiku, jadeando y con la respiración entrecortada, susurró:
—Muei Renzan...

De pronto, detuvo sus espadas para cubrirse del siguiente golpe. Reik, al verlo, sonrió con frialdad.
—Es tu fin... —murmuró mientras se lanzaba al ataque.

Pero antes de que pudiera alcanzarlo, Kiku desató una serie de tajos tan veloces que sus espadas no proyectaban sombra alguna, haciendo imposible predecir su siguiente movimiento. Los cortes iban directos a Reik, como una tormenta de acero imposible de detener.

Antes de que Reik pudiera reaccionar al ataque de Kiku, algo semejante a un meteorito envuelto en intensas llamas cayó directamente sobre él. El impacto retumbó en todo el lugar, haciendo temblar el suelo y provocando un cráter aún más grande que cualquier anterior.

Kiku, instantes antes de la colisión, se movió con rapidez para no verse afectado por el supuesto meteorito. Al detenerse, quedó sorprendido por la magnitud del cráter y por cómo todo a su alrededor se cubría de una espesa nube de polvo.

Se escuchó una voz grave, aparentemente muy cerca de Kiku:
—Vaya, vaya... aquí fue donde cayó. Qué decepción... esperaba que la destrucción fuera mucho mayor.

Kiku quedó sorprendido al oírla. Reconoció al instante aquella voz. Giró rápidamente y, frente a él, estaba Kaen.



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En el texto hay: shonen, ciencia ficcion y aventura

Editado: 10.11.2025

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