Danger.

Capítulo III: El principio del horror.

Tras subsistir tres castigadoras horas de excursión en el destartalado autobús, finalmente nos estacionamos, dando por concluido el exasperante confinamiento. De manera que mi consciencia retorna al presente, manifestando físicamente su congoja por las invasoras ensoñaciones con una deleznable lágrima, que borro de un manotazo ocultando cualquier atisbo de debilidad.

Pero ni siquiera tales sentimentalismos impidieron que examinase durante el trayecto al rebaño que Luxor ha reclutado con tanto esmero. Percibiendo de inmediato a un latoso muchacho que prevalece naturalmente entre tanta mediocridad, mientras parloteaba sin cesar acerca de la azarosa compañía y proclamaba un porvenir victorioso.

Así que habiendo presenciado sus convenientes cualidades, sostengo una obstinada vigilancia sobre él. Inclusive a medida que desaloja el vehículo animadamente, ignora haberse postulado para unirse a mis filas. Pero antes de considerarlo un aliado debo someterlo a examen, el cual planeo desdeñando a la patética organizadora que se deshace en sonrisas fingidas y alabanzas hacia el campamento.

Hasta que en el interior de las inmundas cabañas, el absoluto convencimiento por parte de los vigilantes con respecto a la perfección de sus planes, me permite infiltrarme en el barracón masculino sin ser percibida. En conclusión, unas lacónicas palabras bien formuladas bastaron para persuadir al joven de escaparse conmigo, empleando las sombras que nos regala la noche para una inofensiva exploración por los alrededores.

El viento sopla desde el sur, cargando aromas extraños. Los cuales apenas capto en el transcurso de nuestra caminata, ya que un frívolo coloquio nos distrae por completo. Hasta que cuando advierto la tenue transformación por parte del desconocido sujeto, ya es demasiado tarde.

Poco a poco denoto inocentemente como su discurso se vuelve más incisivo, que sus ojos se transforman en insondables pozos negros anhelantes de presenciar horripilantes sucesos. Asimismo, su semblante se retuerce en agonía dando lugar a una maligna expresión, capaz de suscitar las peores pesadillas.

Aquella afable sonrisa se agranda deformándose, hasta que ríos de sangre rezuman por las comisuras de sus labios. Cuando finalmente abre su boca para permitirme apreciar claramente como sus dientes se alargan, originando unos colmillos capaces de desgarrar la carne humana como tierna mantequilla.

A pesar de la desorientación, corro sin descanso a sabiendas de que mi vida depende de ello, mientras escucho las llamadas y gruñidos bestiales cada vez más próximos. En el momento en que diviso una monumental construcción a la cual confió mi salvación, pero al aproximarme, descubro que en aquel refugio esta realmente situada la central de Luxor.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.