Dangerous

1.

"HOGAR, DULCE HOGAR"

 

Las frías calles de Beaverton estaban como siempre, solas y mojadas. Solo algunas tiendas se encontraban abiertas, ya caía la noche y con ella sus peligros. Pensé que volver aquí sería conmovedor y felíz, pero ahora es todo lo contrario; una puta mierda. Había crecido como persona y tambien cambiado muchos aspectos de mi vida, pero los recuerdos eran algo que siempre formarían parte de mí.

Lo odio.

Arthur me miraba por el retrovisor con su mirada oscura y calculadora, en sus ojos podía ver plasmadas todas las advertencias que me dio antes de venir aquí otra vez. Lo que había sucedido hace un año ahora era mi peor castigo, mi infierno personal, y mi estupido tío me lo recordaba con tan solo su desagradable presencia. Sabía que no estabamos aquí por mí, sino por ellos y su sed de poder, sus ganas de robarse todo lo de mis padres y su rivalidad con la gente del pueblo.

— No hagas tonterías, Jules, estás advertida.— El auto se detuvo frente a la antigua casa de mis padres, se me revolvió un poco el estomago pero lo soporté.— Baja nuestras cosas, Holland.

Holland, nuestro chofer bajó sin rechistar.

No le respondí nada a mi desgraciado tío, era perder el tiempo. Bajé del auto y enseguida puede sentir el frio que hacía, olía a polen y tierra mojada... aquellos olores eran mis preferidos cuando era más pequeña, ahora los detestaba, me hacían recordar mis errores. No quise mirar hacía ningún lado porque seguramente están las chismosas del pueblo escondidas entre los arbustos mientras hablan de mí, caminé hacía la casa segura y confiada de mi misma, toqué el timbre dos veces.

— Pensé que no llegarían.— Fue lo unico que dijo tia Mila y siguió hablando por telefono.— La cena está en el microondas, sirvela.

Mila se veía como una mujer amable y cariñosa, entregada a su familia y totalmente buena. Lo que me da risa es que es todo lo contrario, pero la gente solo sabe ver superficialmente. 

Caminé por el largo pasillo que me llevaba a la cocina y me sorprendió ver que no había ninguna foto de mis padres colgadas en las paredes, pero no era de extrañar, seguramente Arthur las mandó a quitar. Fui directo al microondas y recalenté el pedazo de pizza que me habían guardado, mientras esperaba vi que alguien se paró en el marco de la puerta.

— Jules, que gusto verte de nuevo primita.— La voz burlona de Drew entró por mis oídos.— Todos aquí te extrañabamos.

—Dios mío...¿cuando será que este idiota deje de ser un grano en el culo?— Drew me miró desafiante.— Si es todo, ya largate.

Drew Anderson es una de las personas más intorelables en mi lista de idiotas, no solo porque es imbecil sino tambien porque para mi mala suerte es igual a sus padres; Manipulador, egoísta, bruto y machista. Saqué la comida del micro y la puse en un plato para despues sentarme en la barra y comerla.

—He escuchado por ahí que Matt...— Al escucharle decir ese horrible nombre quise ahorcarlo.

—Si crees que vas a joderme la vida con eso, estás equivocado.— Informé tranquilamente.— Ya pasó un año, si yo lo superé, tu tambien puedes.

Drew era un verdadero fastidio, jamás nos habíamos llevado bien y ahora sería peor viviendo juntos. Mi primo es una de esas personas a las que nada le importa más que sus propios intéreses, así eso signifique pasar por encima de los demás. Es guapo, pero no tiene nada de cerebro, igual que Arthur y Mila.

—Te hubiera gustado saber que tenía para decir, pero supongo que es mejor que luego lo veas con tus propios ojos.— Sonrió de una manera miedosa.— El daño que le hiciste a esta familia lo vas a recordar cada miserable día de tu vida en este lugar...disfrutalo.

Sin más, salió de la cocina.

Mastiqué con mucha rabia, odiaba no poder gritarle como él hacía conmigo. Si hiciera aquello Arthur me mataría.

Subí al segundo piso en donde está mi habitación, las maletas ya estaban adentro. Todo el lugar estaba como lo había dejado hace un año, era lo unico que me alegraba. Las puertas del balcón se encontraban abiertas, el aire fresco entraba hasta cada rincón y podía ver un lindo paisaje de montañas y nubes rojizas.

Me senté en la cama y miré hacía todos lados, este lugar no era en el que quería vivir. Si iba a estar toda mi vida atormentada que al menos fuera lejos de aquí, pero volver ha sido un golpe de emociones que poco a poco me hacen perder la paciencia. 




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