Danger.

Capítulo IV: Luxor.

Por alguna sórdida cuestión, todas las piezas trascendentales de mi vida convergen reiteradamente en el mismo punto. Había tramado escrupulosamente cada segundo de los que pasaría en el campamento, ávida de una justa retribución sin indultos, en vista de aquella tormentosa existencia a la que me habían condenado.

Pero ahora siendo cazada por esa criatura casi demoniaca, Luxor emerge como mi única salvación. Aunque en realidad ya he confrontado a la muerte antes, así que el volver a sumirme en aquella oscuridad no me amilana, siempre que alguno de esos criminales se pudra conmigo en el infierno.

Así prosigo mi marcha por las inmediaciones de la central, delimitadas por medio de una desmedida valla electrificada que se figura impenetrable, cuando atisbo una conveniente brecha a través de la cual logro perpetrar en el área. Aun a mis espaldas, continúo advirtiendo los alaridos por parte de Roberto, que se fusionan con el yermo entorno, impulsándome a conseguir un refugio en el interior de la masiva construcción por medio de una puerta de servicio.

Que seguidamente, comienza a ser aporreada violentamente por mi persecutor, el cual acompaña cada golpe con insultos y desvaríos sobre los horrores que aquí habitan, logrando ocasionarme una creciente ansiedad que me lleva a correr sin rumbo alguno por los corredores.

Me detengo cuando estoy lo suficientemente lejos y aprovechó para recuperar el aliento, al tiempo que hallo un lúgubre pasillo, tan solo iluminado por unas titilantes luces. Paulatinamente una punzante opresión florece en mi mente, culminando en una nebulosa ensoñación donde soy arrastrada a pesar de mis forcejeos y suplicas, por varios hombres con rostros desfigurados hacia un brutal castigo.

Una vez que retorno a la realidad soy consciente de manera tardía del constante e incisivo sonido a mi alrededor, el cual me cuesta identificar, hasta que creo catalogarlo al fin como el compás de un reloj. Presa de una incomprensible necesidad de encontrar el origen de aquel pulso, camino percibiendo como el repiqueteo se hace más intenso a cada paso. Tanto que parece estar directamente en el interior de mi cabeza y es entonces cuando caigo.

Con un ruidoso lamento, aterrizo bruscamente en una estancia incierta, donde solo unos extraños resplandores verdes procedentes de varios puntos alrededor de la sala me permiten intuir algo sobre el entorno. Pero al enfocar mejor la visión en aquellos puntos siento como entro en estado de shock, pues miles de horripilantes seres están encerrados en vainas, donde parecen hibernar. Justo cuando detectan un aroma que alerta a sus sentidos incitándoles a despertar.

Tras advertirme, se agitan en sus viscosas prisiones con su anormal mirada fija en mí deseosos de atacar. Sin embargo todos se giraron al oír los gritos de agonía.




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