- Por favor... para, por favor –dije con una lágrima cayendo por mi mejilla. La cabeza me daba vueltas, tenía la vista nublada y sentía que iba a perder el conocimiento pero me desesperaba el asco de tener unas manos tocándome en todas partes. Intente moverme, resistirme pero fue inútil debido al peso del hombre que tenía encima.
- ¡Cállate! –escupió Marcos mientras me arrancaba la camisa. –Átenla a la cama, voy a enseñarle a esta perra a comportarse.
Un escalofrío me recorrió la espalda. El pánico me inundaba, no podía moverme ni gritar. Pestañe varias veces hasta que conseguí enfocar la vista. Estaba en una habitación oscura, además de Marcos había 2 hombres más con capucha que me impedía verles la cara, se acercaron y me sujetaron los brazos para atarme.
Use toda la energía que tenía intentando impedirlo, me sacudí, quise morderlos y usar mis piernas para que me soltaran, pero la realidad es que no podía moverme, apenas si sentía mi cuerpo lo que me asustaba aún más.
Una vez atada volvió a acercarse el hombre en quien creía que podía confiar hasta esa noche, con una sonrisa que me puso los pelos de punta. Volví a tenerlo encima, besándome, tocándome y yo no podía hacer nada. Me sentía enferma.
- Fuera –les indicó a los otros dos y estos obedecieron. - Ahora sí, preciosa –me susurró al oído mientras lo chupaba y me ataba un pañuelo a la boca. – Voy a tomar lo que es mío, la frutilla del postre... Voy a darle a tu padre en dónde más le duele.
No podía dejar de llorar, quería gritar y salir corriendo pero en cambio sentí cómo me bajaba los pantalones y hacía lo mismo con los suyos.
- Lu... ¡Lucy! –desperté agitada con mi padre sacudiéndome por los hombros. – No me habías dicho que seguías con las pesadillas hija... No parabas de llorar y gritar.
- Estoy bien, papá –dije y automáticamente sentí náuseas y fui corriendo al baño a vomitar. Me sentía sucia, como todas las noches en las que despertaba después de la misma pesadilla. Me era imposible dormir tranquila después de aquella noche horrible.
Cuando terminé me encontré con mi padre en la puerta mirándome con pena, tenso, con los brazos cruzados.
- Ya ha pasado un mes, no puedes seguir así. Mañana mismo irás al psicólogo.
- Enserio, te juro que estoy bien fue solo una pesadilla, no pasa nada. Estoy tratando de dejar todo atrás papá por favor déjalo estar.
- No puedo Lucy... De ninguna manera. Eres mi hija, me preocupo por ti y me lamento todos los días de lo que pasaste por mi culpa. Permíteme ayudarte.
Sabía muy bien que había sido su culpa y jamás lo perdonaría por haberme dejado en las manos del enemigo.Yo solo quería olvidar, pero conocía a mi padre, así que asentí comprendiendo que no tenía sentido discutir con él. Luego de que se fuera volvieron los recuerdos sobre esa noche y me di una larga ducha mientras lloraba y pensaba en las pocas ganas que tenía de ir al día siguiente a contarle mis problemas a un extraño.