Dangerous Desire

Capítulo 10 - Santiago

Estaba requiriendo de todo mi control para no acosarla con la mirada. Algo se movió dentro de mí cuando la vi llegar, estaba más hermosa de lo normal y me estaba volviendo loco. Por supuesto que sabía que estaría aquí, por eso traje a James conmigo para que me ayude a mantenerme lejos. No podía interesarme menos la chica que estaba a mi lado, es probable que termine acostándome con ella y ni siquiera sabía su nombre, pero no parecía importarle.

Se notaba que Lucy ya estaba borracha, sus movimientos eran torpes y a la vez muy sexis. Había estado toda la noche rodeada de sus amigos pero ahora ella se había alejado sin darse cuenta mientras bailaba con los ojos cerrados. No podía dejar de mirarla, me tenía hechizado su belleza y la provocación con la que se movía. Claro que no fui el único en notarlo, muchos le dirigían miradas de deseo que me encantaría borrar a golpes.

Vi cómo uno de esos babosos se le acercaba y ponía sus manos en su cintura. Ella estaba de espalda y con los ojos cerrados, pero cuando se volteó pude ver cómo palidecía al ver que se había alejado y se encontraba sola. Forcejeaba con el hombre mientras buscaba a alguien con la mirada. En cuanto nuestros ojos se cruzaron no lo dudé, me acerqué a ella con paso firme.

- Te dijo que la sueltes. Quita tus manos de mi chica.

Entendía por qué no podía tenerla, pero lo que sí podía era protegerla de los idiotas que no eran buenos para ella, yo encabezaba esa lista. Sentía que estaba en deuda con ella, no podría permitirme que la lastimaran si podía hacer algo para evitarlo. Era lo mínimo que podía hacer por ella y ni así sería suficiente para pagar lo que había hecho.

El tipo me miró con mala cara y se lo saqué de encima de un empujón. Luego le pase mi brazo por los hombros, atrayéndola a mi cuerpo de manera protectora. Ella me miraba con sus enormes ojos como si fuera su héroe, mientras se aferraba a mí para no caerse, al parecer estaba mareada.

- ¿Estás bien, Lucy? –le pregunté una vez que nos alejamos de la gente.

- Sí, gracias... –se detuvo con el ceño fruncido. – Espera, ¿cómo sabes mi nombre?

- Lo dijeron en clase –mentí, obviamente no podía explicarle cómo sabía su maldito nombre.

Nos quedamos mirándonos por un momento, en silencio.

- ¿Tienes cómo llegar a tu casa?

- Sí, no te preocupes. Pediré un taxi, Nick no puede conducir –se dio la vuelta como para irse pero la sujeté del brazo impidiéndoselo.

- No vas a tomar un taxi borracha –ni loco la dejaría irse sola en ese estado, cualquier cosa podría pasarle. – Yo te llevo, vamos.

- No hace falta, en serio.

- Yo insisto –no iba a aceptar un no por respuesta.

Luego de quince minutos conduciendo era tal la tensión en el auto, que podías cortarla con cuchillo.

- Gracias por haberme sacado a ese pesado de encima, de verdad.

Asentí, mirando al frente: - No fue nada.

- Sin embargo, pudiste haberlo alejado sin necesidad de decir que era tu chica –dijo mirándome y aguantándose la sonrisa. En eso tenía razón, pero se sintió bien decirlo.

- Dije lo primero que se me vino a la mente –encogiéndome de hombros.

- ¿Tu chica no se molestará de que la hayas dejado tirada en la fiesta? –sabía que había visto a la chica que estaba conmigo antes.

- No era mi chica, así que no –el que sí se molestaría era mi hermano.

- Oh, okay –creí ver aparecer una sonrisa en su rostro que disimuló al seguir hablando. - ¿Puedo hacerte una pregunta?

- Ya la estás haciendo.

- Ja Ja sí, muy gracioso. ¿Me has estado evitando?

- ¿Qué? ¿Por qué haría eso? – ¿acaso fui tan obvio? Maldita sea.

- No lo sé... ¿Por qué ya no vas al consultorio de Mateo?

- Porque no.

Estoy sorprendido de que haya estado tan pendiente de lo que hacía. Me encantaría poder decirle toda la verdad, pero era imposible, no dependía solo de mí. Ojalá las cosas hubieran sido diferentes.

- Veo que no eres muy hablador... ¿Por qué siempre tan serio?

- Tal vez tú hablas demasiado, ¿no te cansas de hacer preguntas? –fui un poco brusco y me arrepentí al instante.

En el bolsillo de mi pantalón sentía mi celular vibrando con una llamada, sabía que mi hermano me estaría buscando pero luego le explicaría todo.

- Lo siento. Yo... –dijo bajando la mirada. – Solo quería conocerte un poco, digo... Nos cruzamos en todos lados y no sabía nada de ti.

- Es mejor así, Lucy... No necesitas saber nada de mí.

En unos minutos llegamos a destino. Me agradeció nuevamente por lo que había hecho y por traerla a su casa. Antes de salir del auto se acercó para darme un beso en la mejilla, su contacto con mi piel fue más duradero de lo normal, pero no me quejaba. Nos separamos unos centímetros, todavía muy cerca el uno del otro; tan cerca que podía oler su perfume. Le coloqué unos de sus rulos detrás de la oreja, acariciando mínimamente su piel. Ambos nos mirábamos la boca, sus labios parecían tan suaves que daría lo que fuera por probarlos, por pasar mi lengua sobre ellos. Ella parecía no querer irse, y yo no quería que se fuera.

Sin embargo, en contra de todo lo que quería, me alejé rompiendo el hechizo. Era lo correcto, no había nada que yo pudiera darle.

- Buenas noches –dije cortante.

- Adiós, Santi.

Bajó del auto y yo aceleré, alejándome a toda velocidad. El corazón me latía demasiado rápido,tenía que poner distancia entre nosotros. La manera en la que me llamo "Santi", tan dulce en su boca casi hace que no la dejara salir del auto para besarla sin parar.

 



#25383 en Novela romántica
#5175 en Joven Adulto

En el texto hay: deseo, secretos, trauma

Editado: 08.08.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.