Damons

CAPÍTULO 4

Encontrar a Ari sana y salva en mi sala había sido la mejor noticia de toda la noche. En realidad, la única buena. Volver a encontrarme con esa sonrisa chistosa y los brazos abiertos fue un disparo para saltar hacia ella en un grito de guerra. Su pequeño cuerpecito no resistió como esperaba y juntas caímos al suelo de moqueta riendo y abrazándonos.

Maldita sea, cómo quería a Ariadna. Éramos amigas desde siempre, desde que mi mundo con las sombras había dado inicio y su compañía me había convencido de ser fuerte ante ellas. Hacía un par de horas, era la única persona que conocía toda la oscuridad de mi vida, a la que se lo había confiado, por lo menos.

La quería incluso más de lo que podía expresarle, necesitaba de su compañía, de su afán por desacreditar mis problemas y revertirlos. Ella era mi protectora, quien me aseguraba la fuerza con la que me levantaba cada mañana. Habría dado mi maldita palabra en el sacrificio con la seguridad de que ella estaría bien. Y hasta el último minuto antes de que Seth hablara estaba decidida a hacerlo.

Pero eran distintas las cosas ahora; Axel la había rescatado a tiempo y yo no me había prometido sacrificar por la demonio-traidora-friki-del-insti, alias Lisa. Y eso había cambiado todo en mi vida.

Ariadna estaba allí, tendida conmigo en la alfombra, riendo y abrazándome como hubiese esperado nuestro encuentro y entonces no pude contenerme más... y lloré. Ella me sostuvo contra su pecho y estrujó mi cabello entre sus dedos temblorosos y me sentí tan vulnerable con ella al lado.

―Shhh... ya...

Y quise apartarme para decirle todo lo que había ocurrido esa noche pero... demonios era tan difícil de explicar, tan difícil de procesarlo. Es decir, aún no lo procesaba yo, ¿cómo podía explicárselo a ella? Había pasado toda mi vida con el temor a ser alcanzada por las sombras y los demonios con los que tenía pesadillas gracias a mi mamá; y finalmente ambas habían sucedido esa noche.

Y yo era un demonio también.

Las lágrimas continuaron cayendo por mi rostro empapando el pecho de Ari y la blusa marfil que llevaba puesta. Nunca me preguntó nada, jamás me retiró de su cuerpo para mirarme o para insistir con algo que ella sabía que no estaba lista de afrontar.

Ella me comprendía y lo hacía mucho más que cualquier persona que yo conociera. Cerré los ojos y respiré hondamente, mi respiración aún descontrolada por el llanto. Ella continuó acariciándome el cabello, dejando besos sobre él hasta que finalmente sentí que la pesadez de mis hombros se reducía, que el frío que se había colado por mis huesos finalmente cedía y ella me contenía. Todo estaba bien.

Nos arrastramos hacia el cuarto de Ari y nos metimos bajo las colchas de su cama. El silencio y soledad abarcaban el departamento; la noche se extendía eterna afuera pero con Ari se extendería tanto como nosotras quisiésemos.

Nos apretujamos para calentarnos y quedamos enfrentadas cara a cara. Sus ojos me estudiaban con preocupación y retiré un mechón de cabello que le caía en el rostro para mirarla también. Agradecía volver a tenerla conmigo.

― ¿Estás bien? ―Preguntó ella.

―Yo debería preguntarte eso a ti, Ari ―sonrió.

―Estoy bien ―murmuró, pero de inmediato su sonrisa se borró―. Me preocupas.

―Ari yo... hay mucho que quiero decirte, tantas cosas que pasaron que no... no sé cómo empezar ―ella entornó los ojos―. Lamento lo de Lisa, en serio, tú me lo dijiste al principio, dijiste que ella no te agradaba y yo... no te escuché. Lo siento, en verdad lo siento.

―Shh... Ya no importa. No había manera de que lo supieras, cariño.

―Lo sé pero siento que podría haberla detenido si tan sólo... Es que todo ha cambiado tanto. Desde que llegamos aquí, tú, yo, todo lo que sabíamos, Ari. Todo es diferente ahora y...

―Sel, ya no hables más...

―Pero quiero hacerlo, quiero decirte que lo siento tantas veces...

―Ya lo hiciste y te oí ―sonrió. Pero la amenaza de mis lágrimas indicaba que no habían sido suficientes― Hey, ya fue suficiente, no me sucedió nada y tú estás bien ahora, ¿no? Seguimos estando juntas y todo acabó bien.

Pero no era cierto. Las cosas no habían terminado bien y yo quería decírselo, pero estaba asustada de su reacción, de lo que significaría admitirlo en voz alta, lo que vendría luego con la aceptación. No quería nada de eso conmigo por ahora.

»Relájate, ¿de acuerdo? La noche fue muy larga para las dos, vamos a dormir y mañana hablaremos más tranquilas, ¿está bien? ―Asentí incapaz de hablar―. Duérmete.

Mis ojos se cerraron y me gustaría decir que las ideas de mi cabeza entorpecieron mi descanso, que las imágenes de esa noche se revolvieron provocándome arcadas apresuradas hacia el baño, que las diferentes voces del Consejo disputándose mi vida como si se tratara de cambiar la funda del Smartphone del mes me abstrajeron lo suficiente como para quedarme despierta el resto de la noche.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.