Damien y Atenea

3. volvamos a ser nosotros

El partido ya lleva treinta minutos y esto va de mal en peor, ha habido muchas faltas y demasiados tiros al aire por parte de Damien.

Todos pensamos lo mismo sin necesidad de decirlo a viva voz, él no está concentrado. La última falta lo deja lastimado por el cuello, se resiste a que alguien lo cure. No quiere salir del campo y que alguien lo suplante.

Su entrenador estaba algo molesto con él, lo deja seguir los minutos que faltan para que acabe la primera mitad. Pero a unos segundos de dar por finalizado el primer tiempo, se comete otra falta, pero está dirigida totalmente en contra de Damien.

Se levanta exaltado del suelo y se enfrenta al de uniforme rojo, hay intercambio de palabras y algunos empujones, se separan a duras penas y con la ayuda de los demás jugadores que no quieren un enfrentamiento que les de mala fama, cuando termina el primer tiempo no lo duda y él se va por el túnel hacia los vestidores, es el único que lo hace. Los demás permanecen con el entrenador para definir lo que sigue.

Lo observó un poco agobiada por lo que está pasando con él, el bebé en mis brazos también señala en dirección a su padre y sus ojos piden querer verlo.

—Creo que no se mira bien. Atenea deberías ir a verlo —opina Justin el hermano de Damien y yo lo miro algo dudosa.

—Justin tiene razón, cuando está enojado no nos hace mucho caso a nosotros. Talvez si le hablas tú, se calme —opina su mamá.

Al final acepto y junto a Justin e Iver vamos a los vestuarios. Llegamos y esperamos en la puerta hasta que yo tuviera el valor para entrar.

—Esperare afuera, vamos tú puedes.

Me anima, sostengo con más fuerza a Iver en mis brazos, entro y lo miro sentado. Sus ojos se dirigen rápidamente a nosotros. Iver extiende los brazos hacia él y se lo alcanzo.

Busco un botiquín en el vestidor y lo abro junto a él para sacar lo necesario y curarlo.

—No es necesario que lo hagas —su voz me da a entender que si está un poco molesto.

—Pon la cabeza hacia arriba. —digo al tiempo que mis dedos en su mentón lo guian.

Suspira, pero al final hace lo que le digo. Él tiene sentado en su pierna a Iver que juega con sus dedos y los de su papá, Damien mantiene la cabeza mirando el techo mientras yo limpio con alcohol y algodón esos dos grandes rasguños que se hizo a mitad del cuello.

Puedo sentir como su respiración se va haciendo cada vez más pesada y acelerada, como si algo en el estuviera a punto de explotar.

Doy un paso atrás para dejar todo de vuelta en el botiquín médico, pero no puedo alejarme más haya, cuando Damien toma mi mano y se pone de pie, su cuerpo casi roza el mío y me obligo a dar un paso hacia atrás.

—Hablemos de nosotros. —pide casi en un susurro, pienso que aun si alzó demasiado la cabeza me es imposible verlo en su totalidad, Iver cuelga de su brazo lejos de saber lo que pasa.

Siento el calor que su mano deja sobre la mía, es abrazador. Aun estando desalineado por el juego, me parece tan guapo como el primer día. Nos quedamos largo rato mirándonos a los ojos sin decir nada, o al menos yo. Porque el solo esperaba una respuesta de mí.

Doy un paso hacia atrás para dejar más distancia entre nosotros, pero él también lo da en mi dirección. La puerta se abre haciéndome pegar un salto por el susto repentino y nos hace ver a quién nos interrumpe. Es uno de sus compañeros de equipo.

—El medio tiempo está por terminar, el entrenador te quiere en el campo rápido, quiere hablar contigo.

Él se va y aprovecho para zafarme de su agarre, tomo a Iver en brazos. Y me hago a un lado para que él pase a la puerta, aprieto los labios y lo detengo con mi voz, cuando está a punto de cruzarla.

—Hablemos luego.

Miro su ancha espalda revestida con la camisa del equipo, pero luego miro su cara con esos ojos claros y el cabello dorado. No se lo piensa mucho y camina hacia nosotros, me da un abrazo y a Iver también. Sus brazos nos rodean y por unos segundos solo somos nosotros tres de nuevo.

—Debes ir Damien.

—Cuando acabe esto iré a tu casa.

Se separa dejándonos un gran vacío a los dos, se va con rapidez dejando muchos sentimientos encontrados.

—Papá.

—Así es mi bebé, papá debe terminar de jugar. Vamos con tío Justin.

Salgo de la habitación y me reencuentro con Justin que espera paciente. Él toma a Iver y volvemos junto a los demás, el juego ya se había reanudado y se le veía mejor a Damien.

Nadie de su familia me pregunta que sucedió o que tanto hablamos pero si están de acuerdo que el que yo fuera a verlo fue lo mejor para mejorarle el animo y bajarle el mal humor.




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