Damien y Atenea

Prólogo

A veces mi mente se queda en blanco, a veces estalla con muchos pensamientos.

Otras veces solo pienso ella, en ella y mi hijo, en ella mi hijo y yo. En ella y yo.

No sabía que había hecho mal, talvez no la había amado lo suficiente, talvez la ame demasiado y se cansó. Talvez nuestro tiempo no era para siempre, ni hasta que la muerte nos separara como dijimos en nuestros votos.

Pero yo la seguía queriendo, la seguía deseando, anhelando y adorando.

Aunque ella seguramente ya no pensaba en mí, ya no me quería, ya no me extrañaba, ya no me quería a su lado.

¿En qué momento se nos acabó el amor?

Nos habíamos amado como locos, con todo lo que teníamos y con todo lo que éramos, no había espacio en nuestras pieles que no conociéramos, ni palabras que no nos hayamos dicho, secretos que no hayamos susurrado ni besos que nos quedáramos.

Pero no soy bueno perdiendo, perdiéndote.

Te quiero de vuelta instalada en mi corazón como la dueña de lo que siento,




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