Capítulo 20

Despierto con el cuerpo bastante pesado, adormilado se podría decir, llevaba un largo tiempo sin despertar de este modo, he estado sin descansar en paz y con pesadillas, siento tanta tranquilidad que tardo unos minutos en realmente reaccionar, suspiro mientras me levanto de la cama, es como si mis nervios se encontraran en un estado de reposo, prácticamente tengo la mitad del cerebro muerto, decirlo de mejor modo es como decir me encuentro en automático.

- Me alegra que hayas despertado, son las cuatro de la tarde ya me estaba empezando a preocupar -la voz intrusa en mi habitacion me saca de balance pero lo único que hago realmente es voltear a verlo mientras se levanta de una silla.

- Hola intruso -digo mientras me apoyo en la pared-. ¿Es tu culpa que esta así? -sonrie engreidamente-. Quita ese gesto o te lo quito a la mala.

- Bien hola, como dije antes me llamo Arael, creo que ellas son las intrusas -señala algo detrás de mi y cuando trato de girarme noto las alas que me rodean-. Esta bien querida, ya ya -pone un serio gesto y yo giro los ojos al cielo.

- ¿Cuatro de la tarde? -digo cuando he entendido bien lo que me ha dicho-. He dormido dieciséis horas, ni siquiera llego a dormir cuatro horas normalmente -me sonrie mientras levanta sus hombros como si esperase a que le de las gracias-. Eres un engreído, Arael... imagino que no me dejaras tranquila así que solo imaginare que no existes... ¿los ángeles comen? ¿Quieres desayunar?

- Reitero que son las cuatro de la tarde, pero no me quejo -dice alzando sus brazos cuando dirijo una mirada hostil hacia él.

Caminamos hacia la cocina del departamento donde preparo algo ligero, realmente no tengo mucha hambre y Arael parece no necesitar comer, solo bebe un poco de jugo, aunque le he ofrecido algo más.

- Arael... -sigue viendo hacia un lugar de la mesa-. Arael... -es como si ese no fuese su nombre, golpeo la mesa y me mira de inmediato-. Dijiste que ibas a decirme lo que sabías, que sabias todo, necesito saberlo.

Me mira confundido y luego afirma con la cabeza para si mismo al entender mis palabras, pone una de sus manos sobre la mía y aunque mi primer instinto es alejarla no lo hago, es... agradable.

- Te diré lo que necesites pero sera hasta que acabe él día -antes de que pueda protestar continua hablando-. Has estado muy estresada, demasiado, eso lo sabes tú, todos los días tienes sueños que te despiertan en las madrugadas o a veces despiertas llorando, no esta bien, sé que necesitas saber esto, es claro, pero yo necesito que calmes tus nervios, vas a enfermarte si sigues así, no siempre puedo darte noches tranquilas, es dificil, a los ángeles guardianes no se les permite intervenir en nada, solo vigilar del alma hasta que sea su hora de partir, debes confiar en mí, sabrás todo.

- Entonces... ¿quieres que me vaya a jugar billar o algo? -digo confundida por sus palabras.

- Trata de ir a algún lugar, te acompañare así que no debes preocuparte por Abaddona -me atraganto con mi propia saliva al escucharlo decir ese nombre y me levanto de la mesa rapidamente.

- Es el ser que me siguió anoche, ¿cierto? -afirma con la cabeza-. he soñado mucho con él, la mayoría de noches, pero cuando despierto nunca recuerdo que es lo que aparece en mis sueños -digo mientras vuelvo a tomar lugar en mi silla-. Pero a veces mis mejillas tienen lagrimas y a veces ni siquiera puedo mover mi cuerpo.

- Siempre has tenido sueños extraños, querida -dice Arael en un susurro.

Suena tanto como Samuel, ¿sera posible que él sea...? El estrés me esta afectando, es imposible que sea Samuel.

Pongo mi mano sobre los anillos que estan en mi collar y los aprieto en busca de resguardo.

- Iré a bañarme, en el camino necesito que me cuentes lo que sabes Arael o los nervios me van a matar -aviso mientras salgo de la cocina y me voy al baño.

- ¡Como usted ordene! -grita en un tono risueño y ruedo los ojos al cielo.

- Por fin... -digo sintiendo un extraño alivio, pronto sabre todo lo que siempre he deseado, me meto a la bañera.