Dana & June

Mi nueva hermana latina

Todo comenzó de manera muy tranquila, tanto, que no me esperaba lo que iba a pasar después.

La eventura empezó volviendo del colegio, yo me estaba quitando la pesada mochila de mis hombros cuando vi a mi padre y a una mujer sentada a su lado en el sofá.

–Buenos días, señora–Dije de manera educada.

–Buenos días, linda–Respondió.

–¿Te caliento la comida, padre? Te ves cansado...

–No te preocupes, June. De hecho, quiero hablar de algo contigo.

–¡Ah, sí! ¡Claro, papá!

–Solo estamos esperando a alguien más...

–¿Ah, sí? ¿A quién?

En ese preciso instante la puerta se abrió de un golpe dejando ver a una chica de aspecto rebelde y con un bajo eléctrico colgado de la espalda.

–Ella...–Dijo mi papá naturalmente.

–Eres... ¿Tú?– Preguntamos la chica y yo al mismo tiempo.

–¿Ya se conocían?–Preguntó mi padre.

–¡Claro que conozco a Juana!–Exclamó la chica.

–Me llamo June–Corregí molesta.

–Sí, como sea.

–Papá... ¿Qué hace ella aquí?–Pregunté tratando de controlarme.

–Bueno, hija. Resulta que la madre de Dana y yo hemos estado saliendo por mucho tiempo y... quisiéramos por fin vivir juntos.

–¿QUÉ? ¿POR QUÉ NO ME HABÍAS DICHO?

–No queríamos preocuparte, además, Dana quería darte la sorpresa junto con nosotros.

–¡Ay, qué amable!–Dije con tono sarcástico.

–Y... ¿Dónde me voy a quedar?–Preguntó Dana.

–En un momento June subirá a hacerte un espacio en su habitación, ¿no es así, June?

–Sí, padre...–Dije con una sonrisa fingida.

Yo sola me encargué de llevar el pesado equipaje de Dana a la alcoba, porque ella no me ofreción ninguna ayuda.

–Oye, June. Edward y mi mamá se ven muy contentos juntos, no lo crees?

–S-s-sí–Dije con trabajos tratando de subir el equipaje por las escaleras yo sola.

–A mi madre siempre le han gustado los americanos–Continuó Dana–. Mi papá era mecánico en México, pero se fue por unos cigarros y nunca regresó.

–¿Qué?

–¡Ah, cierto! Se me olvida que no entiendes expresiones latinas.

–Hmm...–Gruñí.

Llegamos a mi habitación; yo jadeando, Dana feliz. Ella fue directamente a la litera y se subió en la parte de arriba.

–¡Oye, no! ¡Yo duermo... ¡Ay! olvídalo.

Detestaba a Dana y su actitud tan irrespetuosa respecto a mis cosas, pero lo empeoró su tocar de música ruidosa mientras yo hacía la tarea:

–Oye, ¿Te importaría? Estoy haciendo tarea.

–Y yo estoy tocando–Me respondía en tono infantil.

Tampoco Dana me dejaba dormir bien pues casi luego de acostarnos, prendía la televisión:

–¡Oye, apaga esa cosa! Ya son las 10, es hora de dormir.

–Qué bebé eres–Me decía lanzándome una almohada a la cara.

–¡Esto es el colmo! Pero me vengaré...–Pensaba para mí misma.

Al otro día después de bañarme, llené la secadora con talco, así, para cuando ella se bañara y se secara el cabello, se llenaría de este. Esperé pacientemente a que se terminara de bañar, pero no se escucharon gritos y tampoco la secadora al ser encendida. Me sorprendí cuando Dana salió con un cabello intacto, envuelto en una toalla.

–¿No te vas a secar el pelo?–Pregunté extrañada.

–Nah. Además, en México usamos más toallas que secadoras.

–Pero, ¡Créeme, esto te lo dejará sedoso!

–No, no me gusta.

–Anda–Dije poniéndole la secadora en la cara.

–¡Dije que no!

Emepezamos a forcejear tanto, que las dos nos caímos al suelo con los pies para arriba, la secadora se encendió y nos llenamos las dos de talco por todo el cuerpo.

–¿Planeabas hacerme una broma?–Dijo Dana poniéndose de pie, viéndose más imponente aún.

–¡N-n-no! Yo sól- -

–¡Es una gran idea! Sólo que a la próxima avísame, ¿sí, hermanita?–Dijo dándome un golpe con su puño en mi hombro.

–Ouch...



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En el texto hay: hermanas, amigas, locuras risas

Editado: 28.04.2021

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