Camino lentamente por el sendero amplio y verde que recorre todo el bosque, en el cual se encontraba el pueblo en el que vivo. Es hermoso; sus árboles son grandes, fuertes y llenos de frutos. Bueno, estábamos en primavera; así que no tenemos de qué quejarnos. Además de que las frutas le dan un mejor aspecto al lugar. El agua cristalina del río es muy fría, es tan fresca que en verano es la única escapatoria de todos los habitantes del pueblo para refrescarse un poco. Los animales son nuestros amigos, están acostumbrados a las personas que habitamos en el pueblo, los cuidamos y protegemos en todo momento.
-¡Sahani, ¿por qué demoras tanto?! ¡Muévete, la Tía Binda nos espera! – Mi hermana menor Kiora, corría hacía la entrada del bosque, la cual nos conectaba con el Pueblo Wahr.
-… Fue muy gracioso tía, ellos sólo corrían por el lugar equivocado. Era obvio tenían los ojos tapados con una venda – Escuché a Kiora hablando emocionada con Binda, quién se encontraba en el comedor ubicando los platos del almuerzo. Ella dirige su vista hacía mí y me sonríe levemente – Sahani, ¿por qué has demorado? Estábamos juntas – Pregunta mi hermana, yo la veo por unos segundos y doy una vista rápida al lugar. Hasta chochar mi mirada con la de Binda.
-Con permiso – digo al ingresar a la casa de Binda - ella asiente – Estabas corriendo, y no tengo ánimos para correr. - Dije respondiendo la pregunta de mi hermana.
-Está bien, lo importante es que llegaste – Dice Binda mientras toma asiento en una de las sillas que se encuentran frente al enorme comedor, con un movimiento de su mano derecha señala el puesto que se encuentra frente a ella – Toma asiento por favor, la comida está lista – La observo por unos segundos. Estaba aterrada de estar de nuevo en aquel lugar , después de lo que había pasado hace unos años; no debería estar ahí, y menos con mi hermana. Con un suspiro de resignación e ignorando mis pensamientos por un momento, asiento y con lentitud ocupo el puesto que ha señalado para mí.
-Gracias. - Digo tomando asiento.
-¿Qué tal tus clases? Hace unos años no nos vemos – Comenta mientras empieza con su comida, mi vista no se extrae de sus movimientos. Mi pequeña hermana que se encuentra a su derecha me dirige una mirada de advertencia. Yo simplemente la ignoro.
-Estuvieron bien.
-Qué bueno, ¿nada interesante qué comentar? – pregunta con tanto interés, que llamó mi atención.
-Nada – respondo aun sin quitar mi vista de ella.
-Tía Binda, el almuerzo está delicioso – Dice mi hermana tratando de aligerar el ambiente - ¿verdad Sahani? – Me pregunta junto con una expresión de súplica. Suelto un leve suspiro, aunque no me agradaba la idea de venir a la casa de la “Tía Binda”, tampoco quería que mi hermana sobrellevara mi disgusto. – Sí… está deliciosa. - Respondo bajando la miarda hacia el plato que estaba frente a mí.
-Pero no has probado ni un bocado – Dice Binda
-No es necesario comer para saber cómo está, el olor que esparce me lo confirma. - Digo aun con mi mirada sumerjida en el plato que se encuentra sobre la mesa.
-¿Acaso no tienes hambre? – Sólo observo el plato que se encuentra frente a mí, y me pregunto. ¿Por qué estoy con éste estúpido comportamiento de niña inmadura? Solo es una comida. No nos vamos a quedar aquí por el resto de nuestras vidas. Levanto mi rostro y tengo la vista fulminante de mi hermana, y la inexplicablemente pesada vista de Binda. Suelto otro leve suspiro y asiento lentamente, resignada a empezar con mi almuerzo.
La tarde era decorada por un hermoso y radiante sol, los vivos colores de la naturaleza le daban un hermoso y cálido aspecto al pueblo. Se podía sentir y respirar un fresco aire, se escuchaban las aves cantando y algunos niños jugando por el lugar.
Binda nos ha dirigido hacía su jardín, después de terminar con el almuerzo. Mi hermana estaba encantada con las diversas flores y plantas que tenía Binda en aquel pequeño lugar. Algo a lo qué no le encontraba sentido, ya que su hogar se encuentra en medio del bosque, ¿Por qué tener un jardín? Bueno, no importa.
-Siento que has cambiado mucho Sahani – dice Binda a mi lado mientras caminamos por su jardín – ya no veo a la dulce y feliz chica de hace tres años. Dice con un tono bajo y lleno de tristeza.
-En algún momento debía crecer – Dije con mi vista clavada en mi hermana, que se encontraba caminando en el borde del pequeño pozo que había en medio del jardín – Y nuestro uso de razón, se fortalece en el proceso del crecimiento.