Daiki No Kakusei

Capitulo 08: El Ser Mas Fuerte Parte 1

capitulo 08: El Ser Mas Fuerte Parte 1

Kiku alzó el rostro hacia el cielo, con la ropa hecha jirones y el cuerpo cubierto de heridas que contaban cada batalla anterior. El viento arrastraba el polvo del campo mientras él percibía la magnitud del combate que acababa de ocurrir.

No podía ver el cielo, pero lo imaginaba inmenso y brillante, igual que la primera vez que sintió la luz tras sobrevivir a una batalla.

Su mente regresó a aquella lucha contra Reik —un guerrero formidable, lleno de odio—. Recordó su impotencia al no poder asestarle un golpe que lo hiriera de verdad, solo resistir... resistir hasta que Kaen apareció.

Kiku apretó los puños con furia.
—No quiero depender más de Kaen... —murmuró entre dientes—. Si seguimos abusando de su poder divino, podría acortar la vida de Viktor... o peor... podría matarlo.

El aire se tornó pesado. Kiku, con los ojos llenos de rabia, golpeó su propio rostro, intentando contener la frustración que lo consumía por dentro. Su corazón ardía de culpa al ver a Viktor malherido, tendido en el suelo.
El cuerpo del joven temblaba levemente, su respiración era irregular... y de pronto escupió un chorro de sangre que tiñó la tierra bajo él.

Kiku se estremeció.
—¡Viktor! —exclamó, dando un paso hacia él.

Entonces, para su sorpresa, Viktor movió un brazo débilmente, luchando contra la inconsciencia. Antes de lograr incorporarse, volvió a escupir sangre, pero esta vez alzó el puño cerrado y, con un esfuerzo casi sobrehumano, se limpió la boca con el dorso de la mano.

Kiku lo observó, con los ojos muy abiertos. No podía creer que Viktor aún mantuviera la conciencia después de tanto daño.
El muchacho, tambaleante, intentó incorporarse como si nada hubiera pasado. Kiku sintió un nudo en la garganta al verlo sonreír débilmente.

Con voz suave y temblorosa, Viktor murmuró:
—Hola... señor Ogawa... ¿qué pasó aq...quí...?

Antes de terminar la frase, su cuerpo perdió fuerza. Kiku se abalanzó para sostenerlo antes de que cayera. Lo recostó con cuidado sobre un pedazo de escombro, dejándolo en una posición semi erguida, mientras el silencio de la tarde cubría las ruinas del campo de batalla.

Kiku lo observó unos segundos más, y una leve sonrisa se dibujó en su rostro. Miró al cielo con los ojos cansados, pero llenos de orgullo.
—Estos muchachos de hoy en día... —dijo en voz alta, dejando escapar una risa suave—. No saben lo que es rendirse. Esa misma determinación... me contagia para seguir adelante.

Cerró los ojos por un instante, dejando que el viento golpeara su rostro.
—Cuando muera, y ya no exista en este mundo... no dejaré de tener esperanza —susurró con una sonrisa firme.

Luego soltó una carcajada ligera, se agachó y cargó a Viktor sobre su espalda. Con los dientes, sujetó una de sus espadas, mientras guardaba la otra en su vaina. Dio unos pasos hacia adelante, tambaleante pero decidido.

—Pero primero —dijo con una sonrisa, mirando al horizonte—, hay que refugiarse. La futura esperanza.

Y así, con el campo de batalla en ruinas detrás de ellos y la luz del atardecer bañando las cenizas, Kiku avanzó con paso firme hacia un lugar seguro, cargando sobre su espalda la esperanza de seguir viviendo.

Cuando Kiku llegó al lugar, todo estaba destruido; las ruinas humeaban, y en su mente no dejaba de resonar lo que había pasado con Viktor... y con Kaen. Un escalofrío le recorrió la espalda: Kaen había aniquilado a un demonio de gran poder en un instante.
Lo peor era pensar que a Kaen no le importaba a quién debía matar; cualquier ser que se acercara al combate —enemigo o aliado— podía convertirse en víctima. Esa idea le heló la sangre.

Mientras Kiku meditaba sobre la escena, desde entre los escombros llegó una voz infantil, confusa y lloriqueante.
—Mi papi siempre me lleva a su trabajo... —murmuraba la voz—. Mi papi siempre me lleva al trabajo... —y rompió a sollozar.

Kiku, alertado por el sonido de una vida que aún lloraba, se acercó con cautela y encontró a una niña con apenas unos rasguños. Estaba sentada entre piedras, los ojos enrojecidos por el llanto. Al ver a Kiku, que cargaba a Viktor en la espalda, la niña, alterada y asustada, gritó:
—¡Es un pervertido!

Desesperada, registró con manos temblorosas a su alrededor, tomó una piedra del suelo y, sin pensarlo, la lanzó con fuerza. La piedra golpeó la cabeza de Kiku, y la niña salió corriendo a toda prisa.

Kiku se quedó paralizado dos segundos, intentando entender lo que acababa de pasar. La incredulidad se transformó en enojo; no comprendía por qué la pequeña lo había atacado. Sin pensarlo mucho, salió a perseguirla, gritando entre la ira y la confusión:
—¡Oye, pervertida! ¿Qué te pasa? ¡Ven aquí, que te voy a dar tus pataditas!

Mientras corría tras ella, parte de su rabia se mezclaba con un sentimiento más suave: sabía que, en situaciones así, el pánico nublaba el juicio y que la niña solo había reaccionado por miedo.
Aun así, su primera reacción fue proteger a Viktor... y aclarar el malentendido cuanto antes.

Kiku levantó el brazo mientras corría velozmente hacia la niña. En un movimiento rápido, bajó el brazo y le dio un suave golpe en la cabeza, todo mientras sostenía a Viktor con una sola mano.

Con el puño cerrado, lo apoyó sobre su pecho, lo movió arriba y abajo, luego lo acercó a su boca y sopló con aire solemne.
—Cuida tus palabras, niña —dijo con tono serio—. "Pervertida" no es algo que se diga a tu edad.

La niña, sobándose el chichón que le había dejado Kiku, lo miró con enojo.
—¡Maldito pervertido, me dolió! ¿Por qué me golpeas? ¡Se lo voy a decir a mi pa...! —se detuvo de pronto.
Su voz se quebró. Recordó lo que había pasado con su padre y las lágrimas comenzaron a correrle por las mejillas, suaves, involuntarias.

Kiku la observó en silencio, confundido. Pero antes de decir algo, la niña lo golpeó débilmente en el estómago, con un puñito que más parecía un toque delicado que un golpe real.
—¡Eso fue por pegarme, pervertido! —gritó entre sollozos.



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En el texto hay: shonen, ciencia ficcion y aventura

Editado: 10.11.2025

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