Damphyr

5.1 Incompleto.

Incompleto.

Un suave tintineo comenzó a nacer en medio de toda la oscuridad; cualquier persona habría pensado que era el tintineo de la plata al ser chocada contra otro metal, o bien, el sonido de una espada al ser desenvainada, pero esto era diferente. Cada tintineo generaba una serie de su es ondas en medio de una oscuridad qué por primera vez generaba paz en mi ser, mientras aquel tintineo tenía un inicio tan suave, intensificándose por breves segundos hasta que las ondas desaparecían y aquel sonido se reducía nuevamente a un silencio acogedor. Aún sin estar seguro de en donde estaba, reconocía qué por primera vez, todo se sentía más tranquilo.

-Es hora de despertar –susurró una voz cercana a mi oído–. Vamos, ya es demasiado tarde para seguir durmiendo.

Su mano acarició desde mi mejilla y descendió con solo su dedo índice hasta extremo de mi mentón, generando ahí una sensación un tanto extraña, a decir verdad, una sensación más ajena a lo que realmente yo mismo podía identificar en mí.

-Despierta.

Mis párpados ejercieron un poco de presión una vez que la luz se presentó e invadió la habitación por aquella pequeña ventana; giré en la cama para darle la espalda a aquella iluminación tan incómoda mientras mi brazo derecho empezaba a elevarse solo un momento antes de acercarlo hacia mi rostro, en el qué mi antebrazo comenzó a frotar cerca de mis ojos y luego solo guíe mi mano hasta mi frente, de donde comencé a remover todos los mechones de cabello qué cubrían una parte de mí cara. Al abrir los ojos, me encontré con un escenario bastante rústico y conocido para mí, que la sola idea de sentirme tan cómodo me desconcertada al ser consciente de que ya no parecía estar en el departamento.

-¿Cuánto tiempo he dormido, eh?

Mi boca se esforzó por no abrirse, pero al final cedió ante el bostezo como una respuesta natural a haber despertado. Tomaba asiento mientras miraba desde la cama en dirección a la ventana, contemplando la luz que apenas continuaba en medio del amplio bosque; cuando uno se atrevía a ver con más detalle –al menos en aquel instante–, se era capaz de contemplar al sol mientras se ocultaba entre las montañas, mucho más allá de los gigantescos robles y pinos qué rodeaban de aquel hogar. ¿Porqué despertar aún? Prácticamente, el sol aún no se había ocultado del todo, ella jamás me habría despertado de no ser por algo importante, o bien, porque tuviera intenciones de jugar de nuevo a las escondidas.

Ahora que lo meditaba más, aquel sitio era bastante diferente a todo lo que podría haber conocido en algún momento: las paredes estaban decoradas con cuadros de distintos tamaños, teniendo en todos ya fuese alguna clase de manuscrito o alguna clase de exposición artística dibujada en lápiz o tinta donde los paisajes y animales relucían en cada rincón de la habitación, observando como todas y cada una de dichas obras (escritos y dibujos) llevaban consigo una pequeña firma en el extremo inferior cercano a sus esquinas izquierdas con las iniciales de U.J. ¿Quién podría…?

La puerta chilló y segundo a eso, pasos veloces –aunque ligeros– comenzaron a escucharse hasta desaparecer tal vez más allá de la entrada principal, y sin entender el porque, una sonrisa se formó en mi rostro mientras me levantaba de cama, vistiendo un largo pantalón qué parecía a los que solían vestir los campesinos muchos años atrás. Avancé sin preocuparme siquiera por el calzado, tomando una muy delgada gabardina grisácea para cubrir mi cuerpo. Mis manos no tardaron en elevarse para tocar mi rostro, pasando mis dedos entre las hebras de mi cabellera hasta conseguir tomar todos los largos mechones y finalmente, acercarme a un pequeño tocador para tomar un viejo listón qué ella me había dado, consiguiendo atarlo y dejar de ese modo una larga cola de caballo. De ese mismo lugar, abrí un cajón para sacar una caja con fósforos, encendiendo uno para así poder encender en aquel lugar una pequeña vela qué cobró vida e iluminó una gran parte del lugar.

-¿Qué es esto? –Pregunté en voz baja conforme acercaba de vuelta mi mano hacia la luz, observando el brillo de la argolla qué adornaba mi anular derecho; quité de este, escuchando enseguida aquel suave tintineo qué me devolvía la calma, reluciendo en uno de sus extremos una joya ovalada y pequeña de color negro qué a pesar del color, mantenía una pequeña luz ante el contacto con la luz. .

El calor en la habitación desprendió de las paredes un agradable aroma a madera, y dejando de lado las distracciones me acerqué hasta la puerta de la habitación, abriendo esta con cuidado para salir y contemplar dos ventanas más que daban de nuevo en dirección al bosque. No era un sitio tan grande, y la única puerta extra conducía a un baño, aunque por ahora ese no era mi interés y por ello proseguí con mi camino más allá de aquel delgado corredor.




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