Mi corazón se detuvo por una fracción de segundo, todo a mi alrededor desapareció por completo como si el mismo hecho de que Eva soltara esas palabras pudiese abducirme en ellas también.
Sus ojos esperaron mi reacción tal vez, pero no moví un músculo; en cambio, hablé varios tonos más bajo de lo normal:
― ¿Quieres que jure unirme... para matarme?
―Haré valer tu sacrificio, lo prometo ―contestó con una sonrisa sincera. Y me aterró.
―Pero, ¿de qué estás hablando? Pensé... yo creí que necesitabas algo así como una espía en el Consejo o ayuda de este tipo. Nunca creí que... ¿por qué?
―Somos hermanas de sangre, seguramente Axel te lo explicó bien.
Recordaba vagamente a Axel mencionarlo, pero mi mente y corazón estaban en otra parte en esos momentos: intentando salvar a Seth de un veredicto del Consejo.
Seth estaba siempre en mis pensamientos. Últimamente con mayor vigor que antes.
»La misma sangre de Vriednoch corre por nuestras venas y es la misma que corrió por la de él. Sus descendientes directos deberían ser los más poderosos, pero con el paso del tiempo ese linaje se va desgastando hasta quedar en nada.
»Pero eso cambia contigo y conmigo, Selene. Sucede que en tú sangre vive él al igual que en la mía y aceptando tu sacrificio yo podría obtener toda la energía de nuestro padre libertador. ¿Imagínate las posibilidades?
― ¿Por qué quieres ese poder? ¿No tienes suficiente con él tuyo?
―No ―zanjó, caminando por entre los presentes. Noté que ninguno de ellos se atrevía a hablar directamente más que en susurros―, me esforcé por hallarlos con la promesa de salvarlos, pero... en cuanto me di cuenta de que no podía hacerlo, supe que debía buscar otras opciones. Entonces, la razón por la que mi procedencia fue desplazada de tu vida se me hizo demasiado intrigante y comencé a hacer mis averiguaciones.
Al menos una de las dos era buena en el espionaje.
»Resulta que la sangre sólo puede compartirse para salvarse.
― ¿A qué te refieres con salvarse?
―Llegado nuestro cumpleaños número dieciocho, al Despertar, sólo una sobrevivirá. Sin importar si el pacto entre nosotras se lleva a cabo o no. Por eso necesito que jures... Debes ser tú, hermana.
Resoplé, porque mi boca se había secado apenas iniciado la conversación y porque para esas alturas habría esperado cualquier cosa que dijera Eva explicando mi final.
Claro que había intenciones ocultas, pero ella al menos fue lo suficientemente sincera como para advertirme y hacerme a la idea de morir.
―Selene...
―No, espera ―la detuve.
No esperé responder, pero necesitaba un poco de tiempo para pensar la situación. Claro que no me quedaban muchas salidas a ese nuevo sacrificio (realmente ninguna salida), pero al menos me debía intentarlo, ¿no?
Observé el rostro de mi madre y en cierto sentido la culpé por lo que estaba sucediendo conmigo, por tantas cosas que ella siempre supo y me ocultó en forma de historias y terrores nocturnos.
¿Por qué nunca habló sinceramente conmigo? ¿Por qué no se ocupó de mí como una madre preocupada por su hija? La respuesta llegó más rápido de lo que pude buscarla: ella no era mi madre.
Pero entonces, ¿quién lo era realmente?
El anillo resplandeció en mi dedo y sentí su fijación apretarse en mi piel. Ni siquiera tenía conocimiento real de quién había sido Vriednoch.
Las bajas temperaturas habían recubierto el bosque y ni siquiera lo había notado hasta que una brisa helada me llegó al rostro y sorbí mi nariz. Las fechas corrían a gran velocidad últimamente, faltaban algunas semanas para navidad pero la gente pueblerina aún no colocaba adornos ni comenzaba a apresurarse como en las grandes ciudades. Mi cumpleaños era justo después.
Si tenía que considerarlo de esa forma, apenas me quedaban un par de meses con vida antes de que Eva tomara mi vida o el linaje se encargara de destruirme del todo.
La idea por supuesto me aterró. Pero por mayor empeño en que pusiera por dar vuelta la situación, no lo conseguía. No había más salidas y no había rescates a último momento que se auguraban.
Eché un último vistazo a mi madre antes de respirar hondo y asentir hacia Eva en convicción. Ella sonrió y pronto sonrieron los demás también. Ellos eran prisioneros de un pacto como yo, prisioneros de un poder que no pidieron pero que había comenzado a cambiarlos y estaban aterrados de lo que pudiese suceder más adelante.
Si lo ponía en balanza, aquello sonaba más noble que la última vez. Juraría por sacrificarme por una causa que ayudaría a la liberación de más chicos que eran como yo, y que no tenían la oportunidad de ser protegidos por la masa de puros arrogantes.
Sonreí al evocar a Landon.
― ¿Qué debo hacer?
Eva se acercó y se detuvo frente a mí, sin dejar que la cercanía entre nosotras creciera peligrosamente.
―Levanta el anillo de Vriednoch ―ordenó y lo hice―, ahora repite después de mí: Yo, Selene Vriednoch...
―Yo, Selene Vriednoch...
―Bajo la palabra de este juramento sagrado...
―Bajo la palabra de este juramento sagrado...
―Me ofrezco como voluntaria a morir a completa voluntad por mis aliados...
Pasé saliva.
―Me ofrezco... a... ―mis labios temblaron.
―Como voluntaria... ―continuó Eva.
Pero no concilié ninguna palabra más, mi voz se había perdido en el fondo de mi subconsciente, en alguna parte extraña y lejana en el momento en que otra voz traspasó las barreras de mis pensamientos: