No podía dejar de temblar. No importaba cuánto tiempo pasara, no podía sacar el sentimiento de asco y suciedad de mi cuerpo. Nunca me había sentido tan indefensa.
Luego de haber soltado la bomba no puedo decir que me sentí mejor, pero sí fue como si me sacara un peso de encima. Mateo se había quedado inmóvil, no esperaba que le dijera eso así que procedí finalmente a explicarle todo lo que había ocurrido esa noche.
- Fue una noche que él sabía que mi padre no estaría y llegaría muy tarde. Después de lo ocurrido me enteré que Marcos tenía grandes deudas que no podía pagar, entonces le pidió ayuda a mi padre. El problema fue que mi padre se negó a darle dinero y Marcos decidió que la que debía pagar las consecuencias era yo, para herir a mi padre en el proceso.
Mateo me ofreció un vaso de agua y me pidió que respirara antes de continuar, debido a que mis manos no paraban de temblar. Tenía la mirada perdida mientras hablaba, como si estuviera viviéndolo todo otra vez en ese mismo momento.
- Entonces esa noche, después de la cena, estaba lista para irme a dormir cuando escuché unos ruidos en la casa. Pensé que era Gabriela que trabaja en casa, así que baje a ver y me encontré con dos hombres en el escritorio de mi padre abriendo la caja fuerte; ambos vestidos de negro y la cara tapada. En cuanto los vi salí corriendo por el pasillo para llamar a la policía, pero al llegar a la sala me encontré con Marcos que me detuvo hasta que los otros dos llegaron y me ataron a una silla -yo aún no logro entender cómo el hombre que conocí alguna vez pudo convertirse en ese monstruo, pero ahora puedo reconocer que en el fondo siempre sentí que había algo de interés en él y no precisamente hacia mí. - Yo intenté liberarme con todas mis fuerzas y entonces me inyectaron algo en el brazo, sólo Dios sabe qué tipo de droga pero me mareó casi al instante. Ahí fue cuando de verdad empecé a asustarme y desesperarme porque Marcos... Él no dejaba de tocarme y decirme que me merecía todo eso gracias a mi padre. Los recuerdos después de eso son muy borrosos, solo recuerdo partes, pero sé que me llevaron a una habitación y ahí fue cuando él me violó.
Mis lágrimas caían sin parar por mis mejillas. Se sentía liberador pero a la vez tan doloroso.
- Creo que me desmayé porque lo siguiente que supe es que mi padre me despertaba llorando –dije casi en un susurro.
- Dios mío Lucy, no puedo imaginar lo duro que fue para ti pasar por eso. Entonces ¿Tus pesadillas son sobre esa noche verdad? ¿Cómo te sientes con eso?
- Sí, no puedo sacar de mi cabeza el asco que sentí cuando tenía sus manos sobre mí. Siento que se llevó una parte de mí que jamás podré recuperar, es horrible.
- Para nada. Te llevará tiempo, pero ya verás que podrás superarlo. Lo que me parece importante que entiendas es que nada de lo que ocurrió es tu culpa, ni la de tu padre.
- Pero mi padre sabía de los problemas de Marcos y aun así me lo presentó y no me advirtió cuando empecé a salir con él, yo creo que sí tiene parte de culpa –no podía evitar sentirme engañada por mi propio padre.
- Yo no creo que tu padre supiera de lo que Marcos era capaz, Lucy. Ningún padre pondría en riesgo a su hijo, estoy muy seguro de que te ama y se debe sentir terrible por esto, por eso es que te pidió que vengas.
- Bueno digamos que no me dejó mucha opción.
- ¿Qué ocurrió con Marcos? Imagino que fueron a la policía.
- Por supuesto, pero no pudieron encontrarlo, ni a sus cómplices. Está prófugo y la verdad es que a veces me preocupa la idea de que pueda volver a aparecer, la sola idea de verlo me da escalofríos –por un momento se me cruzó por la cabeza el mensaje anónimo que recibí el otro día, pero no había vuelto a recibir otro desde entonces.
- Intenta no preocuparte, si la policía lo está buscando no tardarán en encontrarlo. Sería tonto de su parte volver a acercarse a ti –yo no estaba tan segura y temía volver a cometer el mismo error de subestimar lo que Marcos era capaz. –Con respecto a tus sueños, me gustaría que la próxima vez que los tengas los escribas y también aquellos pensamientos que te perturben. No tienes que mostrárselos a nadie si no quieres, ni siquiera a mí, será algo sólo para ti para que puedas descargarte libremente.
No sé si me sentiría cómoda escribiendo esas cosas, parecería como una niña con su diario íntimo, pero tal vez debería darle una oportunidad.
Era consciente de que tenía toda la cara roja e hinchada de llorar, así que al salir del consultorio y ver al chico de ojos verdes sentado esperando a fuera desee que me tragara la tierra. Cuando me vio frunció el ceño, seguramente preguntándose qué había ocurrido, pero rápidamente volvió a su mirada seria de "eres una niña estúpida".
No estaba de humor para sus miraditas así que junte valor y le dije:
- ¿Tienes algún problema?
- ¿Perdona? –dijo sorprendido.
- No dejas de mirarme mal y no entiendo cuál es tu problema, ni siquiera me conoces.
- Y no planeo hacerlo tampoco –dibujó una pequeña sonrisa maliciosa en su cara, volviendo a su mirada de suficiencia, como si me dijera con la mirada que no era lo suficientemente buena o interesante cómo para querer conocerme.
- Púdrete –le conteste fulminándolo con la mirada.
Me giré para irme y justo antes de salir escuche que Mateo abría la puerta y lo hacía pasar:
-¡Santiago! Llegaste temprano hoy, adelante.
Así que se llama Santiago... Al menos ya se el nombre del idiota.
En la cena apenas si crucé alguna palabra con mi padre. Todavía seguía rara después de haberle contado todo al psicólogo pero también sentía que era lo correcto, ya no me sentía una bomba a punto de estallar. Además también tenía a Santiago en mis pensamientos. No comprendía por qué era tan grosero, como si quisiera asegurarse que no me acercara, pero eso solo lo hacía más intrigante.
Antes de irme a la cama preparé todos los libros que necesitaba para el día siguiente. Las vacaciones habían terminado y tocaba volver a la rutina de la universidad. Clara me envió un mensaje diciendo cuán emocionada estaba de volver a cursar, en cambio Nick me envió uno diciendo que tenía más ganas de morir que de levantarse temprano en la mañana, lo cual me hizo reír, porque yo tampoco era una persona que le agradaran las mañanas.