Yo era una maldita niña de cinco años a sus ojos.
Axel como mi ángel guardián no me creía capaz de manejar absolutamente ninguna de las situaciones a las que me enfrentaba; Ariadna como mi mejor amiga, era completamente reacia a dejarme sola en las diferentes etapas que surcaba ahora; Logan sólo compartía opiniones y Seth con tan sólo mirarme podía descifrar exactamente qué quería decirme.
¡Pero demonios! ¿Es que no veían que era una adulta? En realidad, no lo era, y tampoco es que llevaba tantos años de ventaja en cuanto a tomar buenas decisiones como lo tenían todos ellos pero... ¿acaso no contaba mi buena intención? Al parecer no, porque luego de bajarme del coche fue una disputa sin fin por decidir quién de todos era quien se transformaría en mi sombra para protegerme de mí misma.
Porque sí, yo era un maldito error tras otro de inconsciencia.
Resoplé desganada dejándome caer por segunda vez en la cama, antes de que Seth, llamara a la puerta con la amenaza de colarse en mis pesadillas si volvía a saltarme sus entrenamientos. Hacía demasiado tiempo en que había perdido la costumbre de tener pesadillas, no quería volver a eso.
El nublado cielo aún no había desaparecido pero comenzaba a estirar sus negruzcos dedos largos de un atardecer pronto. La misma brisa de siempre mecía las copas de los árboles desde la costa y arrastraba los escalofríos por mi espina como mantra al ingresar en el bosque.
Seth estaba pitando de un cigarrillo con su cuerpo apoyado sobre la corteza de un árbol. Sólo ese calor existía a nuestro alrededor y por un momento deseé acurrucarme entre él y ese cigarrillo. Hasta que su beso con Viola me trajo a la realidad.
―Entonces, ¿qué haremos hoy? ¿Cómo asustar a los mortales hasta hacer que quieran suicidarse? ¿Colarse en sus pesadillas para aterrarlos? Tal vez... ¿cómo ser un demonio idiota e incomprensivo?
Seth arrojó el cigarrillo y colocó sus manos en los bolsillos, caminando hacia el interior del bosque.
»Sígueme, Sel, quiero charlar contigo de algo. Oh, está bien, Seth, siempre es bueno hacernos compañía ―ironicé al ver que ni siquiera se fijó en mí.
― ¿Quieres callarte? Hablas demasiado a veces.
―La lección del demonio idiota, entonces ―resolví con enfado. Seth no se detuvo de caminar y yo intenté seguirle el paso entre las malezas. Pasaron algunos minutos en el recorrido sin que ninguno de los dos dijera nada e insistí nuevamente exasperada―: ¿A dónde vamos, Seth?
―Sólo caminaremos hoy.
― ¿No entrenaremos?
―No.
Silencio nuevamente.
― ¿Por qué querías que viniera entonces? Podría estar...
―Podrías estar metiéndote nuevamente en problemas con cualquier idea tuya y la verdad, es que prefiero que estés aquí conmigo a que tenga que volver a adivinar dónde estás para salvarte de morir.
El pensamiento de ser una molestia me golpeó con brusquedad. Seth en realidad estaba confesándome que era una carga para él. Maldita sea ni siquiera tenía deseos de insistir con esto, simplemente quería largarme.
Un nudo comenzó a formarse en mi garganta y pasé saliva varias veces sin poder disiparlo.
»Selene.
―Si no entrenaremos, debería volver. Tengo cosas del insti que hacer y Lori quería que saliéramos hoy... yo... olvidé llamarla ―expliqué, el nudo tensando mis cuerdas vocales.
― ¿Qué querías hacer con Léon?
―Eso no te importa ―resoplé con mis malditas emociones dominándome. Él suspiró muy bajo―. Hizo que Layla intentara suicidarse en el insti, sólo quería... Ella era amiga de Nancy y me pareció de lo más injusto que también le hiciese eso a ella así que fui a buscarlo.
― ¿Esperabas convencerlo de que la dejara?
―Quería que me enseñara a hacerlo ―Seth se giró hacia mí―, eso que hace en los sueños de Layla... lo que hacía en los de Nancy. Yo quiero aprender a manipular los sueños.
Continuamos caminando en absoluto silencio. Seth ni siquiera miraba en mi dirección, concentrado en la profundidad de sus pensamientos y en el camino al que nos dirigía. No me preguntó por qué quería aprender sobre ello y sospechaba que él ya lo sabía ―lo que me hacía ver aún más tonta en esos momentos.
Respiré hondamente aprovechando de aquella soledad de entrenamientos e imposiciones externas del Consejo y me atreví a sonsacar información de la persona que menos esperé hacerlo alguna vez.
» ¿Qué se siente... depender de ello?
Seth no me miró pero supe por el tiempo que se tomó que estaba pensando en una respuesta para mí.
―Tú ya sabes eso, ya lo has puesto en práctica antes, ¿no?
Mi sangre se congeló en mis venas al invocar a mis recuerdos de Jenks. Su expresión dolorosamente agónica en mi memoria aún latía fresca.
―Jenks... ―suspiré, intentando hacer que mi voz sonara normal, obviando el nudo de mi garganta al pensar en él―... fue un accidente. Yo... yo lo...
Oh, por todos los cielos, esto picaba en mi pecho con tanto fervor que me sentía débil en todas mis extremidades. Sólo podía sentir su dolor, su sorpresa y su último adiós musitado en mis oídos.
Nunca había hablado de él a nadie ―al menos con la verdad―, porque ocupaba una gran parte de mí el invocarlo en mi memoria. Dolía aún, demonios se sentía como si quemara todo mi interior y rasgara mi piel desde el centro. Él había sido muy importante para mí y simplemente... no pude detenerme.
―Lo sé ―musitó Seth.
― ¿Lo sabes? ―Asintió. Tomé una larga bocanada antes de volver a mirarlo―. ¿Cómo lo sabes? ¿Estabas ahí, tú... cómo sabías eso para decirlo frente al Consejo?