Damphyr

2.4 Incertidumbre

Alkeis. Conocidos también como cristales elementales.

Edge había mostrado sus habilidades como un reflejo de su edad al remover pieza por pieza de aquella Destroyah, todo con la finalidad de mostrarme de aquel par de Alkeis; a simple vista, era posible confundirlos con simples piedras de cuarzo o imitaciones de diamante, pues carecían de un brillo propio o una belleza particular. Sin embargo, eso no era sinónimo de que aquellas fueran simples piedras sin propósito. Aún sin la Destroyah en toda su composición, los Alkeis reaccionaban al poder elemental de Edge y al mío, tomando así un brillo relampagueante que se extinguía cuando se dejaba de tocarlos o bien, cuando la voluntad de su portador –como Edge– separaba su elemento de los cristales. En mi caso, no podía recurrir al segundo método pues ni siquiera comprendía porque el resplandor de mi Alkeis era tan extraño. Se trataba de destellos purpuras y chispas blancas que centelleaban en ocasiones, no obstante, lo único que jamás desaparecía era el centro negro tan profundo que parecía irreal. El purpura tenía mayor dominio en el cristal, pero a pesar de ello, aquel núcleo negro por mínimo que pareciera, imponía más que cualquier otra cosa.

Edward Edge había sido un ex militar al igual que Michael, con la diferencia de que él estuvo en servicio muchos años atrás, antes aún de que los Molbori aparecieran por primera vez en el mundo exterior. Tal vez era eso –o quizá algo más que yo aún no sabía– lo que lo resaltaba en el tema de poder armar con toda facilidad de la Destroyah como si fuera un simple juguete para niños de dos o tres pasos.

-Es tu turno de hacerlo –señalaba Edge.

-¿De hacerlo? Me confunde, ¿de hacer qué?

-Ivan tiene una –repuso–. Michael y yo también tenemos una, tener dos sería… algo cansado. Las Destroyah Alkeis suelen consumir mucha energía y, al ser yo un humano, usar dos me podría matar…

Dejó el arma contra la mesa de centro de la sala y, luego de aquello, Edge solo fue a su sofá a tomar asiento. Parecía ir en serio, pero seguía sin tener sentido que tuviera que desarmar de nuevo la Destroyah y volver a unir de cada pieza, simplemente no lo entendía.

-¿Qué consigo con esto? –Pregunté.

-Lo mismo que Alan deseaba cuando te entregó su bastón –dijo–. No puedes desarmar el bastón y hacerlo tuyo, por lo que se requiere de algo más antes de adquirir todo su potencial, no obstante, tal vez consigas mayor manejo de la Destroyah si comprendes como funciona cada una de sus partes como si fueran tuyas –repuso Edge–: intenta ver que no es solamente el Alkeis el que hará todo el trabajo, también eres tú y la Destroyah.

-Eso no tiene sentido.

-Si no me crees, puedes volver a disparar y desmayarte como casi lo haces en el barco.

-Eso no fue… -no sabía que decir, por lo que desviaba la mirada por momentos–, me tomó desprevenido.

-Claro, y Michael seguramente era mimo. Inténtalo

-De acuerdo… Manos a la obra.

 

Había pasado todo el día, toda la tarde y parte de la noche en la sala, de rodillas contra el suelo y trabajando hasta colocar cada pieza en su lugar. Aquella proeza había resultado en algo estresante, pero al final, logré conseguirlo.

Edge se había ido hacía un par de horas, por lo que no se dio cuenta de cuando lo hice sino hasta que subí a molestarlo a su habitación, mostrando con expresión triunfante de la Destroyah; él no hizo más que asentir, acomodando sus blancos cabellos antes de salir de la habitación con sus ropas totalmente arrugadas, señal de que había dormido durante buen rato.

-Ey, espera E. ¿no dirás nada?

-¿Sobre qué?

-Estás bromeando –respondí con cierta molestia–, acabo de hacer lo que me pediste; un “felicitaciones” no estaría mal, ¿sabes?

-¿Funciona?

-¿Eh?

-La Destroyah –bostezó, señalando hacia el arma–, ¿revisaste que funcione?

-Pues –elevé del arma, observándola con atención antes de fruncir el ceño–, creo que no.

-Entonces no tengo porque felicitarte, Damp. Vamos afuera, debemos probar si funciona.

-¿Afuera?

-No dejaré que rompas otra ventana.

 

La luz de los faros del auto era lo único que iluminaban las ruinas del castillo, pero conforme avanzamos, fueron las luces de las linternas las que cubrieron esa función.




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